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Por Marine Canesi, Agence Française de Développement (AFD)
Desde enero de 2023, el fenómeno del blanqueamiento de los corales se está extendiendo a escala mundial. Se trata del cuarto episodio global registrado, lo que pone en grave peligro la salud y la supervivencia de los arrecifes coralinos.
El pasado mes de abril, la Agencia Nacional de Observación Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) anunció que el 83,9 % de ellos se habían visto afectados por este episodio masivo, observaciones confirmadas por los científicos de la NOAA y de la Iniciativa Internacional para los Arrecifes de Coral (ICRI), encargados de supervisar el estado de salud de los arrecifes.
Este episodio se explica por la combinación del calentamiento global y un fenómeno natural, El Niño, que se ha visto agravado por olas de calor marinas de intensidad excepcional. Recientemente he publicado un estudio que alerta sobre esta crisis silenciosa, para comprender sus mecanismos y consecuencias, y proponer vías de actuación.
Las olas de calor marinas, más intensas y frecuentes
Las olas de calor marinas son olas de calor submarinas durante las cuales la temperatura del agua superficial es anormalmente alta (generalmente entre uno y cinco grados más). Duran entre varios días y varios meses y a veces se extienden a lo largo de cientos de kilómetros.
Estos fenómenos suelen producirse cuando las temperaturas atmosféricas alcanzan también valores máximos; las capas de mezcla oceánica, parte superficial del océano donde el viento y las olas mezclan el agua, son poco profundas y estratificadas y los vientos se debilitan de forma anormal.
A esto se suman otros fenómenos climáticos globales como las oscilaciones australes El Niño, las variaciones de la presión atmosférica, las oscilaciones decenales del Pacífico o las multidecenales del océano Atlántico, que son variaciones de la temperatura del agua superficial. Estos fenómenos influyen en el clima (temperaturas, precipitaciones, ciclones, sequías, etc.) y pueden acentuar las olas de calor marinas.

Una cosa es segura: con el calentamiento global, estas olas de calor marinas son cada vez más intensas y frecuentes. Un estudio publicado en 2018 reveló un aumento del 54 % en el número anual de días de olas de calor marino entre 1925 y 2016, con una clara aceleración desde la década de 1980. Esto equivale a treinta días más al año durante los últimos treinta y cinco años.
Estas cifras alarmantes se explican principalmente por el calentamiento global y, por lo tanto, sugieren que la ocurrencia de estos fenómenos extremos podría intensificarse en las próximas décadas. Esto augura repercusiones inevitables en los ecosistemas marinos.
El blanqueamiento de los arrecifes de coral
Los corales tropicales, en particular los corales “duros” (escleractinios), son colonias de animales que viven en simbiosis con algas unicelulares, llamadas zooxantelas, localizadas en sus tejidos. Esta simbiosis se organiza de la siguiente manera: el coral proporciona un hábitat a las algas zooxantelas, mientras que estas aportan energía al coral gracias a la fotosíntesis, lo que favorece su crecimiento.
El problema surge cuando la temperatura del agua del mar aumenta de forma anómala, por ejemplo, durante una ola de calor marina. En este caso, los corales expulsan las algas que albergan para ahorrar energía, dejando al descubierto su esqueleto calcáreo de color blanco: es lo que se conoce como blanqueamiento de los corales. De hecho, son las zooxantelas las que dan a los corales sus colores característicos.
En las últimas décadas, los episodios de estrés térmico han aumentado en frecuencia e intensidad, provocando un blanqueamiento generalizado de los corales en todo el mundo.

En la mayoría de los casos, este fenómeno es reversible y, una vez que dejan de estar bajo estrés, las colonias de corales pueden volver a albergar simbiontes. No obstante, en casos de olas de calor intensas y prolongadas (zonas de alerta 3 a 5, de color marrón a violeta en el mapa anterior), este fenómeno puede ser irreversible, causando la muerte del coral y, por lo tanto, la desaparición de los arrecifes.
A escala mundial, se sabe que, en la actualidad, el 80 % de los arrecifes coralinos ya han desaparecido. En Australia, por ejemplo, la Gran Barrera de Coral ha perdido el 30 % de sus corales debido al grave blanqueamiento que se produjo en 2016.
Los corales albergan el 25 % de la biodiversidad marina y proporcionan importantes servicios ecosistémicos (fuente de alimento, protección del litoral, atractivo turístico) de los que dependen varios millones de personas. Por ello, su desaparición tiene importantes implicaciones ecológicas y socioeconómicas, especialmente en los sectores de la pesca y el turismo.
La esperanza de los “supercorales”
No todo está perdido. Según algunos científicos, el blanqueamiento podría ser, en algunos casos, una estrategia de supervivencia temporal de los corales frente al estrés térmico. Al expulsar a sus simbiontes, los corales limitarían su actividad metabólica para ahorrar energía, con la esperanza de recuperar condiciones más favorables. Esta respuesta fisiológica podría permitirles, en un entorno menos hostil, volver a acoger nuevas algas.
De hecho, algunos investigadores plantean una hipótesis, aún por confirmar, de “blanqueamiento adaptativo”, una oportunidad para que los corales adquieran nuevos simbiontes mejor adaptados a las condiciones ambientales actuales.
Desde hace varios años, equipos de investigación franceses del Instituto Nacional de Investigación Marina Integrada de Francia (Ifremer), el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) y el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) estudian los “supercorales”, que se encuentran, por ejemplo en la Polinesia Francesa. Estas colonias, capaces de resistir temperaturas extremas gracias a procesos evolutivos naturales, podrían contribuir a restaurar los arrecifes más amenazados.
Mitigar el cambio climático para salvar los corales
Estas líneas de investigación son esperanzadoras para la supervivencia de los arrecifes, pero no bastan por sí solas. Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcanzaron el nivel récord de 57,1 gigatoneladas de CO₂ equivalente en 2023. Estas emisiones nos sitúan actualmente en una trayectoria de aumento de la temperatura media de +2 °C, lo que, a largo plazo, podría provocar la desaparición del 99 % de los arrecifes.
Para limitar estos efectos, habría que reducir las emisiones mundiales de CO₂ en aproximadamente un 25 % para 2030 con respecto a 2010 y alcanzar la neutralidad en carbono para 2070, según el IPCC. Sin embargo, las políticas vigentes a finales de 2020 conducirían a un calentamiento de entre 2,4 y 3,5 °C para finales de siglo, lo que supondría un cambio irreversible para los ecosistemas marinos.
Ante esta realidad, es imprescindible reforzar nuestros compromisos: financiación adecuada para la investigación y la conservación, gobernanza que incluya a las comunidades locales, movilización ciudadana, innovación (por ejemplo, trasplantes microbianos), sensibilización y, sobre todo, decisiones políticas firmes.
Marine Canesi, Chargée de recherche sur le climat et les océans, Agence Française de Développement (AFD)
Este artículo fue publicado en The Conversation. Lea el original.