Cuba quería dejar una buena imagen en el tope de béisbol frente a Nicaragua y, si el camino para hacerlo era la victoria, entonces lo consiguió. Al menos en parte. Fue con todo o casi todo lo que tenía disponible a Managua y logró tres éxitos que algunos ven como un bálsamo de cara a los próximos Juegos Centroamericanos.
Pero, ¿cuán efectiva o engañosa puede ser una barrida como esta?
Pareciera que a la selección cubana le iba la vida en el encuentro. Los directivos del béisbol en la Isla prefirieron como norma llevar a hombres curtidos, a los que poco o nada podía aportar el enfrentamiento con los nicas, que probar a jóvenes y debutantes, aunque algo de eso también hubo. Solo los firmados para jugar en ligas foráneas fueron excusados de participar.
En el tope no hubo diferencias arrolladoras ni emociones extremas, y aun debajo en el marcador el equipo cubano dio la impresión de llevar siempre las riendas. Como balance, podría decirse que los de la Isla cumplieron su propósito, con dos victorias apretadas (6-4 y 6-3, esta última en diez entradas) y una más cómoda (7-1), pero victorias al fin.
Por demás, extendieron frente a los nicaragüenses un invicto que se extiende desde 2001 y en el que se suman ya veinte éxitos y 1 empate.
Nicaragua hizo lo que pudo. No se guardó nada pero pereció en el intento. Incluso, acudió el segundo día al zurdo Carlos Teller que venía de participar con los Caribe de Anzoátegui en Jalisco para convertirse en el primer nicaragüense desde Porfirio Altamirano que participaba en una Serie del Caribe en 1984. Pero su desempeño fue infructuoso.
Tampoco pudo Fidencio Flores con el duelo empatado el tercer día después de lanzar un relevo de lujo en el partido inicial con tres entradas y un tercio sin permitir hits. Al final, toda la resistencia nicaragüense fue baldía a pesar del respaldo irrestricto de su afición.
Por Cuba no todo fue perfecto, pero aun así fue más que suficiente. Otra vez Lázaro Blanco salió como líder del montículo aunque esta vez fue bateado sin misericordia, quizá porque apenas ha descansado este año. ¿Acaso era necesario llevar al mejor lanzador de Cuba a un tope de tres partidos frente a Nicaragua?
Falló el mejor pero los restantes lanzadores sí cumplieron al punto de que propinaron más del doble de ponches (24) que de boletos (11) y la mayoría de los relevistas hizo su trabajo. Sin embargo, el único relevista nato que llevó el equipo fue José Ángel García pues los nueve serpentineros restantes de la nómina son abridores en la Serie Nacional. ¿Cuándo el béisbol cubano pondrá en práctica en eventos internacionales la cacaraeada especialización del pitcheo?
Tampoco tenían que demostrar nada en este conjunto figuras como Frederich Cepeda, Roel Santos y Guillermo Avilés. ¿Por qué no probar a otros de gran papel en el campeonato doméstico? Me quedé con los deseos de ver al talentoso Lázaro Hernández, o a los jardineros de Las Tunas Jorge Yhonson y Yunieski Larduet, o al también tunero Danel Castro, para quien repartir batazos en Managua –no tengo dudas de que lo hubiera hecho– hubiese sido un premio a su excelente temporada.
De los que estuvieron, Raico Santos pudo jugar más –pero si ya estaba Roel, cómo sentarlo– y a Jorge Tartabull le pesó la camiseta. Como se esperaba, bajo la sombra de Ayala y Manduley, el joven torpedero Yorbert Sánchez apenas pudo mostrarse. En cambio, llevar solo a Raúl González como tercera base defensivo –Cedeño definitivamente solo cuenta como bateador– hizo que Torriente debiera defender alguna vez el tercer cojín.
Incomprensible fue también que Yunior Ibarra no tuviera la titularidad al menos en un partido. ¿Para qué fue entonces? Para confirmar el desacierto, quedaron los pésimos números al bate de Frank Camilo Morejón en el tope y el jit de Ibarra en el cierre del tercer partido que redondeó el rally de la victoria y aseguró la barrida.
Por suerte, Lázaro Cedeño –con el triunfo en el Derby de jonrones incluido–, demostró su poder ofensivo y pudiera ser probado a un mayor nivel. A Cedeño podría sucederle como a su compatriota Carlos Benítez y ganarse un espacio en una selección cubana necesitada de sluggers.
Más que una demostración de fuerza, la barrida de Cuba en Nicaragua fue un calentamiento de motores para pruebas en apariencia más exigentes.
Este fin de semana comienza otro tope de dos selecciones cubanas frente a los Diablos Rojos de México –reforzados con hombres como el ex-bigleaguer pinareño Alexei Ramírez— y los Guerreros de Oaxaca, dos equipos profesionales que deben ser un blanco más esquivo para las armas de Cuba. Contra ellos, los efectivos cubanos estarán divididos en los equipos Occidentales y Orientales por lo que –esperemos– habrá oportunidad para un mayor número de peloteros.
Quizá esta nueva confrontación, más allá de las posibles victorias y derrotas, sea para Cuba un bálsamo más eficiente.
Lo más positivo: Las tres victorias y la capacidad de remontada de Cuba, sobre todo en el último juego.
Lo más negativo: La mala apertura de Lázaro Blanco.
Incomprensible: Las pocas oportunidades que recibieron los jóvenes del equipo.
Preocupante: La falta de oportunidad al bate de los cubanos que dejaron en los dos últimos juegos a 23 corredores en circulación.
Palo porque bogas y porque no bogas, palo…
el clientelismo,la mentalidad corporativa y los valores revolucionarios y patrioticos perdidos del baseball revolucionario terminaron de hundirlo completamente.asi nos va.