Avara como es en materia de béisbol —pelota, que así se nombra y se siente este juego tan serio aquí—, experta como se declara, deseosa como está de vivir jornadas gloriosas el próximo marzo, la Isla toda se estremeció con la nómina previa de Cuba al III Clásico Mundial de Béisbol.
La selección de la Mayor de las Antillas, aunque de fisonomía idéntica casi a la del último lustro, tiene nueva cara en 2013. Con un golpe de timón, precisamente cuando se impone alisar y no redelinear o cambiar tonos, cuando es más prudente la moderación, el manager Víctor Mesa acaba de asombrar con su convocatoria.
El resultado es un listado nominalmente descorazonador y deportivamente corriente, que no ruinoso. Un equipo que no llega a ser siquiera la sombra de aquellos que están en los escombros de la memoria de sus fanáticos.
Quedó, la “plantilla clásica” del país, privada de los servicios de Ariel Pestano, a días de hoy el mejor receptor —quizás el más completo en la historia de las Series Nacionales—, lo cual debilitó una posición a priori depreciada, debido a las recientes suspensiones de Yenier Bello y Yosvani Alarcón.
Alistó en roles de actores de reparto a un grupo de beisbolistas, inexpertos unos, de calidad cuestionable otros, en lugar de a algunos con capacidad contrastada, aptos para volverla más funcional y competitiva.
Sobrecargó de hombres los jardines, en menoscabo del cuadro interior, a pesar de la falta de material estelar, a pesar de las falencias de nuestra pelota en las posiciones tres, cuatro, cinco y seis.
E incluyó a un pitcheo colmado de incógnitas por donde se le mire, sobre todo porque carecen los convocados del arsenal de lanzamientos, la mentalidad y rutina de trabajo impuesta en el mundo, décadas atrás ya, por la especialización en esta área del juego.
Grosso modo, así puede definirse el perfil del team, y la pregunta es si el nivel grupal de las 28 individualidades le alcanza para conseguir el objetivo de redimirse, recuperar el halo de ganador, dejar huella en el III Clásico, reeditar, al menos, la actuación en la primera versión del torneo de selecciones más importante del mundo.
(En este punto, a modo de aclaración, tengo el deber de decir, porque así lo considero, que aunque es posible una selección mejor, salvo por incluir a Yadier Pedroso, reemplazar, a caso, a Danni Betancourt o Vicyhoandri Odelín, regresarle la máscara a Pestano y convocar a más y mejores infielders que outfielders, el material disponible no alcanza ni para armar una rotación sólida, variada; un bullpen profundo y menos un line up más poderoso. Esto, porque, como se sabe, no se contempla siquiera la inclusión en la nómina de Gio González, Aroldis Chapman y José Ariel Contreras, Yohenis Céspedes, Alexei Ramírez, Kendry Morales y Raúl Ibáñez, de otro de los 30 peloteros cubanos activos en Grandes Ligas durante la temporada de 2012).
El cuestionamiento, decía, según lo veo, es establecer si, al fin, asistiremos al renacer de la selección, y, sobre todo, si este equipo Cuba es capaz de hacer valer en marzo su posición dominante en el ranking del béisbol mundial.
Y mi respuesta, que obligado a opinar estoy una vez traídas estas líneas hasta aquí, es vacilante, pero parte del hecho de que el talento natural de los cubanos para jugar béisbol permanece intacto. Nadie, pocos para no pecar de absoluto, lo dudan.
Es que el béisbol cubano de hoy, por razones dispares —el robo de talento, el fenómeno migratorio en la Isla y la actual situación económica, entre otras— ha decrecido en calidad, comparada con otras etapas de su historia.
Sin embargo, marzo sigue siendo una fecha impropia para medir fuerzas en igualdad de condiciones (mientras la pretemporada de Grandes Ligas comienza su fin, otros campeonato acaban de terminar o están a medio camino hacia sus fases definitorias); y el Clásico, hasta que se demuestre lo contrario, ha servido más como instrumento para intentar popularizar el deporte y pasarela para jugadores noveles o en busca de contratos en el profesionalismo, que como instrumento de definición o medición del nivel en cada nación.
Se sabe, la técnica, la aptitud es importante en todos los deportes, pero en el béisbol, más en torneos cortos, a veces las circunstancias truecan strikes en bolas y los estados de ánimos, las emociones pueden, entonces, desequilibrar.
Más, y ello cuenta, si se considera que desde el misticismo y el sacrificio, la gallardía y la pasión, se han armado las grandes historias del béisbol cubano.
Digo así que la unión de esos elementos, más la seriedad, el rigor con que emprende el Clásico, pueden servir de detonante a la actuación de Cuba. Por eso vacilo, si se me pide una opinión acerca de sus posibilidades.
Quiero decir que, en virtud del nivel de la actual Serie Nacional, de ubicarse entre los cuatro grandes del III Clásico tomaría un regalo inmerecido y, si pierde tan pronto como en la primera fase, recibiría un castigo excesivo.
Eso, si ponemos en su justo lugar, si valuamos sin ambages la presente calidad de la pelota cubana y, por supuesto, de esta selección.