Con el título para Villa Clara recién concluyó la Liga Superior de Baloncesto (LSB) de Cuba en 2018. El de los Lobos fue su primer éxito en el torneo con su actual estructura, en la que ocho provincias clasificadas en el llamado Torneo de Ascenso, con los consabidos y necesarios refuerzos, se batieron por la corona.
Sin embargo, y sin demeritar el triunfo de los villaclareños, por barrida y en una final inédita ante Ciego de Ávila, la calidad de la LSB está bien lejos de aquella que comenzó en 1993 con solo cuatro equipos, y que repletaba las principales canchas de la Isla.
¿Quién no recuerda aquella dinastía de Capitalinos bajo la égida de Miguelito Calderón con jugadores como los hermanos Herrera, “La Flecha” Amaro, “El Helicóptero” Vázquez, “El Jet” Matienzo y “El Oso” Williams? ¿O los bravos Orientales del gran Ángel Oscar “El Ninja” Caballero, Ángel Núñez y “La Piedra” Simón? ¿Y Centrales con el mejor jugador de la época: el gran Lázaro Borrell, escoltado por Leonardo “Maravilla” Pérez, Judith Abreu y Sergio “El Tigre” Ferrer?
Aquel torneo multiplicó el espectáculo y la calidad del baloncesto cubano e hizo que la Isla ganara de manera consecutiva tres Centrobasket, derrotando incluso al gran combo de Puerto Rico, que conformaban hombres de la talla de José “Piculín” Ortiz, Jerome Mincy y el zurdo Eddie Casiano.
Después de aquella época de fulgor, nunca más llegaría el reinado a nivel de área, y la LSB se convertiría en un campeonato nacional.
Paradojas de la estructura
La estructura actual de la LSB no ayuda en nada al espectáculo. Y no hablo solo de que sean ocho equipos los enrolados en lugar de los cuatro de antaño. Hace par de temporadas las eliminatorias se juegan en tres fases, en tres provincias diferentes. En cada etapa los quintetos se enfrentan por el sistema de todos contra todos a una vuelta en solo ocho días.
Siete partidos con un solo día de descanso resultan bien fuertes desde el punto de vista físico para los jugadores que sufren un desgaste tremendo. También puede verse como negativo que las provincias sedes de las tres etapas tienen la ventaja de la localía sobre sus rivales, perennes visitadores.
En esta edición de la LSB, Santiago de Cuba aseguró su cupo semifinalista con la excelente actuación en la urbe oriental durante la primera fase. En la Polivalente Leonardo Urgellés ganaron 5 de 7 juegos y solo tuvieron que mantener el ritmo en las dos etapas siguientes.
Por su parte, Ciego de Ávila llegó con balance de 5-9 a su sede, en la fase final, y allí ganó los siete juegos en disputa para asegurarse entre los cuatro primeros cuando a priori parecían eliminados.
El único equipo sede que no clasificó entre los cuatro fue Capitalinos, pero los de La Habana estuvieron discutiendo su boleto hasta el último partido de la etapa eliminatoria precisamente frente a los Búfalos de Ciego de Ávila.
Visto lo anterior, para conseguir un mayor espectáculo sería sensato –al menos– retomar al sistema de hace tres años, cuando los equipos jugaban series de dos partidos en casa y dos como visitantes con cada uno de sus rivales. Esta fórmula traería más justicia, más partidos y más descanso para los atletas.
Las provincias y Cuba
Desde que se inició la participación por provincias en la LSB es imposible obviar la dinastía de Ciego de Ávila, un equipo que ha conseguido nueve campeonatos y ha participado en doce de las trece finales efectuadas. Únicamente no llegó a la final en la versión de 2017, cuando Pinar del Río se llevó la corona ante Matanzas.
Los Búfalos han perdido constantemente buenos jugadores. Ya no están Georffrie “El Gato” Silvestre, Michael Guerra, Yudnier Pérez y Joan Luis “El Papa” Haití, que marcaron una época en el baloncesto cubano. Tampoco el estelar William Granda estuvo en esta final. Pero los avileños siempre dan batalla contra viento y marea.
Sin los tradicionales Capitalinos y Matanzas ni el hasta ahora monarca Pinar del Río en la disputa del cetro, esta LSB supuso la primera victoria para los Lobos de Villa Clara que habían alcanzado dos medallas de bronce en las dos últimas ediciones. Otra vez Andy Bofill, marginado inexplicablemente de la selección cubana, se erigió en líder de los naranjas junto al refuerzo matancero Yuniskel Molina.
Resulta curioso que Bofill, quien fue elegido Jugador Más Valioso del Torneo, y jugadores importantes como el santiaguero Esteban Martínez y el camagüeyano Yordanis Jaca, incluidos en el quinteto ideal de la justa, no formen parte de la preselección nacional por su veteranía.
¿Por qué prescindir de estos basquetbolistas que rinden muchísimo más que jugadores jóvenes que poco aportan en la selección nacional? ¿Qué incentivo tiene para ellos rendir a un gran nivel si son ignorados por la edad? Fácilmente este trío pudiera ser tenido en cuenta para Barranquilla, y Cuba tendría mejores resultados que los mostrados en las recientes ventanas mundialistas.
Incluso hombres que juegan por su cuenta en ligas extranjeras, como el camagüeyano Yorman Polás y el habanero Marvin Cairo, han dicho estar dispuestos a representar a Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Si queremos conseguir una medalla a este nivel, bien valdría sumar a todos estos jugadores.
La LSB ha perdido el aliento de las décadas anteriores como espectáculo y como competencia. Y con ella ha caído en picada el baloncesto cubano. No se trata solo de lo dicho hasta ahora; la merma llega a muchos indicadores de juego, desde los bajos por ciento de anotación hasta los erráticos performances desde la línea de tiros libres. Internacionalmente, todo ello termina por pasar factura.
Tampoco pueden descuidarse las instalaciones para evitar episodios como el del pasado viernes cuando el tercer juego de la final debió ser suspendido por lluvia. Sí, como lo lee, por lluvia, debido a las filtraciones en el techo de la Polivalente Giraldo Córdova Cardín de Ciego de Ávila. Un –inconcebible– hecho como este le resta seriedad al evento.
Que los jugadores de la Isla puedan desempeñarse fuera –como ya algunos hacen– es importante y debe ayudar a salir del bache. Pero también es necesario rescatar a la LSB y devolverla al lugar que un día tuvo, cuando su brillo y su convocatoria solo eran superados en Cuba por la Serie Nacional de Béisbol. Lograrlo sería la mejor canasta para el maltrecho baloncesto cubano.
al estado cubano no le interesa el deporte.no invierte en el,no apoya a las categorias inferiores,no estimula a los atletas,esa es la imagen del deporte cubano.
Puede que a el estado no le interese el deporte, pero son los hombres y mujeres que componen ese estado los que les toca el cambiar y modificar los problemas actuales, que lastras y deterioran esa falsa imagen de los que es el deporte, al cual muchos se han acostumbrado en la actualidad, otro mundo es posible hagamoslo metiendole el pecho y los jimaguas.