Fotos: Ricardo López Hevia
Incluso en un día malo, pésimo, Yulieski Gourriel puede vanagloriarse de contribuir y ser decisivo (positivamente) para su equipo. Viene cuatro veces al plato con un compañero en circulación y apenas conecta roletazos al cuadro, pero queda con vida en la última oportunidad por un error y tras un jit a los jardines prende los motores…
Surca las bases con endemoniada velocidad —casi alcanza al otro corredor— y anota la carrera del triunfo para su novena. Así es “El Yuli”, como lo conocen en el universo beisbolero cubano, un pelotero adorado y criticado casi a partes iguales, pero con una calidad a prueba de balas, solo que en ocasiones no tenemos real magnitud de su valor porque estamos mecanizados y nos guiamos siempre por las estadísticas más comunes, obviando que el rendimiento no se mide por el average, la cantidad de cuadrangulares o impulsadas.
Su incidencia en el juego es suprema porque reúne todas las herramientas y puede desestabilizar tanto con su bate y potencia como con la velocidad. En el cajón, conecta bolas rompientes, cambios o rectas a todos los niveles de la vista, y además, tiene un excepcional reconocimiento de envíos, elemental para dejar ir cualquier lanzamiento fuera de la zona.
Ecuánime y extremadamente sencillo, aunque muchos lo cataloguen de extravagante y excéntrico, el hermano del medio de los Gourriel, incluso después de marcar la diferencia en el campo, no se exalta, festeja como uno más y camina por el dogout sin la altanería o petulancia que en ocasiones padecen las grandes estrellas.
Adaptado a navegar en el ojo del huracán, sale al terreno con una naturalidad espantosa, firma autógrafos, regala un par de fotografías y saluda a los fanáticos, lo mismo a quienes lo veneran por sus cualidades o a los que no pierden la más mínima oportunidad para criticarlo.
“Los aficionados cubanos son muy exigentes, sé que me van a abuchear y tratarán de desestabilizarme porque ya se ha vuelto habitual en cualquier lugar del país. Pero yo siempre salgo tranquilo, concentrado y con la mayor disposición de hacer las cosas bien”, confiesa el antesalista en exclusiva para Oncuba.
Con la gorra encajada casi hasta las cejas y espejuelos oscuros su rostro queda oculto, muestra de una personalidad reservada y sosegada, aunque no siempre fue así: “Era hiperactivo, me pasaba la vida corriendo y dando vueltas,
pero con el tiempo mi temperamento varió. Ahora no soy tan comunicativo, me considero más bien introvertido, por eso algunos me dicen que soy pasivo en la pelota”, revela.
¿Cómo influye esta supuesta pasividad en tu juego?
“Mi personalidad es pasiva, no lo niego, pero en las acciones no me considero así, solo que no hablo mucho y siempre me lo señalan. Los entrenadores me piden que me involucre, que sea protagonista comunicándome con los lanzadores, pero eso no me gusta. En el Clásico, cuando cumplí como capitán, lograron sacar más de mí en ese sentido, estuve participativo y asumiendo el papel de líder.”
Aún con este hándicap, el espirituano ha sido el toletero más consistente de la última década, con un promedio por temporada de más de 100 jits, más de 35 extrabases, al menos 15 cuadrangulares, más de 100 carreras producidas y más de 10 bases robadas, números desorbitados que evidencian un secreto a voces: la pelota de la Isla le queda chiquita.
¿Eres el mejor de Cuba?
Nunca me ha preocupado ser el mejor, de hecho, creo que no lo soy. Hay otros peloteros con tremenda calidad y particularmente puedo mencionarte a quien considero un bateador extraclase, Frederich Cepeda.
¿Crees que has llegado al tope de tu rendimiento?
“Si, hace un par de años tal vez. Soy joven, pero tengo bastante madurez porque llevo bastante tiempo en el béisbol.”
Sin embargo, da la impresión que tienes para más…
“Puede ser. En ocasiones mi motivación ha estado un tanto por debajo, porque cuando llegas a un nivel determinado en esta pelota y lo has logrado prácticamente todo en el plano individual, no sabes qué hacer. A veces se cae en cierto acomodo y puede ser muy peligroso.”
¿Entonces…?
“Creo que jugar en otro béisbol sería muy motivador. Un atleta siempre tiene la necesidad de probarse en otras circunstancias para ver realmente cuánto puedes dar, hasta donde puedes llegar.”
¿Pero no tienes ninguna aspiración en Cuba?
Por supuesto, ser campeón nacional con Sancti Spíritus, este año estamos muy bien y no podemos dejarlo escapar, y también llegar al próximo Clásico Mundial y ganarlo. Otra aspiración sería batearle más a Pedro Luis Lazo, siempre me dominaba, pero ya no será posible, al menos en esta vida”.
Lamentablemente, Yulieski será siempre recordado por batear para doble play en la final de los Juegos Olímpicos Beijing 2008 con el empate en circulación, o por los errores que cometió en el partido que decretó la eliminación de Cuba
ante Holanda en el Tercer Clásico Mundial, hechos por los que ha recibido las más cruentas críticas.
“No es la primera vez que me pasa, estoy acostumbrado. Tengo un reto personal mayúsculo para que no se repitan los errores, no voy a buscar justificaciones porque los fallos están ahí y ya no se pueden revertir”, sentenció.