“Robeisy Ramírez ha sido más eficiente. Es una pelea cerrada”. Cualquiera que haya escuchado esas palabras del narrador de ESPN justo al inicio del sexto asalto del combate entre el pugilista cubano y el mexicano Rafael “El Divino” Espinosa, no podía imaginar que pocos segundos después el cienfueguero daría la espalda al ring y levantaría tímidamente su mano izquierda en señal de rendición.
Abatido y casi sin visión en su ojo derecho, Robeisy entregó las armas y cedió en la revancha por el título de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). Esa imagen suya alzando la imaginaria bandera blanca ha dado la vuelta al mundo y ha servido, además, para atizar el debate sobre la capacidad del antillano ante desafíos extremos, teniendo en cuenta que en un plazo de 12 meses perdió en dos ocasiones contra Espinosa con un gran título en juego.
En diciembre de 2023, Ramírez aguantó 12 rounds en un examen extremo del que el azteca salió victorioso, sobre todo tras una gran segunda mitad de combate. Hace poco más de una semana, en Phoenix, el guion parecía seguir el mismo curso, aunque Robeisy se veía más sólido que en su anterior presentación contra “El Divino”. A la altura del cuarto asalto, por ejemplo, había tirado casi la mitad que Espinosa (78 por 148), pero tenía 36 golpes efectivos (46 %) por 34 del mexicano (23 %), lo cual señala a las claras que estaba siendo más eficaz.
Este detalle y su expresión corporal en el cuadrilátero hicieron pensar que era real la posibilidad de tomar desquite, pero las cosas se torcieron. De entrada, Espinosa lanzó algunos codazos intimidantes que condicionaron los destinos de la pelea. Al menos un par de esos golpes ilegales impactaron a Robeisy, que poco a poco comenzó a perder su ritmo de pegada y quedó a merced de los rectos de su rival, convenientemente muy enfocado en hacer daño sobre el ojo derecho del cubano.
“Me dio con la punta del codo en el mismo ojo”, se quejó el pugilista sureño nada más terminar el combate, encima del ring y con el rostro incrédulo ante lo que estaba sucediendo. En declaraciones a ESPN, Ramírez añadió que reclamó al árbitro para que advirtiera al mexicano, pero ya el daño estaba hecho.
Una posterior revisión en el Banner University Medical Center de Arizona detectó una fractura bilateral en el hueso orbital derecho de Robeisy, lesión de gravedad que explica por qué el caribeño fue bajando la intensidad y detuvo las acciones al inicio del sexto asalto.
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— Top Rank Boxing (@trboxing) December 8, 2024
“Si veo doble y no puedo estar en mi máxima condición, lo mejor era parar para cuidar mi salud. Estaba dando una buena pelea, pero simplemente no pude seguir por mi visión”, aseguró Ramírez, doble campeón olímpico y ahora con un récord profesional de 14 victorias y tres derrotas desde su debut en este mundillo en 2019.
Lamentablemente, la caída ha dejado al cienfueguero en la picota pública, expuesto al escarnio en redes, ese espacio en el que cada cual se siente con el derecho de ofender y denigrar para hacer prevalecer criterios muchas veces infundados. En esos espacios han llegado a calificar a Robeisy de cobarde y han cuestionado su decisión de abandonar la pelea. Lo peor es que la inmensa mayoría de estos “reclamos” llegan desde un sector nada despreciable de la fanaticada cubana, que por enésima vez vuelve a ser implacable e intransigente con uno de sus deportistas.
Hace poco más de tres años escribí sobre este fenómeno que he llamado “la red del odio”, pero vinculado al caso de Yulieski Gurriel, quien fue atacado sin piedad en redes, incluso en momentos de gloria, como cuando ganó el título de bateo y el Guante de Oro como mejor inicialista defensivo de la Liga Americana. Mucho ha llovido desde entonces, pero persiste la misma mentalidad en algunos círculos, ya no solo ante una figura como Yulieski, siempre en el foco mediático, sino contra cualquier atleta que no logre los resultados deseados.
Muchos aficionados de la isla (tanto los que viven dentro como lo emigrados) tienden al triunfalismo y tienen muy bajo nivel de tolerancia ante la derrota, esa cara oscura del deporte que no pocos no logran asimilar, pero que forma parte del juego desde su origen. La idea de que no siempre se puede ganar ha caído en saco roto para miembros de una comunidad alimentada durante décadas por esa idea tan chovinista como absurda de que somos —o éramos— invencibles.
La derrota, obviamente, deja un mal sabor de boca y es un trago amargo, en el caso particular de Ramírez por las esperanzas que se habían generado y por todo lo que estaba en juego. Sin embargo, no es el fin del mundo, pues hablamos de un chico que tiene 30 años y un camino por recorrer. Su carrera no está acabada y eso es algo que debemos comprender quienes observamos el show fuera del cuadrilátero.
“Vive hoy para luchar un día más. No tiene que dejar su salud y parte de su vida en una noche. Lo más fácil era seguir luchando, pero él escogió el camino más difícil, uno que requiere valentía”. Con esas palabras, el también boxeador cubano Yordenis Ugás quiso zanjar el debate sobre la decisión de Robeisy, quien sufrió un varapalo a nivel deportivo pero conservó su integridad física y, por ende, las esperanzas de estar saludable a corto plazo para seguir peleando.
Un boxeador no compite hasta la eternidad, su tiempo sobre el ring tiene fecha de caducidad y durante este plazo debe tratar de garantizar su futuro y el de su familia. Además, tienen que cuidar su salud, porque de nada vale que los recuerden como grandes peleadores si al final terminan en una camilla sin siquiera opciones de llevar una vida común y corriente. Hemos visto ejemplo de fajadores que han arriesgado y después no han vuelto al encerado o, en el peor de los casos, han recibido heridas mortales que han acabado con sus vidas.
Robeisy no tomó ese trayecto extremo y deberíamos hacer un esfuerzo por entenderlo, pensar que en el juego estaba algo más que el resultado de un combate. En esa misma cuerda, Jorge Ebro, periodista de El Nuevo Herald y miembro del Salón de la Fama del boxeo, cuestionó los “reclamos” contra el sureño: “¿Cómo es posible que Ramírez haya decidido abandonar si tan bien le iba? ¿Cómo querer echar por la borda los meses de campamento y el año de espera, después de haber pedido esta revancha con todas sus fuerzas? (…) Todos los fanáticos están en su derecho de cuestionar si estuvo bien o mal por parte de Ramírez el no continuar la acción, pero hay que estar en la piel del peleador para entender de dolores y preocupaciones, y sobre todo, de la salvaguarda de la salud y la carrera”.
Después de apostar por este camino, a sabiendas de todo lo que arriesgaba, estoy convencido de que Robeisy no va a tirar la toalla. El chico tiene madera de campeón y todas las herramientas para imponerse en un circuito de máxima competitividad. De momento ha demostrado tener sangre fría, pero necesita disciplina, seguir trabajando con paciencia y, sin importar lo que digan desde fuera, nunca dejar de pelear por sus sueños.