Lionard Kindelán es el enésimo hijo de una estrella del béisbol cubano que se marcha a probar suerte en la pelota profesional de Estados Unidos. Antes salieron con iguales intenciones los hermanos Gurriel, Henry Urrutia, Héctor Olivera, Miguel Antonio Vargas, Odrisamer Despaigne, Yandy Díaz y más recientemente los herederos de Víctor Mesa …
La lista ha ido creciendo a pasos acelerados en los últimos años, muestra de que una buena parte de esta generación de jugadores, en vistas de que se mantienen las trabas políticas y no aparece un acuerdo entre MLB y la Federación Cubana, prefiere salir a probar sus potencialidades en un béisbol de máximo nivel, en vez de hacer carrera en la Isla y correr el riesgo de estancarse cualitativamente.
Lionard, hijo de Orestes Kindelán, es el más claro ejemplo de ello. En Cuba, el inicialista, si bien mostró poder en el rectángulo ofensivo, parecía detenido en el tiempo por el sobrepeso, que le impedía descollar como un jugador top, capaz de correr y fildear decentemente, sin obviar sus grandes lagunas para conectar envíos rompientes.
Tan solo seis meses después de haber tomado rumbo directo a República Dominicana –con permiso de las autoridades cubanas–, Lionard es otro, no solo por los kilos de menos, sino por un cambio radical en su enfoque y su mecánica en el diamante.
Desde finales de mayo el santiaguero es agente libre, y en todo este tiempo ha trabajado muy duro para dejar atrás los malos vicios (deficiencias en el swing, disciplina en el cajón) que habitualmente arrastra el pelotero formado en Cuba.
El primero en percibirlo ha sido su padre, el “Tambor Mayor”, quien por estos días se encuentra de visita en Estados Unidos y no ha desaprovechado la oportunidad de aconsejar a su hijo, a las puertas de un examen de rigor, pues en un par de semanas será evaluado por scouts de Grandes Ligas.
De cara a ese reto, ya se perciben los cambios. “La diferencia es grande, abismal. Él ha tomado conciencia de que debe bajar unas libras y aprendiendo todas las adaptaciones que lleva el béisbol en los Estados Unidos, la mecánica del swing, fildear, correr, los ajustes”, dijo Orestes Kindelán en entrevista al colega Jorge Ebro, de El Nuevo Herald.
Kindelán, uno de los rostros representativos de la generación dorada del béisbol en Santiago de Cuba, calificó a su hijo como un gran trabajador, con deseos de aprender e ir más allá, único camino posible para impactar en las Mayores, sistema que demanda no solo talento, sino también disciplina y dedicación.
El líder jonronero de la pelota cubana (487 cuadrangulares) añadió que “apoya ciento por ciento” la decisión de su hijo de 21 años, para quien sería un sueño cumplido llegar a las Mayores. Además, no quiso polemizar sobre su hipotético éxito en Estados Unidos si hubiera decidido jugar en MLB tres décadas atrás.
“Yo pude haberlo hecho, pero no lo hice por cosas de la vida y circunstancias. No voy a decir que hubiera hecho más que nadie, pero tampoco menos que nadie, porque tuve la suerte de jugar con muchos peloteros que jugaron en Grandes Ligas y fueron estrellas. Los mismos lanzadores a los que pude batearles y peloteros a quienes el equipo Cuba les ganó en aquellos tiempos. Así que creo no me hubiera sido tan difícil”, puntualizó Kindelán.
Estas son las primeras palabras del otrora estelar slugger después de que su hijo decidiera continuar su carrera fuera de Cuba, y después de que fuera cesado como manager de las Avispas santiagueras en el pasado mes de junio.