A Gricel Herrera le decían traidora en la EIDE Héctor Ruiz de Santa Clara. No era tanto como una ofensa, pero sus compañeros sí le recriminaban un poco por el hecho de que su hijo, un gigante con todas las cualidades para jugar baloncesto, había pasado de largo por el deporte de las canastas para dedicarse en pleno al voleibol.
Muchos veían aquello como una pequeña traición al legado de Gricel, miembro de la selección nacional de baloncesto durante varios años. Pero en poco tiempo acabaron los reclamos —en su mayoría en forma de bromas—, porque todos comenzaron a darse cuenta del fenómeno que estaba surgiendo entre remates y bloqueos.
Nadie podía ser indiferente ante el despliegue de aquel muchacho recién llegado desde el poblado de Esperanza, al sur de Villa Clara. Saltaba con una fuerza descomunal y sus ataques llevaban una potencia no habitual para un crío de quinto grado.
Poco a poco, su nombre empezó a sonar. Marlon Yant Herrera ya no era solo “el hijo de Gricel”, ahora en los pasillos de la EIDE comenzaban a hablar de él como una auténtica promesa del voleibol.
Sin embargo, su entrada al deporte de la malla alta fue más obra del azar que cualquier otra cosa. “Marlon lo que practicaba era pelota, pero había una competencia de voleibol y, por su estatura, lo piden “prestado”. Él participó y lo hizo bien, “tanto que el comisionado provincial Ángel Guibert se interesó en cambiarlo de disciplina”, recuerda Gricel en diálogo con OnCuba.
“Al principio pensé que se trataba solo de embullo. Yo no le hice mucho caso porque los muchachos a esa edad cambian constantemente del kárate al judo, del judo a la lucha, de la lucha al béisbol…
“Pero a Marlon le gustaba, y Guibert insistió e insistió hasta que me percaté que aquello no era un juego”, rememora Gricel, quien no tuvo muchas opciones de encaminar a su hijo rumbo al baloncesto.
“Por mucho que hubiera querido que siguiera mis pasos, cuando Marlon llega a la EIDE no había espacio disponible en el baloncesto, porque tenía una matrícula muy limitada y no podía darse el lujo de escoger a muchachos tan chiquitos que no pudieran competir. No era el caso del voleibol, que sí contaba con más plazas. Entonces él entró y ahí se quedó.”
Un par de videos en las redes confirman que, a sus 19 años, Marlon Yant tiene mano y puntería para enfocar al aro y marcar canastas imposibles. “He ido a la cancha del barrio con unos amigos, tomo la pelota, tiro y encesto, pero ha sido cosa de un momento, en realidad no puedo jugar baloncesto”, dice en exclusiva a OnCuba.
Quizás el chico de Esperanza hubiera sido un gran canastero, pero los “hubiera” no tienen cabida en el deporte, lo que valen son los hechos. Y la realidad hoy es que Marlon se ha consolidado como uno de los grandes talentos del voleibol cubano y mundial, demostrando que Ángel Guibert no se equivocó cuando lo captó con nueve años.
Desde aquel momento, han pasado diez veranos, tiempo suficiente para la proyección y explosión de Yant, quien ya ha participado en torneos internacionales de rigor, además de jugar contratado en el Chaumont francés, primer club de su carrera profesional.
Allí llegó con cartel de suplente, de prospecto, pero pronto el entrenador Silvano Prandi percibió que en sus manos tenía algo más que un simple voleibolista en vías de desarrollo. “Es un monstruo, un diamante en bruto”, dijo el preparador italiano, quien le entregó la titularidad.
“Fue increíble, nunca pensé que estaría tanto tiempo en cancha. Realmente pensaba que sería el cuarto auxiliar y tendría pocas chances de jugar, pero supe aprovechar las oportunidades que me dieron. Golpeé con ganas y me quedé siendo titular”, asegura Marlon.
Cuando Yant habla de su experiencia en Chaumont —cuarto lugar de la Liga Francesa antes del parón por la pandemia—, siempre menciona y pondera la guía de Prandi, hombre de 72 años con un palmarés imponente.
El estratega transalpino, también seleccionador de Bulgaria desde el pasado año, por solo mencionar un detalle, es de los pocos que ha logrado tres títulos consecutivos en la Serie A1 (1979-1981). Aquella fue su época dorada frente al Torino, club al que regaló cuatro cetros domésticos, una Liga de Campeones (1980) y una Copa de Copas (1984).
“Además de darme la oportunidad a pesar de que casi ni me conocía, el entrenador me aconsejó muchísimo y me ayudó a crecer, tanto en los distintos aspectos de juego como en el enfoque y la concentración para sacar el mayor provecho a mis habilidades. Tengo que agradecerle a él y a todo el staff por todo el apoyo que me brindaron”, reconoce Marlon.
Y justamente, buena parte del éxito de Yant en su debut en el voleibol europeo se sustenta en la guía de sus entrenadores y de Gricel, su madre, quien lo acompañó durante toda la aventura.
“Los hijos son lo más importante en la vida de cualquier padre. Yo estoy muy orgullosa de su proyección, ha asumido todo con seriedad y compromiso. Desde pequeño muchos me decían que tenía gran talento, que podía llegar lejos, pero no pensé que sería tan rápido.”
Marlon Yant Herrera (2001) ha estado atascado en Villa Clara desde el inicio de la pandemia. Regresó de su primera temporada en Europa a finales de marzo, y desde entonces no ha podido hacer mucho en términos de preparación, como la inmensa mayoría de los atletas, recluidos en los más disimiles rincones del planeta sin opciones de entrenar.
“Hago planchas, abdominales, trabajo con las piernas, corro, un poco de saltos, y con un amigo conseguimos una pelota y hemos hecho control y voleo, cosas así, pero no mucho más”, relata Marlon, quien, a pesar del tedio propio del confinamiento, ha vivido estos últimos meses entre exaltaciones y felicitaciones.
El anuncio de su fichaje por la Lube Civitanova, mejor club del mundo en la actualidad, ha puesto patas arriba su mundo. El solo hecho de poder jugar junto a su ídolo, el también cubano Osmany Juantorena, sería un sueño cumplido para el portentoso joven de 2.02 metros de estatura.
“Imagínate, no tengo palabras para describir lo que representa ser contratado por un equipo como la Lube. Es una de las cosas más grandes que me ha dado el voleibol. Nunca pensé llegar a un club junto a Juantorena, Yoandy Leal, Simón… Será magnífico estar allí con todos los jugadores que tienen. Siempre he querido ser como ellos, por eso me esforzaré por hacer lo mejor y vivir la rivalidad que hay en Italia”, confiesa emocionado Marlon.
El reto es inmenso, pero el chico de 19 años lo asume con calma. No le preocupa el hecho de llegar a cumplir con un rol secundario, a fin de cuentas, ya vivió una experiencia similar en Francia y terminó siendo titular. En la Lube, aunque será más complicado convertirse en fijo dentro de las alineaciones de Ferdinando De Giorgi, también tendrá oportunidades.
“Quizás no juegue tanto al principio, pero solo estar cerca de figuras de primer nivel significa que tendré una fuente de aprendizaje asegurada. Me ayudará mucho también la compañía de los cubanos, eso facilitará mi adaptación al idioma y las cuestiones tácticas del juego.
“He hablado mucho con Simón desde que regresó al equipo nacional. Como tal no conversamos sobre mi fichaje por la Lube, pero él se siente orgulloso de todo lo que he logrado y me empuja siempre a esforzarme más. Me ha contado de la experiencia de estar en un club tan grande, del trabajo duro que se hace para ganar. Lo veo todo magnífico”, afirma Yant.
No obstante, todavía quedan pasos por concretar. Hoy Marlon no ha firmado su contrato con la Lube, que comenzará sus entrenamientos en pocas semanas. Al respecto, Gricel Herrera considera que ha existido mucha morosidad con ese asunto y el reloj corre.
“Ya he manifestado mi preocupación a las autoridades cubanas e insistí en agilizar el proceso de firma para que Marlon pueda unirse al club. Que un equipo de esa magnitud se interese en él es grandioso, pero hay que concretar todos los asuntos legales para poder aprovechar la oportunidad. Él ya llega de último y mientras menos tiempo tenga en los entrenamientos previos a la temporada, más le costará adaptarse.”
Gatineau es una pequeña ciudad canadiense en el sur de Quebec, donde Cuba ganó la medalla de bronce en la Copa Panamericana del 2017. Con cara de niño y sin saber muy bien lo que estaba sucediendo, Marlon Yant debutó allí con la selección nacional de mayores. Tenía 16 años.
Solo salió de cambio en algunos partidos del torneo, pero ese fue el punto de partida hasta convertirse en un pilar fundamental del plantel que dirige Nicolás Vives, quien, según el propio Marlon, lo ha ubicado en su posición ideal.
“Siempre he sido buen receptor y por eso me he dedicado a ser auxiliar. El entrenador Vives también se dio cuenta y me ha dado oportunidades en esa posición. Me faltan por corregir algunas fallas en el bloqueo y mejorar la efectividad del saque, pero eso es cuestión de trabajar más”, asegura el villaclareño, quien ha asumido roles importantes dentro del equipo pese a su corta edad.
“Yo no esperaba que tan joven llegara a ser titular en la selección nacional. Ha sido maravilloso, pero siempre le digo que tan importante es cumplir una meta como trazarse otras. Por eso espero que siga progresando y creciendo”, precisa Gricel Herrera.
Marlon forma parte de una talentosa hornada de voleibolistas cubanos, todos muy jóvenes, todos muy impetuosos, todos con potenciales enormes para llegar a lo cúspide del deporte de la malla alta.
“Si nos mantenemos como vamos, pronto estaremos en el máximo nivel”, afirma Yant con mucha seguridad, algo que tanto él como el resto de los muchachos han ganado paulatinamente, luego de varias experiencias en torneos internacionales, algunas muy buenas, otras no tanto.
Uno de esos momentos críticos fueron los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, donde Cuba perdió 3-2 en semifinales y en la disputa del bronce ante Colombia y México, respectivamente, dos conjuntos inferiores en el papel.
“Cuando ellos perdieron en Barranquilla y regresaron a Cuba, nosotros estábamos esperándolos en el aeropuerto, llorando, aquello parecía un funeral. Yo tenía un poco de miedo por cómo iba a resolver eso, cómo estaría él, pues los últimos puntos fueron suyos”, relata Gricel.
“Llegó triste, acongojado, pero con la mentalidad de que esa era una experiencia que tenía que superar y aprender de ella. Estaba mentalizado en regresar a entrenar con borrón y cuenta nueva, salir adelante, enfrentarse y prepararse para esos momentos difíciles y decisivos. Lo ayudó mucho su carácter desenfadado”, añade.
Gricel está convencida de que esa capacidad de recuperación, esa fuerza mental para reponerse tras cualquier golpe de la vida, será un aspecto fundamental en el futuro de Marlon, quien no ve nada extraordinario en el asunto.
Es su personalidad. Sufre, como todos, pero no se deprime. Su filosofía tiene bases muy claras: “si caes, hay que levantarse rápido”. Esas son sus raíces, las que desde pequeño le inculcaron en el poblado de Esperanza.
que bueno que cuba ya cuenta con una nueva ola de jovenes talentos es importante recuperar el ciclo perdido 2010-2020 donde se convirtieron en grandes Simon. Leal . Wilfredo Leon y junto a estos jovenes prospectos del volley se puede armar un dream team de cara a las olimpiadas de 2024 y fortalecer la liga cubana domestica creo que si al volley se le prestara la atencion que se le da al beisbol se pueden lograr grandes cosas.
Si yo tambien lo creo lo importante es el tener jugando a esos muchachos en ligas foraneas, para fomentar cualquer domestico hay que buscar dinero por esos muchachos tienes sus contratos, para despues se lesionar en un campeonato domestico sin valor monetário, creo que no hay ningun estimulo en eso.