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Por Ramón Núñez Gamallo, Universidade da Coruña
Podemos definir el tipo de cambio como el precio de una moneda en términos de otra. Dicho esto, aquí termina la parte fácil del relato, porque esta definición no explica ni el nivel al que se ajusta ese valor de cambio ni por qué varían esos precios.
En cualquier caso, se trata siempre de una relación entre dos monedas: si una gana valor, la otra, necesariamente, lo pierde. Aunque los factores que influyen en el tipo de cambio son diversos y simultáneos, no todos actúan en el mismo sentido. Ahí radica su dificultad.
Paridad cambiaria
El tipo de cambio debe reflejar, aproximadamente, la paridad de compra entre monedas. Así, por ejemplo, al tipo de cambio del 4 de julio de 2025 (1 € = 1,1767 US$) debería ser posible comprar con un euro en la eurozona prácticamente lo mismo que en Estados Unidos con 1,1767 dólares estadounidenses. Esa paridad de compra hace que el tipo de cambio entre el euro y el dólar estadounidense esté en torno a la unidad y no tome valores de, por ejemplo, 1 €:100 US$ o 1 €:1 000 US$ (o viceversa).
Decimos aproximadamente porque, aparte de las comisiones por cambio de moneda, los precios no son los mismos ni en los países que integran la zona euro ni en los Estados Unidos. Nueva York tiene niveles de precios más elevados que Nashville, igual que los precios en París son más elevados que en Lugo. Estamos hablando de una suma de factores (términos agregados) que intervienen en el precio final de la moneda.
Una vez conocida la noción sobre la que se asienta el tipo de cambio, veamos ahora qué otros factores intervienen en el mercado de divisas.
Balanza de pagos y monedas
El intercambio de bienes y servicios está entre los principales componentes de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Esto es, el resumen de todas las transacciones de un país debidas a las exportaciones e importaciones de bienes y servicios.
Cuando se exporta un bien o servicio a un país con una moneda diferente, el país comprador deberá comprar también la divisa del país vendedor para poder pagar su deuda. Así, cuando un país exporta aumenta la demanda de su moneda, por lo que su precio tenderá a subir. Es decir, a apreciarse o revalorizarse.
Del otro lado, el país importador del bien o servicio deberá comprar divisas extranjeras con su propia moneda por lo que aumentará su oferta y su precio tenderá a bajar.
Por tanto, las economías que presentan superávits corrientes permanentes tienen monedas que tienden a ganar valor, mientras que las monedas de las economías con déficits permanentes tenderán a perderlo.
Inflación y divisas
Tomemos en cuenta que los inversores comprarán activos financieros foráneos si, a igualdad de liquidez y riesgo, ofrecen una mayor rentabilidad (mayor interés) que los nacionales.
Llegamos así a la influencia del tipo de interés sobre el tipo de cambio: para adquirir activos financieros de un país habrá que comprar también su divisa y, a lo largo del tiempo, esta tenderá a revalorizarse precisamente en la cuantía del diferencial de tipos de interés.
Veamos ahora qué sucede con la inflación. Ya sabemos que esta supone una pérdida de poder adquisitivo, así que cuando dos economías tienen inflaciones distintas, la que sufre mayor inflación será la que sufra una mayor pérdida de poder adquisitivo y de competitividad.
Esto se traslada rápidamente al tipo de cambio y hace que la moneda del país con mayores subidas de precios experimente una depreciación aproximada, respecto a la moneda del otro país, del diferencial de inflación. Por ejemplo, si la inflación del Reino Unido fuese del 7 % y la de la zona euro de un 4 %, la libra esterlina acabaría sufriendo una depreciación del 3 % respecto al euro.
Otros factores determinantes
También entran en juego las expectativas de los inversores: las rentabilidades esperadas de los activos financieros son determinantes y, además, los distintos países emplean la política monetaria como herramienta para el control de la inflación. Así, ante expectativas de subidas de precios también cabe esperar subidas de tipos de interés y, dependiendo de las intensidades y tiempos de respuesta de las autoridades monetarias, habrá movimientos en el tipo de cambio.
El tipo de cambio también se puede emplear como herramienta de política comercial. Para favorecer sus exportaciones y encarecer sus importaciones, un país puede devaluar su moneda (devaluaciones competitivas). Por otra parte, si la economía es muy competitiva, quizás convenga tener una moneda fuerte para abaratar los aprovisionamientos.
Euro fuerte
La actual fortaleza del euro, basada en la estabilidad de superávit corriente y en el control de la inflación en Europa, se podría explicar más por el comportamiento y las expectativas que genera la economía estadounidense.
En los últimos seis meses, el euro se ha revalorizado con respecto al dólar. A mediados de enero, un euro se cambiaba por 1,0198 dólares, y ya hemos visto que, a principios de julio, el cambio era de 1 €=1,1767 USD. Esto supone una revalorización del 15 %.
Al abaratar las exportaciones a la eurozona, esa variación favorecería a los productores estadounidenses, mientras que haría más caros los productos europeos para los consumidores de EE. UU. Por tanto, este nuevo equilibrio monetario serviría a Estados Unidos para reducir su déficit comercial con Europa.
Guerra comercial
La guerra arancelaria de Trump va por ese camino: abaratar su moneda para favorecer sus exportaciones, pero al precio de encarecer sus importaciones y provocar inflación en la economía estadounidense.
El gobierno estadounidense ha resucitado el nacionalismo económico y las políticas comerciales de empobrecimiento del vecino, lo que, sin duda, provocará la reacción de las demás economías en función de su capacidad y fortaleza. Países como Canadá, China o la propia UE han respondido, aunque con distintas estrategias.
Si la economía de EE. UU. es capaz de crecer y generar empleo suficiente bajo estas condiciones, entonces podemos suponer que este abaratamiento de su moneda se podría mantener en el tiempo.
El futuro de las divisas
El dólar es la moneda más empleada en los intercambios económicos internacionales: si pierde valor y comienza a tener un comportamiento errático o volátil, muchos países podrían considerar la opción de emplear otra moneda fuerte para el intercambio internacional. Esto haría que la economía estadounidense perdiese parte de su poder e influencia global. Es la encrucijada en la que se encuentra la Administración Trump, puesto que no se puede tener todo a la vez.
El euro, en cambio, podría ganar mayor protagonismo en el intercambio internacional como moneda de sustitución del dólar. Y aunque ganaría influencia, este liderazgo no sería gratuito: tendría que soportar una gran presión estadounidense y, además, la economía de la zona euro debería tener una fortaleza mayor que la que tiene actualmente, en especial en los campos de la innovación y el emprendimiento.
Ramón Núñez Gamallo, Profesor Titular, Universidade da Coruña
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.