Se hablaba de Mijaín López, de Yarisley Silva o de Idalys Ortiz, potenciales medallistas de oro para Cuba en los Juegos Olímpicos de Río, pero lo cierto es que ninguna de esas opciones me parecía tan segura como la del boxeador agramontino Julio César La Cruz.
No por gusto le llaman “La Sombra” al pugilista, escurridizo sobre el ring, hombre que ha hecho un arte de pegar sin que le peguen. Pone a correr a los rivales por el cuadrilátero, los deja con la lengua afuera, y si se esfuerza, también pueden quedar con la cara hinchada, aunque no sea la pegada la mayor virtud del tres veces monarca mundial y ahora, por fin campeón olímpico.
Más concentrado que nunca, pensando cada segundo en el fiasco de hace cuatro años en Londres, cuando terminó en la grada y alejado del podio, un lugar demasiado siniestro para un boxeador acostumbrado al éxito, Julio paseó por Río de Janeiro con la guardia baja, martillando a sus contrarios con tranquilidad.
Al final allanó su camino hasta la cumbre del Olimpo con un inaudito estilo, la riposta más depurada, un arte provocador, desafiante, que motiva y atrae a los contrarios rumbo a un callejón sin salida. Su velocidad deja fuera de alcance a todos, extenuados por una carrera para nada usual en el boxeo.
Así, desfallecido, cayó primero el turco Mehmet Nadir Ünal por 3-0 (30-25, 30-27, 30-27), cuya mala fortuna lo ubicó de entrada ante cubano, el peor de los escollos. Existían dudas en la siguiente presentación de La Cruz, pues se medía al brasileño Michel Borges, y son conocidos los “favores” de los jueces a los exponentes anfitriones, pero el agramontino cumplió al pie de la letra el guión de turno.
Marcador de 3-0 (triple 30-27) dejó claro que no había casualidad con Julio, capitán de la armada cubana en toda la medida, pues demostró sobre el cuadrilátero cómo se debe trabajar ante un arbitraje dudoso. Poco antes de esa pelea, Lázaro Álvarez, triple monarca del orbe y uno de los favoritos cubanos, había perdido con el local Robson Conceicao, pelea que muchos consideraron un despojo, aunque el realidad el cubano dejó mucho que desear.
Así se lo hizo saber La Cruz, quien continuó dando muestras de poderío en semifinales contra el francés Mathieu Bauderlique, también desbancado 3-0 (triple 30-27). Para el duelo decisivo cruzó guantes con el kazajo.
Más de boxeo
Si crucial fue el éxito de La Cruz, también guarda una tremenda importancia el paso superior de Arlen López (75 kg) y Robeisy Ramírez (56), quienes avanzaron a las finales de sus divisiones luego de ofrecer actuaciones contrastadas.
Mientras Robeisy ha recuperado la línea boxística que lo llevó al campeonato olímpico hace cuatro años en Londres, Arlen gana pero no convence del todo, mostrando una versión no tan sólida como la de meses anteriores, cuando mandó a la lona a cuanto rival se le aparecía en el cuadrilátero.
Su éxito en la final llegó contra el azerí Kamran Shakhsuvarly, un rival no tan rocoso, ante quien el guantanamero se notó cauteloso, trabajando en la media y larga distancia, sin entrar en intercambios constantes, y tampoco apostado a su poderosa pegada. Sin embargo, los especialistas votan a su favor de cara al pleito decisivo contra el uzbeco Bektemir Melikuziev, plata mundial.
Por su parte, el cienfueguero Robeisy ha dado un giro radical a su trayectoria para meterse de nuevo en la final olímpica. Meses sancionado por indisciplina, reconocidos problemas de entrenamiento y deudas competitivas arrastraba el joven púgil, quien al parecer le invadió una sensación urgencia o pánico cuando ya todo el equipo había clasificado a Río y solo su división se encontraba en el aire.
Apretó los puños hace un par de meses y clasificó en el Preolímpico de Azerbaiyán, el último invitado a la fiesta bajo los cinco aros que se ha colado hasta la cocina, sin pedir permiso a nadie. Sus rivales se han encontrado con un estilo sobrio, equilibrado, con grandes lujos en los desplazamientos y en la manera de manejar las peleas.
Ha aceptado los intercambios cuerpo a cuerpo, llevando la intensidad de la media distancia, y en otras ocasiones ha sabido moverse en los límites, trabajando desde afuera con buena esquiva y golpeo efectivo. Robeisy se ha presentado en estado de gracia, y necesita permanecer así en la final contra el norteamericano Shakur Stevenson, un fajador nato.
Tanto Robeisy como Arlen han hecho sus promesas doradas, son los puntales de la armada boxística para completar al pie de la letra el pronóstico del jefe técnico, Rolando Acebal, quien se anunció cosecha de seis medallas, tres de oro y la misma cantidad de bronces.
Leonel no se rinde
Sin medallas terminó Leonel Suárez en la otra actuación cubana para destacar de este jueves en Río de Janeiro, a solo tres jornadas de que concluyan las XXXI Olimpiadas. El decatlonista, no obstante, escaló hasta un sexto puesto que demuestra una vez más su enorme calidad en una de las modalidades más cruentas del atletismo.
Diez pruebas en dos fechas sacan los colores a cualquiera, incluso a estos “monstruos” del campo y pista, entre quienes se encuentra como uno de los más relevantes el holguinero, doble medallista de bronce olímpico en Beijing y Londres.
Ahora no se esperaba que emulara tales resultados, en parte por la excelente forma que exhibían los rivales (el vencedor Ashton Eaton marcó record olímpico y el bronce Damian Wagner esbozó su mejor registro del año), y la deuda competitiva que arrastraba después de sortear largos períodos de recuperación por lesiones.
Leonel logró ocho marcas de la temporada en esos diez exámenes, y en una de las que no pudo sobrepasar, la jabalina, culminó primero con envío de 72.32 metros, el disparo que lo catapultó directamente al sexto lugar con acumulado de 8 460 unidades, alejado solo un tanto de su objetivo de 8 500 puntos.
Su actuación, si bien no reporta al medallero, constituye una bocanada de aire para el atletismo cubano, en crisis durante la aventura carioca por la abismal lejanía de la mayoría de los concursantes respecto a sus registros personales o de la temporada.
Vamos, cubanos, que este es el artículo que tenemos que comentar y la victoria que tenemos que celebrar. ¿Qué tanta cosa con la plata y la bandera de Ortega? Si no les gusta el estilo de La Cruz, está bien, a mi tampoco pero, de que ganó, ganó. El que le quiera dar, que le pida al árbiro que se lo aguante. ¡¡¡Felicidades campeón!!!