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Universidad Camilo José Cela.
Doctora en Educación. Profesora de Ciencias Experimentales, Ciencias Naturales y Didáctica,Los adultos a menudo tenemos dudas sobre la veracidad de una información leída en internet. ¿Cómo lo abordamos con los más pequeños?
Las dificultades para identificar a quién creer y en quién confiar son frecuentes entre todo tipo de personas, y a todos nos preocupa esta falta de fiabilidad.
Las plataformas de internet como YouTube, las redes sociales o servicios de mensajería instantánea proporcionan una vía fácil para publicar y compartir información inexacta o falsa con el objetivo de manipular y desinformar a la población. Uno de los ejemplos más claros de esta situación lo vivimos durante la crisis sanitaria mundial por la COVID-19.
La infodemia durante la pandemia
En plena pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado en el que afirmó que no sólo estábamos luchando contra una epidemia, sino también contra una infodemia.
En este comunicado, reconoció haber solicitado a diversos medios de comunicación —como Facebook, Google, Twitter, TikTok y YouTube— que contrarrestaran la difusión de rumores, prácticas sanitarias falsas y, en general, la desinformación sobre el virus. Esta difusión constituía un peligro, al igual que la propia enfermedad, para la sociedad.
Multitud de personas opinan, deciden o comparten información en estos medios sobre temas que atañen a la ciencia. Pero, en muchos casos, se basan en información engañosa o inexacta. Y a menudo, no aportan el conjunto de conocimientos necesarios para poder analizar con criterio esta información. Como usuarios, seguir y compartir recomendaciones de supuestos expertos o consumir productos que prometen resultados milagrosos en nuestro cuerpo nos hacen vulnerables.
¿Cómo podemos ayudar a las personas a discernir qué información es verdadera y cuál no lo es?
Enseñanza de las ciencias y la cognición epistémica
El ámbito de la educación científica es el idóneo para que el alumnado adquiera una serie de destrezas, saberes, actitudes, procedimientos y valores éticos que lo preparen para discernir y ser un consumidor crítico de información. Todos ellos se movilizan en conjunto para pensar críticamente acerca de los desafíos actuales y futuros que incumben a la ciencia, como, por ejemplo, el cambio climático o el uso de la inteligencia artificial.
Estas habilidades son características del trabajo de la comunidad científica y nos ayudan a aprender a ser competentes científicamente para alcanzar la independencia intelectual. Esta es una tarea fundamental para dar respuesta a los problemas locales y globales que enfrentamos a día de hoy y, así, tener una participación eficaz en la sociedad.
La dimensión epistémica
Otra labor esencial es abordar la dimensión epistémica de la competencia científica en la enseñanza de las ciencias. Se trata de reflexionar sobre lo que uno cree y lo que no, y qué usamos para posicionarnos ante diversos temas. Estos factores influyen en nuestra forma de pensar y, especialmente, en cómo evaluamos la información. Es decir, se refieren a la cognición epistémica.
La cognición epistémica aborda entre otras cosas la reflexión acerca de las fuentes de justificación del conocimiento: es decir, reconocer de manera consciente en qué nos basamos cuando opinamos y decidimos sobre algo. Para enseñarle a reflexionar de esta manera, podemos guiar al alumnado para que reflexione sobre sus creencias y lo que sabe, y que identifiquen aquellos elementos cotidianos más comunes que usan para justificar el conocimiento.
Estos elementos son los sesgos, las emociones, los valores personales, las experiencias propias habituales y los testimonios no autorizados.
En segundo lugar, debemos enseñar en las clases de ciencias a justificar las opiniones y posturas sobre los diversos temas que pueden encontrar en internet. También es fundamental que aprendan a basar sus argumentos en evidencia e información fiable. Por supuesto, este ejercicio es complejo, ya que implica que el alumnado desafíe sus propias creencias personales.
Ayudar a reconocer cómo justificamos nuestras opiniones
Para ayudar al alumnado a ser consciente de cómo justifica una opinión, conviene enseñarles a identificar y reconocer de una manera adecuada las fuentes de justificación más comunes:
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Testimonios: corresponden a testimonios de personas o instituciones, estas pueden ser expertas o no expertas. Por ejemplo, un estudio científico de la revista científica The Astrophysical Journal Letters que dice que podría existir vida fuera de nuestro planeta al haber identificado compuestos similares a las biomoléculas es un testimonio experto. Frente a este, encontramos uno no experto, un youtuber que anuncia en internet “¿sabes que han descubierto vida fuera de la Tierra?”.
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Explicaciones: corresponden a descripciones y relaciones de causa-efecto de los fenómenos físicos y naturales de nuestro entorno. Se basan en otros hechos y buscan interpretar y dar sentido a los fenómenos del mundo real. Sería el caso, por ejemplo, de la imposibilidad de vivir para siempre: cumplimos un ciclo de vida, igual que otros seres vivos, lo que implica distintas fases y funciones biológicas.
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Hábitos: corresponden a diferentes experiencias habituales de nuestras vidas, en lo que notamos a través de los cinco sentidos, en cosas que nos han pasado y en nuestras reflexiones internas. Ejemplo de ello sería el movimiento del sol: lo hemos visto, cada día nos alumbra, así que es muy probable que mañana también lo haga.
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Rasgos de personalidad: corresponden a componentes de nuestra personalidad como los valores, emociones, sesgos, deseos, intereses y virtudes. El deseo de que nuestro equipo de fútbol gane el siguiente partido, porque es mejor y nos encanta, tendría también su carga de emoción y de intereses.
Enseñar este ejercicio de reflexión consciente permitiría a los estudiantes aprender a ser humildes epistémicamente, a lidiar con el caos epistémico que encuentran en los medios y a discernir entre lo que pueden usar o no para opinar, debatir o posicionarse sobre temas científicos.
Y también serviría al profesorado para cerciorarse de que reconocen de manera adecuada estos elementos cotidianos, y a tener una primera aproximación a la comprensión epistémica del alumnado, para poder trabajar juntos la independencia intelectual que se requiere en la actualidad.
es Doctora en Educación. Profesora de Ciencias Experimentales, Ciencias Naturales y Didáctica., Universidad Camilo José Cela.
Este artículo fue publicado en The Conversation. Lea el original.