El fútbol es así, un fatuo pedazo de pasmo. Y es eso. Cada 90 minutos lo confirma. Su larga historia recoge momentos memorables de consumaciones inesperadas. El estadio Recreation Ground de Saint John en Antigua y Barbuda lo ha demostrado.
En su grama la selección nacional de fútbol de Cuba alcanzó hace unos días el primado del Caribe. Para muchos un título rimbombante, con sabor a nada y sin ánimo de trascender. Cetro que llega en un instante indiferente de un período rapaz para los futbolistas cubanos.
Y es que después de una amarga y desalentadora eliminatoria mundialista, nuevamente quedo flotando sin rumbo y sin vereda. En la ilusión “Brasil 2014”, un solitario gol en seis partidos echó al cesto las cortas giras por el sur de América y el excesivo trabajo físico.
El golpe limpio al rostro de las eliminatorias dejaría en outside al plantel, en una etapa plagada de derrotas, utopías y derrotas. En este ambiente y para cerrar un ciclo vacío de nada y con ganas de todo, la Copa del Caribe 2012, se acercaba temerosa de fracaso y como pretexto oportuno para ponerle el pecho al acoso perturbable de la derrota.
Con la silenciosa destitución del técnico Alexander González, Cuba, emprendería su sueño caribeño de obtener uno de los cuatro boletos para acceder a la Copa de Oro del próximo año en Estados Unidos. Ahora bajo las riendas de Walter Benítez, la selección, pasaría el primer escollo. Fase pre-clasificatoria, aprobada.
Ubicada en el grupo B de la etapa final, Cuba, asestaría un traspiés ante Martinica (0-1) en el debut. Cuando nadie podría dejar de pensar en otra vaga actuación del plantel antillano, empezaría la metamorfosis inesperada. Apretado 2-1 a Guyana Francesa y bofetón tumba corona a los regguae boys de Jamaica (vigente campeón) que los llevaría a semifinales y con boleto para la Copa de Oro.
Buen presagio. El intermitente juego vertical, confuso en ocasiones y sin una partitura clara de interpretar terminó por enderezarse. Esta versión de la selección nacional sin gozar de la vistosidad de la era del peruano Company, combina la profundidad en las bandas de los equipos de González Triana y la defensa férrea de cuchillo entre dientes instaurada por el teutón Reinhol Fanz.
Construyendo desde la zaga, Walter Benítez, ha encontrado sus herramientas para si bien no lucir un expresivo juego demostrar que ha encontrado la esencia del fútbol: marcar y que no te marquen.
El nuevo técnico con un ajuste de piezas le dio más profundidad al ataque sin restar defensa, más circulación de pelota sin perder las marcas, más incisión sin dejar de mantener el equilibrio en la media.
Resultado: defensa de dique y mediocampo bisagra que muerde y se desdobla al ataque para servirle a Marcel Hernández. Número siete que se escurre por la banda, por el centro, por la otra banda, que mete cuchilladas filtradas entre líneas para abastecer a los delanteros y que encara sin miedo a los defensores a pesar de ser un petiso.
Haití de técnico cubano no pudo tampoco en semifinales descifrar la telaraña defensiva de la selección cubana. Un solo gol les bastaría nuevamente a los antillanos para regresar a una final del Caribe. Antes lo habían hecho en 1996, 1999 y 2005.
En la final aguardaba el máximo ganador del certamen, Trinidad y Tobago, selección mundialista. Los Soca Warriors tampoco pudieron con los cubanos. Un obús a más de 30 metros de Marcel Hernández al minuto 22 de la prorroga rozó la mano del portero trinitario y se coló en las redes para asombro de muchos y sorpresa de muchos otros.
Cuba es el campeón del Caribe por primera vez. El pitillo final del evento los ha sorprendido. Han resistido con la barbilla en alto al sonido insolente del constante roce ingenuo del balón en propia red año tras año. Este es otro instante que se consuma en el fútbol de manera inesperada.