Los naranjas de Villa Clara han vuelto por sus fueros. Se han adjudicado la primera plaza para la gran final de la pelota cubana. Destrozaron el cartel de favoritos que le habían encasquetado a sus rivales del Sur.
En un play off enconado, absolutamente emotivo, los discípulos de Ramón Moré se impusieron en seis partidos a los elefantes del Cienfuegos. Pero para hablar de esta semifinal no se podría obviar –obviamente- lo que fueron esos duelos a golpe de revólver entre los derechos Freddy Asiel Álvarez y Noelvis Entenza.
Por más que en uno de los partidos del play off, por un lado, Pavel Quesada estuviera intratable con el madero al hombro -al ligar de 4-3 (incluido dos dobles y un cuadrangular)- o Dunier Ibarra hubiera hecho gala de apagar fuegos en la novena entrada cuando el ardor subía, no cabe la menor duda de que la mejor cara de Cienfuegos, a pesar de la derrota, fue “noventa Entenza”.
Por su parte, en el team del azúcar -que ahora llaman leopardos-, el éxito en estas semifinales tiene también nombre y apellidos: Freddy Asiel Álvarez.
Los dos derechos se enfrentaron cara a cara en tres ocasiones, aunque la sonrisa correspondió siempre al villareño, ese que fue cuestionado alguna vez durante la campaña regular por sus inestables salidas, señalado como sombra de aquel lanzador inconmensurable que había llegado hacer la primera carta de triunfo de la selección nacional.
Pero Freddy ha revertido totalmente la historia. Ganó tres de los cuatro partidos de su equipo y, como si no bastara, en cada salida suya llenó de ceros la pizarra del Augusto César Sandino y la del 5 de septiembre. Con una serenidad de espanto, inmutable, las pocas veces que a Freddy le pudieron conectar, su propia defensa en el montículo, o la de algunos de sus compañeros sacó los precisos outs en los momentos de más tensión. De sus tres excepcionales salidas me quedo con la inaugural, aquella ya memorable actuación de sliders rompientes a 86 millas y rectas punzantes de 94 que nunca pudieron descifrar los elefantes sureños.
A Entenza la suerte siempre le fue esquiva o quizás su rival lo sobró en mañas. A Entenza no le falta nada para triunfar en el béisbol cubano -de hecho ya lo ha hecho- y, de hecho, se batió de tú por tú con Freddy naranja. Si el número 15 de Villa Clara es toda flema en el box, el número 90 de Cienfuegos es todo lo contrario. Es euforia, es alarde del puro, del que se podría jactar uno cuando hay talento detrás.
Los tres juegos lanzados por el negro cienfueguero también fueron de ensueño. Me quedo con el último, ese que dijo le regalaría a su afición entre lágrimas, ese en que salió como un león desaforado, en que mezcló casi que a la perfección sus rompimientos lentísimos con una recta fugaz, capaz de intimidar hasta al más osado de los bateadores.
Al final, en una conferencia de prensa sin lujos, todo quedó entre serpentineros. Freddy se mostró en sus declaraciones intimidante, insultado ante las críticas a sus actuaciones durante la campaña regular y “pa los que no creían en nosotros, ya estamos aquí, pa que después sigan criticando, hice lo que tenía que hacer y gané mis juegos de pelota”, dijo.
Entenza, en cambio, con la mirada clavada en el piso, respondió: “cuando se pierde no hay alegría”.