Las mujeres cubanas del balonmano no defraudaron los pronósticos de precompetencia y se alzaron con la medalla de oro en los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, tras derrotar a Puerto Rico en la final por 32-18, resultado previsible para un elenco que durante todo el torneo se mostró indetenible.
Las dirigidas por Lorenzo Maturell dominaron la etapa clasificatoria en la llave A con balance de tres victorias sin derrotas y score global de 144 goles anotados por 35 permitidos, cifras que las situaron instantáneamente como máximas favoritas a la corona.
Computando los cinco duelos celebrados por cada equipo a lo largo del torneo, las cubanas colectivamente mostraron la mayor efectividad en el ataque, al promediar el 73 por ciento de eficiencia en 280 disparos a puerta (marcaron 204 goles, con promedio de 40 dianas por encuentro). Además de ser letales en los contraataques al completar 29 de 31 escapadas y realizar 186 asistencias a gol.
Por si no fuese suficiente la marcha ajustada de su maquinaria ofensiva, también Cuba resultó el mejor equipo de la clasificatoria en cuanto a recuperaciones en la defensa, una de las fortalezas de este conjunto capaz de arrebatar 162 balones y bloquear en 18 ocasiones a sus adversarias.
En la defensa de la puerta la responsabilidad recayó mayoritariamente sobre Eneleidy Guevara —dueña absoluta de esta posición—, aunque Marinés Rojas también vio acciones bajo los tres palos y lo hizo a gran nivel. Nuestras guardametas fueron las de mejores resultados al detener 68 de los 148 disparos que consiguieron realizar sus oponentes (un sorprendente promedio de menos de 30 por juego, obra sin dudas de la férrea trabajo realizado por la línea defensiva antillana).
Las líderes individuales, no podría ser de otra manera, también fueron cubanas. Gleinys Reyes coronó como máxima anotadora con 38 dianas, seguida por sus compañeras Maricet Fernández y Lisandra Lussón con 32. La propia Lussón encabezó el departamento de las asistencias al completar 45, por 34 la capitana Ayling Martínez, dueña de la segunda plaza.
En cuanto a las más destacadas a la ofensiva, estadística que mide la participación de una jugadora en los goles conseguidos por su equipo al sumar las asistencias y los goles individuales, volvieron a brillar las cubanas encabezadas por Lussón (primera también en bloqueos), quien intervino en 77 anotaciones (45 asistencias + 32 dianas) y fue secundada por Fernández (30+32) y Martínez (28+34), esta última a la cabeza de la recuperaciones de balones.
Más allá de los números
Si nos ceñimos a las cifras pareciera que hay poco más que decir de las jugadoras cubanas. Salvo que algunos datos podrían engrandecer la victoria en estos juegos regionales.
El balonmano en Cuba es hoy casi un experimento de laboratorio, aislado de las grandes competencias mundiales y con muy escasa participaciones internacionales a lo largo del año. Sin embargo, en este tiempo se ha formado —al interior de la isla— una generación de jugadoras de físico portentoso, grandes habilidades y que ya despiertan el interés del viejo continente.
Muestra de ello es que hace pocos meses el equipo Vipers Kristiansand, perteneciente a la Primera División de Noruega, estuvo en La Habana para entrenar con el combinado nacional. Tras los dos partidos celebrados, su director Gunnar Peterson elogió la potencia ofensiva de las cubanas y la presión que ejercen en la defensa.
Por tanto, no debería extrañarnos si —aprovechando la flexibilización de la política de contratación de atletas— pronto algunas de estas muchachas hacen carrera en Europa, sitio donde se encuentra hoy el máximo nivel de este deporte en el planeta y sitio perfecto para elevar a su máxima expresión las posibilidades reales de este grupo de talentosas balonmanistas.
Actualmente el techo competitivo del balonmano dentro de Cuba es la Liga Élite, evento que reúne a los seis mejores equipos en cada sexo durante una semana para discutir el cetro nacional y al cual se clasifica en certámenes zonales de corta duración. Ello, no es preciso un doctorado, resulta insuficiente.
Quizás por ello nuestras jugadoras y sus equipos técnicos han apostado por un entrenamiento físico envidiable en pos de suplir las carencias que trae consigo el escaso roce internacional; un planteamiento que, ya ha sido evidente en Veracruz, va dando resultados, al menos en el área.
Veracruz ha sido una vitrina, la primera demostración real de fuerza de estas chicas que sueñan con añadir nuevas copas a sus repisas. Materia prima para ello, les sobra.