Si en Argentina hay equipo signado por el infortunio ese es Gimnasia. Lo confirma el último puesto en la actual temporada y el recuerdo de haber ganado apenas dos trofeos importantes en casi cien años. Pese al resultado, su hinchada,de tan buena y generosa, es fiel. Se queja al final de cada derrota, lanza ironías contra su Club, pero una emoción demasiado fuerte le impide desentenderse, y allá vuelven a animar a los jugadores y se llenan de optimismo.
En tanto, los jugadores quisieran estar siempre a la altura de ese entusiasmo y hacen lo que pueden, o como pueden. Ahora, en esa eterna lucha por deshacerse de la mala suerte y torcer la historia a su favor apareció una esperanza llamada Diego Armando Maradona, el D10S, una de las personalidades más queridas y cuestionadas de la Argentina cuya energía sigue siendo como la de un huracán, sin que cause destrucciones.
Porque Maradona suscribe el poder de su leyenda, y ni siquiera sus desatinos han logrado desmoronarlo; aunque se le vea tambaleante o fuera de forma. El mito es sólido como una roca y tiene el favor de esperanzar la moral de demasiada gente. Maradona ha sido conectado con el Club de Gimnasia. Los hinchas se han esperanzado, la leyenda ha vuelto a ser atizada.
Todo sucedió a velocidad vertiginosa. Primero, el rumor que luego fue confirmado en un mensaje de Twitter. Desde la cuenta del Club, el 5 de septiembre publicaron un post que le ha dado la vuelta al mundo: el número diez sobre el fondo azul de la camiseta de Gimnasia y la frase: “Había una vez”. La reacción fue diversa, la lluvia de corazones imparables. La noticia reproduciéndose como una célula.
Al rato ya era la foto de Maradona sonriente junto al no menos efusivo Gabriel Pellegrino, el presidente del Club, quien desde entonces debió vérselas con molotes de periodistas. Todos querían la primicia de la nueva asociación, cada uno de los medios que representan aspiraban a dar fe del fenómeno-Maradona, desde ese momento responsable de una revolución en La Plata y el resto del país.
En TyCSport el periodista Marcelo Palacios recordaba a Pellegrino alguno de los extraños acontecimientos surgidos desde que la noticia se había hecho pública. Una compañía aérea se estaba ofrecido para mover a Maradona y al equipo en sus viajes al interior, más de una empresa quería que sobre sus carros de golf se desplazara el nuevo director técnico en el estadio del Lobo. Pellegrino hizo referencia a lo que en otras circunstancias costaba conseguirse un sponsor. “Un club como Gimnasia a veces llamá diez veces para que atiendan. En este caso hubo propuestas, y agradecidos de eso”.
La maquinaria se había puesto en movimiento y parte del milagro era real: Maradona sería presentado como director técnico el domingo 8 de septiembre en el primer entrenamiento abierto, un acontecimiento exclusivo para socios del Club. El hecho iba a suceder en su estadio ubicado en el bosque de La Plata.
Desde ese momento y hasta el sábado 7, el Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, fundado en junio de 1887 y por eso uno de los más antiguo de América y el mundo, inscribió unos tres mil nuevos adeptos. En total contaba hasta la fecha con 32 mil 500, según trascendía en la prensa, y si buena parte de ellos llegaba hasta el estadio Juan Carmelo Zerillo, cuya capacidad se estima en unas 24 mil personas, ¿qué pasaría ese domingo?
El estadio estaba repleto y estremecido por el entusiasmo la tarde en que Maradona se mostró públicamente en su nuevo rol. Ya era historia su paso por los Dorados de Sinaloa o el Fujairah Football Club de Emiratos Árabes. “¡Mirá que venir de Qatar a dirigir en La Plata!”, le decía una mujer a su esposo camino al estadio por una avenida Iraola colmada de autos estacionados y vendedores de banderas y camisetas del Club.
Había policías, a caballo y a pie. La seguridad fue reforzada. “Para qué tanta seguridad”, se quejaba uno. La hinchada lucía tan excitada que mucho antes de las dos de la tarde, hora prevista para el entrenamiento que devendría una fiesta, palcos y gradas empezaron a colmarse. Casi dos horas antes el lugar empezaba a verse repleto y por momentos lo estremecían cantos como: “¡Diegoooo!”, “¡Diegooooo!”.
Mientras, en el terreno, se movía con el viento de la tarde un inmenso busto inflado del hombre que había atizado el orgullo de la Argentina aquel 22 de junio de 1986 cuando, vistiendo camiseta de la selección nacional, logró dos de los goles más sonados de todos los tiempos contra Inglaterra en la Copa del Mundo mexicana. Ese tipo de cosas no se olvidan.
Camino a la Platea H, Néstor Basile, un hombre de más de sesenta años, hincha del club “de toda la vida”, dice que su deseo es únicamente que Maradona enseñe a gambetear a los muchachos. “Ahora juegan a lanzar la pelota de un lado al otro”, apunta. Pero, otros entre los miles de presentes aspiran a mucho más que eso, incluso demuestran que detrás de la felicidad de tener a Maradona allí existen toda clase de emociones encontradas.
Maradona genera eso, por sus definidas posiciones políticas o por su comportamiento en el invadido plano personal. Ángela Oyhandy asegura en Facebook que la llegada del 10 a Gimnasia no le agrega ni le quita nada a su amor por el Club del cual es hincha. En cuanto a Maradona, dice sentirse dividida entre “su rebeldía y verba antiimperialista” y sus actitudes personales. “Obviamente, si no supiéramos de sobra que es un machirulo violento, para mí, sería otro cantar.”
Algo parecido creen otras chicas del Club. Sofia Pieruzzini, por ejemplo, asegura que “en lo personal amo a Maradona y, a su vez, soy consciente de sus actitudes indefendibles como persona. Pero no puedo disimular mi alegría porque nos llevara a Campeones del Mundo en 1986.”
A todas estas, Mercedes Carlini, subcapitana del equipo de fútbol femenino de Gimnasia opinaba en la prensa: “Maradona es una figura que mueve muchas cosas, más allá del fútbol, por lo que significó; pero, también creo que en el estado actual en el que se encuentra el mundo y con la lucha de la mujer en este mundo machista, es algo que no se le va a pasar así como así”.
Dentro del estadio hay gente que lleva días sin dormir, no solo por la emoción de tener al astro argentino en una selección poco considerada, sino porque muchos han invertido sus horas en remozar la instalación para que luzca este día en que será centro de tantos titulares del mundo.
En la primera fila de la platea H hay una periodista japonesa. Chizuru Fujisaka es reportera y columnista de varias publicaciones niponas especializadas en fútbol. Vino al estadio por Maradona, pero también por él llegó hace 30 años a Buenos Aires. Tenía diez cuando lo vio jugar en el Mundial de Japón y la impresionó tanto que, llegada la edad adulta, viajó al Río de La Plata donde está casada y tiene dos hijas.
“Cuando un equipo cambia de técnico se dice que suele ganar el primer partido al que se enfrente después. Veremos qué pasa el domingo”, advierte ella, que es hincha de Racing; y Gimnasia y Racing se verán las caras el próximo domingo 15 de septiembre, tejiendo toda una trama sentimental, porque Racing, además de haber sido el campeón del año pasado, fue la última selección dirigida por Maradona en el país en 1995. Al respecto comentaba Pellegrino: “Llamaron algunos amigos de Racing diciendo que quieren que pierda su equipo para que Diego gane.”
Al fin, movimiento en las gradas. Todo el mundo, sin excepción, se vuelve para poder observar a través de los asientos cómo Maradona entra al estadio y se mete por un tubo en cuyo extremo está la cabeza de un lobo, la identidad del Club.
Cuando llega por un extremo del campo camina despacio, con las piernas ligeramente abiertas. En julio fue operado en la Clínica Olivos de la cual salió con una prótesis en la rodilla derecha. Tiene 58 años, ha dicho que se tiene que cuidar. Ya no es el héroe de Nápoles, pero en Nápoles lo quieren tanto que agradecen a Gimnasia haber pensado en él a esta hora de su carrera.
Abraza a Pellegrini y luego se voltea para saludar al público, lanzarle besos, agradecerle. Maradona es el blanco de toda esa energía, que lo emociona totalmente hasta dejarlo “quebrado” como le dicen aquí. El público grita su nombre y el de Gimnasia. Este hombre ha pasado a ser un héroe doble para ellos. Y si logra sacar a este equipo del hueco, le perdonarán casi cualquier cosa.
Un carrito lo llevará al centro del terreno. Maradona sube y el chofer, apenas haber puesto en movimiento el vehículo, no duda en pedirle su autógrafo sobre una camiseta que saca de alguna parte. Maradona lo mira de reojo, ríe y firma. Está feliz.
“El Diego rompe rápidamente con todo ese protocolo que uno pueda esperar”, había dicho también Gabriel Pelligrino al ser interrogado sobre el encuentro entre los dos después de acordada la participación de Maradona en el Club.
Poco después está Diego Armando Maradona en medio de todos y hablando con voz y dicción a la que cuesta entender, por los altavoces, por el ruido y por él mismo. “Yo no soy ningún mago, a mí me gusta trabajar”, masculla, lo dice porque sabe que no puede hacer milagros, más aún cuando los milagros ya no dependen de su capacidad física, sino de la energía que emana la leyenda.
“Mientras yo este dirigiendo este grupo, este grupo va a ser un ejemplo”, advierte para calmar a los escépticos, se supone, y la gente vuelve a estallar porque entiende.
El día ha estado gris y frío, pero en este momento, por rachas, las nubes se separan y dejan pasar unos buenos rayos de sol. “Para darle más colorido a la leyenda”, dice un hombre detrás. “Como en el Mundial”, apunta la periodista japonesa mientras estallan los fuegos artificiales, el humo azul y blanco y alguien hace mover una gran banderola con el rostro de Maradona.
Hay demasiada esperanza puesta en esta jugada del Club, y solo queda esperar los devenires. Por lo pronto, en el encuentro del domingo, en el cual Gimnasia y Racing se enfrentarán, Maradona hará su debut como tripero, director técnico y con todo eso estará de vuelta con los argentinos tal cual lo estuvo hace diez años cuando dirigiera la selección nacional. Entonces, el domingo que viene, toda esta gente que se llegó al bosque permanecerá en vilo hasta el minuto final.
Que nadie se haga ilusiones y tampoco que nadie deje de hacérselas. Esto es Argentina, cualquier cosa puede suceder, y, así como Gimnasia tiene su sino y su karma, Maradona no ha perdido el pulso que lo mantiene en pie. Puede que el cuerpo, la mente o las palabras lo traicionen, pero sigue emitiendo una energía poderosa y tajante como un rayo regenerador.