Fue la jabalina un arma de muerte. La vida o su ausencia a un tiro. Primero y último. Para el atletismo es solo un lanzamiento: 3 o 6 intentos a ver quién llega más lejos sobre un campo verde distinto al de las batallas medievales. El implemento agarrado por la encordadura, la carrera, los pasos cruzados, los músculos relajados, el brazo armado, y soltarlo todo al aire. Todo eso ha estado muy bien, pero las lanzadoras cubanas, para alcanzar sus grandes triunfos en Juegos Olímpicos, han sentido que a la muerte le quedaba un tiro desde el inicio. Todo o nada a un primer disparo.
Así triunfó María Caridad Colón en Moscú 80, donde petrificó a sus rivales con un tiro de 68.40 metros nada más empezar la competencia; y así lo repetiría Osleidys Menéndez 24 años después en Atenas, con récord olímpico de 71.53 que todavía sigue vigente.
Pero hay un tercer caso, aunque no bajo la gracia de los 5 aros. En el Campeonato Panamericano Junior de Edmonton 2015, la granmense Yulemnis Aguilar envió el dardo en la primera ronda hasta los 63.86 metros, para así romper el record mundial de la categoría, por 85 centímetros. Un año después participaría a sus 20 en Río 2016, con un discreto 54.94 que la colocaría decimosexta en su grupo clasificatorio. Ella fue la última jabalinista cubana en citas estivales. Regresó a París a buscar la vida en el primer tiro, pero con los colores de España. Y en cierta medida lo consiguió: 61.95 metros, mejor lanzamiento para una mujer nacida en la isla desde los Juegos de Beijing 2008, que le dio la clasificación a la final en la Ciudad de la Luz.
Lesiones, desatenciones, colisiones, estancaron a la que prometía ser otra jabalinista antillana de élite. Tuvo que hacer el camino de Santiago, casi un siglo después emprender el viaje inverso de muchos gallegos. Buscar suerte en la lluviosa A Coruña, y entrenadores que la valoraran. A paso cruzado y con el “latigazo en el hombro” intacto a pesar del déficit de preparación, luego de haber sido descartada por la dirección del deporte cubano, logró 61.88 metros en Pamplona en 2021 y 64.17 en 2022, aun sin nacionalizarse española. Este lanzamiento la coloca como la cuarta cubana de todos los tiempos por detrás del 71.70 de Osleidys Menendez (segunda mejor marca de todos los tiempos), el 67.67 de Sonia Bisset en Salamanca 2005 (número 15 de la historia) y el 65.29 de Xiomara Rivero, conseguido en Santiago de Cuba en 2001. Recuérdese que las marcas en la jabalina se cuentan a partir del cambio de regla en 1999, por lo que los registros anteriores hay que analizarlos de forma distinta.
A Yulemnis una lesión en el hombro la ha marcado durante toda la temporada. Con un 63.90 como mejor marca del año, no pudo acercarse a los 60 metros en el Europeo de Roma y terminó en el lugar 13. Sin embargo, con 59.63 metros se proclamó campeona nacional de España, resultado que terminó asegurándola en el ranking olímpico. Para Cuba, que Yulemnis participe en los Juegos constituirá la vuelta de una disciplina histórica que vio interrumpida su vuelo en Tokio 2020. Desde el histórico oro de María Caridad Colón, al menos una cubana había asistido a citas estivales en esta especialidad. Y hasta la última participación de Osleidys Menendez en Beijing 2008, al menos una antillana había sido finalista de manera consecutiva.
La jabalina femenina es la única prueba del campo que cuenta con dos campeonas olímpicas cubanas, además del bronce de la propia Menéndez en Sydney 2000 con apenas 20 años y un 66.13 metros. La natural de Martí, en 2001 se convirtió en la primera mujer en superar los 70 metros desde el cambio de normativa de 1999 con un 71.54, registro que estiraría hasta 71.70 en el Mundial de Helsinki 2005.
En Beijing 2008, Osleidys vio cómo temblaba su récord cuando la checa Barbora Spotakova lanzaba 71.42 para ganar el oro y ella, con un 63.35, quedaba en el quinto puesto. Menos de un mes después, la alumna de Jan Celesny lograba un 72.28 en Stuttgart, plusmarca inmaculada hasta la fecha. Para Londres 2012, la ex heptatleta alcanzó el bicampeonato con un 69.55, el último gran envío en una cita estival. La última mujer que lanzó 70 metros en cualquier competencia de atletismo fue la polaca María Andrejcick (71.40 en 2021), quien fuera medallista de plata en Tokio 2020 con 64.61 cuando llegaba como favorita.
A quien sí el récord olímpico solo le duró una edición fue a la baracoense María Caridad Colón. Su 68.40 en el primer intento de Moscú 80 se rompería en la siguiente edición de Los Ángeles 84, con el 69.56 de la británica Tessa Sanderson. Colón no pudo defender su título (ni su récord) por el (intento) de boicot a los Juegos por parte de los países socialistas y tampoco pudo volver a Seúl 88.
A Barcelona 92 regresaban las jabalinistas cubanas con Isel López (lugar 13) y Dulce García, con un destacado octavo puesto. Para Atlanta 96 la delegación cubana pudo clasificar por primera vez a 3 mujeres para la final. Mientras las debutantes Odelmys Palma y Xiomara Rivero quedaban en oncena y quinta, respectivamente, la ya experimentada Isel López rozaba el podio con un cuarto lugar y un tiro de 64.68 metros, a 30 centímetros del bronce ocupado por la noruega Trine Hattestad, quien sería la campeona de Sydney en el debut de Osleydis. En la cita australiana, sería la primera de las dos instancias consecutivas que tres cubanas se incluirían entre las 8 primeras bajo los 5 aros. Xiomara Rivero se ubicaba sexta y Sonia Bisset, con un 63.25, anclaba quinta.
En Atenas, aparte del espectacular tiro de Osleydis, Sonia Bisset repetía el quinto lugar con un 63.54 y la nobel Nora Aida Bicet terminaba en la séptima posición. Nora se nacionalizaría española, como Yulemnis, y tras perderse Beijing, reaparecería en Londres con un discreto 57.77 y un lugar 17. Tan discreto como las atletas que representaron a Cuba en ese certamen: Yainelis Ribeaux (56.55 y lugar 14 de su grupo clasificatorio) y Yanet Cruz se fue sin marca. Cruz había sido la acompañante de Menéndez en la expedición del 2008, cuando ocupó la decimonovena posición en la primera ronda.
Aunque la historia de los hombres cubanos en la jabalina olímpica comenzó antes que la de las mujeres, no tiene comparación una con otra. Tras el alentador onceno lugar de Aurelio Janet en México 68, no hubo más hombres hasta Atlanta 96. Ahí, Emeterio González e Isbel Lauces conseguirían el puesto 18 y 28, respectivamente. En Sydney, mientras Lauces repetía tan alejado sitio, Emeterio lograba un octavo lugar, lo que constituye el mejor resultado histórico para un jabalinista cubano con un 83.33, el disparo más largo que logró un criollo en Juegos Olímpicos. En Atenas, llegaba solo Luaces y en su tercera participación consecutiva tampoco lograba incluirse en una final, aunque ejecutó su mejor lanzamiento en estas lides: 80.07. Un centímetro menos fue lo que lanzó Guillermo Martínez en Londres 2012, en su única participación. El mejor jabalinista cubano de todos los tiempos venía de ser plata en el mundial de Berlín 2009 y bronce en Daegu 2011, sin embargo, llegó en baja forma a la capital británica. Este evento supondría el punto de declive en su carrera ya que en Moscú 2013 ni siquiera pudo sobrepasar los 80 metros. Problemas personales y todo un año alejado del deporte habían privado a Guillermo de asistir a Beijing 2008, donde solo concurrió su compatriota Anier Boue, y ocupó el escaño 28 en la clasificación general.
En París 2024 no se pudo mejorar nada. Por terceros Juegos consecutivos no hubo jabalinistas masculinos de Cuba, que tampoco contó en su escuadra con representantes femeninas de la prueba por segunda cita en línea. Yulemnis, con España, fue a buscar la vida en un tiro en la gran final, pero su 62.78 solo le alcanzó para la sexta posición. El latigazo de su hombro volvió a un campo de batalla de máxima categoría. Su hombro de Cuba y de España. De Bayamo de A Coruña. Con el impulso de todas sus patrias, de todas las regiones en las que ha vivido, esperemos entonces que en el futuro el dardo sea un arma de muerte para los fantasmas de su pasado.
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