Acaso cansado de correr, ya no tomará la arrancada. Aburrido quizás de luchar contra las vallas, se detuvo. Las sospechas que lo situaron en el retiro acaban de convertirse en realidad. Después del peor año de su carrera, como él mismo calificara 2012, Dayron Robles abandonó la alta competición y dejó al atletismo de Cuba, a los cubanos, con un boquete en el centro del pecho.
Cuesta creerlo, pero es verdad. Y es un golpe tan fuerte… ¡yo no sé!…
Al parecer ya Dayron Robles no sueña con ser el mejor mortal entre las vallas cortas o, quién sabe, le basta con la gloria que conquistó. O puede ser que las muchas lesiones que mellaron su físico después de ceñirse la corona olímpica, terminaron por cortarle el aliento y sus ambiciones. O a lo mejor, molesto con las críticas en sus momentos menos felices, decidió salir del foco mediático.
Supuestos, supuestos apenas. Eso es lo que tenemos. La verdad es solo la que es, sin explicaciones. Y lastima, lastima mucho.
Sí, porque creímos siempre en sus piernas, en su “valor para preparase a diario”, en su voluntad para levantarse cada madrugada y esculpir el regreso a los podios del Campeonato Mundial y los Juegos Olímpicos. Pero esa redención ya no sucederá.
Creímos en sus palabras, aquellas que en agosto de 2009 aseguraron que “ser atleta en Cuba es un orgullo y no una presión”, estas que confesaron estar adolorido “por la vergüenza de despedirse sin medallas en los Juegos Olímpicos”, o las que en 2012 afirmaron que “las ganas de correr, el desafío de las vallas, no se me va a quitar nunca…”. Pero ese reto ya no lo seduce.
Es que Dayron siempre nos pareció hecho de roble, incluso cuando lo descalificaron en Daegu, incluso cuando el bíceps femoral derecho lo traicionó y le obligó a abandonar la final de Londres.
Y a sus 26 años, edad con la que los vallistas suelen iniciar períodos de grandes resultados, lo queríamos ver correr como el medallista de bronce en la Copa del Mundo de Atenas 2006 y el subcampeón en el Mundial de pista cubierta de ese propio año, como el monarca absoluto de América en Rio de Janeiro 2007 y Guadalajara 2011, como el número uno del mundo en Doha 2010, como el titular indiscutido de Beijing 2008.
Lo queríamos enfocado en el intento de volver a ser el plusmarquista de la Tierra. Lo queríamos ver más rápido que aquel 12 de junio de 2008, en Ostrava; más rápido, también, que los 12 segundos y 80 centésimas que convirtió en récord del mundo el estadounidense Aries Merrit.
Lo queríamos, no. Lo queremos. Pero Dayron Robles ya no querrá que lo queramos, al menos no sobre las pistas. Y su retiro nos ha dado un golpe, yo no sé, que abre zanjas oscuras y hace que la resaca de mucho de lo que hemos sufrido, en el deporte, se empoce en nuestras almas.