Mijaín López: “Ya entregué las armas”

Mijaín López sacudió los cimientos de París con su quinta corona en la lucha grecorromana de los Juegos Olímpicos, conquistada este martes 6 de agosto frente al cubano-chileno Yasmani Acosta. El pinareño no dejó margen a las dudas y aplicó toda su fuerza y arsenal técnico para vencer 6-0 en la final al representante de la nación sudamericana.

Tras el combate, que lo encumbró como el primer luchador de la historia con cinco cetros en lides estivales, Mijaín se regaló una simbólica ceremonia de retiro al arrodillarse en el centro del colchón, besarlo y dejar allí sus zapatillas negras en señal de despedida.

“Sentí un vacío. Creo que ahí ya entregué las armas, las zapatillas victoriosas, las que me llevaron a obtener este resultado. Se quedaron donde tenían que quedarse, sobre el colchón siendo campeonas. Bendecidas sean”, dijo emocionado el vueltabajero a la prensa acreditada, ante la cual también aseguró que la lucha ha sido el amor de su vida.

El camino del Gigante de Herradura comenzó hace ya 20 años en Atenas 2004, donde quedó en la quinta posición luego de caer frente al ruso Khasan Baroev en cuartos de final, su único descalabro en citas bajo los cinco aros. “Atenas fue el inicio de Mijaín en Juegos Olímpicos. Detrás de una derrota vienen cosas buenas y yo supe aprovechar esa derrota. Después gané cinco Olimpiadas seguidas”, apuntó el grequista.

Para Mijaín, el duelo decisivo de París fue histórico, pues nunca dos luchadores cubanos se habían enfrentado por la discusión de un título olímpico. “Fue muy bonito. Estoy contento de que Yasmani haya sido mi contrincante en la final. En Tokio me quedé esperando, pero ahora se dio. Él ha sido un eslabón muy importante en mi carrera deportiva, porque estuvo conmigo desde la primera Olimpiada que gané.

“Tenemos una hermandad. Luchamos por distintas banderas, pero los corazones y la sangre es la misma. Nacimos en una misma cuna que es Cuba”, sentenció el pinareño a los medios de comunicación en París.

López consideró que fue un día especial, no solo para él, sino para el mundo y para el deporte en sentido general. Una clara evidencia fue que el combate final se retrasó unos minutos esperando por la llega al Champ de Mars Arena de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, quien estuvo en primera fila para presenciar la hazaña del cubano.

“El presidente Bach me felicitó y eso tiene un gran significado para cualquier atleta. Son las palabras del Olimpo. Me dijo que logré un gran objetivo, para la historia, algo que nunca se va a olvidar. También me comentó que se sentía contento porque aporté una medalla para mi país”, relató Mijaín, quien dijo sentirse orgulloso de ser cubano y de representar a toda la gente que lo admiran y lo ama.

“Esta es una medalla esperada por mucha gente. Hubo algunos que dudaron, pero en mi mente siempre estuvo este final. Cuando he ido a unos Juegos Olímpicos siempre les he dado el alegrón a los cubanos”, añadió el luchador.

En la ronda de agradecimientos, el vueltabajero apuntó que dedica el triunfo “a todo ser humano que contribuyó a que pudiera mantenerme durante tantos años, a todos los jóvenes que me inspiraron cada día”. Además, tuvo unas sentidas palabras para los dos guías fundamentales de su larguísima carrera: los entrenadores Pedro Val y Raúl Trujillo.

“Los recordaré como mis segundos padres. Son los que me han inculcado todo, son los que me han guiado para no equivocarme en el camino, son los que me han ayudado a tener estos resultados. Me han hecho reconocible a nivel mundial”, afirmó Mijaín, quien no dejó pasar la oportunidad de reconocer también a otro gigante de la lucha cubana como Héctor Milián.   

“Que Milián haya estado aquí en París como entrenador es como un sueño cumplido para mí. Ha sido mi ídolo desde muy pequeño. Lo conocí cuando tenía nueve años y siempre decía que quería ser como él o mejor que él. Afortunadamente, se cumplió el sueño de estar juntos disfrutando uno de mis títulos olímpicos”, precisó.

Por supuesto, López recordó a su padre Bartolo, fallecido recientemente: “Mi papá no está, pero siempre está. Por primera vez he peleado sin él y claro que le dedico esta medalla. Es un sueño que estaba esperando y no pudo verlo cumplido, pero dejó en la tierra al mejor del mundo”, sentenció.  

Cinco compases dorados para un solo de Olimpo

Me tomé aproximadamente una media hora para comenzar a escribir estas líneas. Hasta que decidí comenzar por el baile. En definitiva, eso es lo que ha estado haciendo el “semidios” de los colchones, el Gigante de Herradura, o sencillamente “El Niño” sonriente Mijaín López por más de un cuarto de siglo. 

Cada entrada al colchón suya es como si estuviese destinada a acordes en Do mayor, o más bien en La sostenido. Hablamos de un luchador que entre el 14 de agosto de 2008 y el 5 de agosto de 2024 se las ingenió para no recibir puntos en contra en la arena olímpica. Sí, señores, 16 duelos inmaculados. Y eso sin contar el rodillo y descomunal rendimiento de la propia capital china (24-3), donde comenzó a tejer su estela inigualable bajo los cinco aros.

Khazan Baroev, Yury Patrikeyev, Heiki Nabi, Sergey Semenov, Dremiel Byers, Amin Mirzazadeh, Riza Kayaalp, Iakobi Kajaia, Sabah Shariat, Yasmani Acosta y tantos otros han caído cual castillos de naipes ante el cierre de su pinza, el asfixiante agarre y el indefendible desbalance.

Ese movimiento de arte puro a ras del colchón por el cual, al igual que sucede en el Código de la Federación Internacional de Gimnasia, debieran ponerle su nombre. Ese que desde el lejano 1999, cuando entró al equipo nacional, ya avizoró otro grande como Héctor Milián, que sería su alma letal: “Ese Niño tranca el agarre bien duro”, me comentaría anecdóticamente el rey de los 100 kilogramos en Barcelona 1992.

Lo sucedido este martes en la Champ de Mars Arena parisina no tiene comparación. En lo deportivo, todos ya han hablado de Mijaín, el apellido López indiscutiblemente estremeció el pabellón; mi hijo, los hijos de sus hijos, millones de amantes del deporte en cualquier latitud, contarán por los siglos de los siglos esta gesta.

Aleksandr Karelin reverencia a Mijaín. Nunca una dinastía en los colchones tuvo semejante magnitud. También se inclinan ante él los míticos Carl Lewis (salto largo), Michael Phelps y Katie Ledecky (natación), Alfred Oerter (disco), Vincent Hancock (tiro), Paul Elvstrom (vela) y Kaori Icho (lucha), todos seres de otra dimensión, galácticos con cetros en cuatro citas estivales, pero que este martes darían lo que fuera por hacerse de esas zapatillas eternas que, al centro del colchón en la Ciudad Luz, marcaron el fin de una era y la nostalgia infinita hacia ese animal de galaxia al que los dioses del Olimpo, para satisfacción nuestra y de millones, lo colocaron en Cuba.

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