La frase es de Camus, el escritor-océano: “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. Se trata de una historia que, por repetitiva, raya en lo monótono. Pero es que la sorpresa está en la esencia misma de la naturaleza humana, y pasamos la vida volviendo los ojos como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada. Así, con ellos desmesuradamente abiertos.
El deporte conoce bien de eso. Un ejemplo sencillo resume lo que digo: todo el mundo sabía que Alí tenía clase suficiente para vencer a Foreman en Kinshasa, pero igual todo el mundo quedó boquiabierto al final de la pelea. Es como un juego de sadismos orientado a alimentarnos la capacidad de asombro. A mantenerla viva, no importa si a través de la derrota.
Me voy a la Olimpiada (aquí el ‘me voy’ no es literal, toda vez que el bolsillo de un Kubala jamás puede costearle el boleto de viaje). Me voy imaginariamente allá, a regodearme en la sorpresa, no sin morbo…
Primer día del tenis. Venus Williams, que fue número 1, se estrella contra la opacidad de Kirsten Flipkens. Peor aún: la polaca Radwanska, que es la número 5, hace el ridículo ante una china anónima. Segunda jornada. El mismísimo Nole, el semidiós que (solo a mí) se me parece a Johan Cruyff, inclina la raqueta frente al gaucho Del Potro, recién recuperado de una larga lesión en la muñeca. Para colmo de asombros, Venus Williams –acompañada entonces por Serena, su hermana poderosa- encaja otro revés, ahora versus la dupla checa. Tercer día. El galo Tsonga, un habitual de los Top Ten, es engullido por –oh Dios- alguien de Luxemburgo, y Caroline Wozniacki cae, con toda su belleza de criatura nórdica, a los pies de la zurda Kvitova.
Cambio de deporte. En el boxeo, un keniano (repito, un keniano) derrota al ruso Andrei Zamkovoi, medallista de Londres 2012. En el basket, el glamour de la Francia de Parker, Batum y Boris Diaw se empantana en las aguas cocodrílicas de Australia, mientras España cede ante Croacia con tapón incluido a Pau Gasol. En la arquería, el Robin Hood coreano –que venía de imponer una marca mundial dos días antes- resulta flechado mortalmente por un debutante en Olimpiadas (“I’m in shock”, diría Kim a la prensa anglosajona). Y en el fútbol, Brasil y Neymar dilapidan 180 minutos sin marcarle a Sudáfrica e Iraq, dos pesos moscas.
Definitivamente, tanto como las pestes y las guerras, el deporte nos coge siempre por sorpresa.
y se olvidaron de la victoria de Cuba sobre Brasil en el Voley de Playa