Con ocho años se “fajó” en la escuela y con la “suerte” de que ese día el profesor Jorge Luis Fermín Rodríguez (su primer entrenador) pasó por allí, fue captado -a sugerencia de su maestra- para practicar el boxeo.
Hoy, a diez años de aquel singular acontecimiento, el menudo muchacho se ha convertido en Campeón Olímpico; justamente fue la XXX edición de los Juegos Olímpicos celebrados en Londres el escenario cómplice de la coronación del cienfueguero Robeisy Ramírez en el peso “mosca” (-52kg) : “La olimpiada es lo más grande que me ha tocado vivir en mi carrera como boxeador.-afirmó al tiempo que lidiaba con una “manada” de jóvenes universitarios, muchos -si no todos- mayores que él, que buscaban dejar impronta de aquel casual encuentro con un campeón”.
“Antes de llegar allí (a Londres), nunca pensé en que podría lograrlo (se refiere al oro). La conciencia me la hicieron mis compañeros de equipo y mis entrenadores. La confianza me la dio la buena preparación que tuvimos durante todo el año. Es un resultado directo de haber entrenado muy fuerte y de haberle hecho siempre mucho caso a lo que me decían mis profesores“.
Así describe el proceso de “gestación” de ese título olímpico absoluto que llegó para consagrar su corta pero pródiga vida deportiva. A la altura de 2012, su “hoja de servicios” ya contiene además, el título de Campeón de los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2010 (su primera edición) y el de Campeón de los Juegos Panamericanos en Guadalajara 2011.
Durante su ruta hasta la corona en Londres, reconoce haber tenido dos pleitos que le exigieron un mayor esfuerzo sobre el ring: “La pelea final frente al mongol (Nyambayaryn Tögstsogt) fue la más apretada que tuve; quizás porque me confié, pero el caso es que me obligó a emplearme un poco más y bueno, anteriormente cuando me tocó combatir con el británico, no por la calidad de su boxeo sino porque estaba ahí ante su público y los jueces tienden a favorecer un poco a los atletas que están en su patio”.
Pero, más allá de su medalla de oro y del hecho de ser el segundo cubano que con menor edad se corona en unos juegos de este tipo (únicamente superado por el boxeador Juan Bautista Hernández, que con 17 logró el título en Moscú ’80), el muchacho de la “Ciudad Nuclear” estaba destinado a trascender. Quiso el calendario que fuera, precisamente él, el primero de los tripulante de nuestro “Buque insignia” en salir a “cubierta” para defender los colores patrios. Luego, como si no bastaran las pruebas de su enorme coraje, también, esta vez por las cuestiones del deporte, le tocó ser el último cubano en bajar del ring: “Me presionó un poco el tener que ser el primero en subir, yo era el más joven del equipo y me tocaba abrir; sabía que tenía que sacar una victoria y por suerte así fue. Lo de ser el último lo tomé con más calma y más confianza, fui a ese combate final con la mentalidad de saberme ganador”.
El 12 de agosto, en el Pabellón 2 de la Arena Excel, el púgil de 18 años recibió su primer título olímpico: “En ese momento pensé en todo: en mi familia, en mis amigos y en mi novia que siempre me han ayudado mucho. A mi mente llegaron los recuerdos de los grandes sacrificios que he tenido que hacer al estar lejos de mi casa albergado, bajando de peso, luchando con lesiones, en fin, me acordé de todo y de todos los que me han animado siempre. También me sirvió para comprender que no hay nada imposible de lograr cuando uno se esfuerza por un objetivo”.
Con esos ideales y la experiencia internacional que acumula, piensa en nuevas metas: “En el ciclo olímpico que empieza mi primera misión es el Campeonato Mundial del próximo año (2013) que será en Azerbaiyán, donde quiero ganar y para ello me prepararé. También debo atenderme las molestias que he estado presentando en los hombros y sobre todo trabajar muy fuerte para llegar a cada evento en óptimas condiciones”.
Sonriente ante la decenas de “flashes” disparados por minuto y sorteando la ligera llovizna que a “San Pedro” se le antojó enviar, Robeisy destilaba ilusión en su mirada. Hay mucho entusiasmo en sus palabras cada vez que le toca hablar del futuro y dice estar preparado para –aunque no le gustan- las modificaciones que la FIBA (Federación Internacional de Boxeo Amateur) ha dispuesto para el boxeo estilo olímpico: “Están mal, por lo menos a los boxeadores cubanos no nos agradan pero a todo nos adaptamos en esta vida. Si tiempos atrás se boxeaba así, nosotros también podemos hacerlo. Hay que reconocer que son cambios un poco bruscos y para asumirlos habrá que prepararse mejor. Sin la cabecera son más frecuentes las heridas y los golpes pueden hacer daño. Tendremos que cuidarnos un poco más”.
Ante mi pregunta de “qué golpe gustaba de emplear más” respondió -sin pensarlo- “Tirar, a mi me gusta tirar”; y es que a eso obedece su tradición. Robeisy es un “fajador” y un pegador incansable, así lo demostró en su actuación olímpica y justo por eso gustó. Su rapidez y decisión le aseguraron un pedacito en el corazón de los once millones y otros tantos cubanos que siguieron el torneo boxístico londinense.
Inquieto, vivaz y respetuoso, conquistó los corazones que le faltaban con su humildad. Pero, aunque intentó, no pudo disimular el niño de 18 años que lleva por dentro. Fue entonces cuando salieron a relucir dos de sus profundas pasiones; el fútbol y el Play station. “Me encanta el fútbol, el fútbol es lo que siempre hago. Mi tiempo libre no es para estudiar, ni para boxear, ni para nada más… mi tiempo libre es para el fútbol. Es una lástima que Cuba no avance…no levantamos cabeza“–y dejó claro que le provocaba un profundo pesar aquello- “Del Play Station ni hablar….yo no sé qué sería de mi y de mis entrenadores si en “La Finca” me dejaran tener uno”. Y en el minuto del adiós, como el más “pura raza” de los hinchas del Barza (Barcelona FC), sentenció “Messi no solo es mejor que Cristiano; Messi es mejor que todos“, no sin antes agradecer a Cuba por el apoyo que le ha referido y pedir “que siguiéramos confiando en él y esperando la victoria, porque es eso lo que siempre salgo a buscar”.