En el poblado Santa María del Rosario, ubicado en el Cotorro capitalino, todo el mundo lo conoce. “Allí, en la casa que tiene el San Lázaro al frente”, te dice el primero que interpelas. Y es que a Ronaldo Veitía Valdivié le sienta como a nadie la condición de Hijo Ilustre de ese municipio habanero.
El profesor Veitía, como se conoce en el mundo del judo, recibió a un equipo de OnCuba una mañana de sábado como quien espera a un familiar cercano. “Por eso la gente lo quiere tanto”, dice su esposa Mercedes, compañera inseparable del entrenador por más de 30 años y quien –pudimos comprobar- hace el café más delicioso del mundo. En la sala de su casa, lejos de un tatami, como pez fuera del agua, comenzó el diálogo.
¿Cómo llega al equipo nacional femenino de judo?
Como atleta fui varias veces campeón cubano en mi categoría. Participé en giras por diferentes países. Me retiré en 1973 y comencé a trabajar en el colchón Antonio Maceo, del Cotorro, después estuve un año en México y ese país alcanzó las dos primeras medallas panamericanas en este deporte. Por ello fui merecedor del Premio Cahutemoc. Al regresar a Cuba me seleccionaron para ser jefe de entrenadores de la EIDE Mártires de Barbados. Llego como entrenador al equipo nacional en el año 1986. Asumí el llamado con valentía, era difícil la tarea. Tuve momentos de flaqueza. Mi madre me decía siempre que no podía rendirme, que tenía que demostrar lo que era capaz de hacer. Pero no fueron pocos los tragos amargos. Además trabajar con mujeres siempre lleva un tiempo para acostumbrarse.
¿Cómo se insertó Cuba en la elite mundial de este deporte?
No fue fácil porque llegamos después que muchos países al escenario competitivo internacional. Cuba conformó una selección nacional por primera vez en 1983 y ya hacía más de 10 años que en Europa y Asia tenían lugar torneos de este arte marcial. Costó mucho sacrificio de un grupo grande de entrenadores en todos los niveles. Gracias a la entrega total de las atletas, las podemos llamar Marianas. Muchos especialistas no pueden entender que esta Isla sea una potencia en el judo. Por ejemplo, Francia cuenta con alrededor de 850 mil practicantes, Japón posee más de dos millones, en Brasil practican esta especialidad un millón y medio, mientras que en Cuba contamos solamente con mil 650. Quizás por esto siempre nos ha tocado perder en el tema arbitraje.
¿Cuáles han sido los mejores momentos de Veitía?
Sin dudas, cuando ganamos los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, y los dos campeonatos del mundo, uno de ellos en Japón, en el que fuimos a bailar en casa del trompo. Yo recuerdo siempre las medallas olímpicas, de cualquier color, hemos estado en seis olimpiadas, y en cuatro logramos al menos un título.
¿Qué opinión le merece la actuación de Idalys Ortiz (+78 kilogramos) en Londres?
Imagínate, es una atleta excepcional. Mejoró con creces el bronce de Beijing. Entrena mucho, es muy disciplinada, noble, además era la última división en competencia, y ese título fue un regalo soñado para ella y para nosotros. La victoria en semifinales sobre la china Weng Tong definió el destino de Idalys. Ya en la final, Mika Sugimoto poco pudo hacer. Se llegó al Hantei (decisión de los jueces). En esta fase había perdido injustamente el oro de Yalennis Castillo en Beijing 08. Esta vez no pudo ser otra la decisión, unánimemente todos los jueces levantaron bandera blanca y pude respirar tranquilo.
En esta oportunidad fueron seis atletas a Londres, no alcanzó boleto precisamente Castillo. ¿Es justo el sistema de clasificación?
No, favorece a los países poderosos. No entendemos que tenga que clasificar la atleta y no la división. Para que tengas una idea, en el mundo se realizan casi 30 torneos con pasaportes olímpicos. Nosotros participamos en seis. Además que los que tienen una economía fuerte se dan el lujo de llevar dos por cada división y con ello aumentan el rango de probabilidad.
¿Hasta cuándo tendremos Veitía en el equipo femenino de judo?
Hasta que Dios y San Lázaro quieran.
Damos por terminada la entrevista y seguimos hablando. Decoran la sala innumerables trofeos y fotos. Veitía buscó dentro del cuarto las medallas olímpicas de Idalys, Yanet Bermoy y la paralímpica Dalidaivis Rodríguez. Las mostró con orgullo: “Yo se las pido para llevarlas al Rincón y presentarlas ante mi padre San Lázaro, después se las devuelvo”, comentó. Nos acompañó hasta la puerta, nos despedimos con un apretón de manos y la promesa de repetir el encuentro en el centro de entrenamiento. No hacía falta más.