Por Luis Zambrano-Sequín, Universidad Católica Andrés Bello
Un país se dolariza cuando la moneda que emite es sustituida en sus funciones básicas (unidad de medida, reserva de valor y medio transaccional) por una moneda emitida por otro país. El dólar norteamericano suele ser la unidad monetaria utilizada como sustituto de monedas locales de economías débiles.
En América Latina varios países han experimentado procesos intensos de dolarización en épocas recientes (Perú, Bolivia Uruguay y Venezuela, entre otros).
Javier Milei, el candidato libertario que acaba de obtener la presidencia de Argentina, propuso en su campaña la dolarización de la economía nacional. Veamos lo que esto implica.
¿Por qué se dolariza una economía?
La dolarización de la economía argentina como propuesta de gobierno nace de la promesa de que esta es la decisión más racional para proteger la riqueza e ingresos de los agentes económicos en un contexto de alta inflación y baja credibilidad en la política económica.
En la gran mayoría de los casos, la dolarización se produce para contrarrestar los efectos de crisis económicas y financieras que vienen acompañadas de políticas fiscales basadas en el uso excesivo de la emisión de moneda (la máquina de imprimir billetes) para el financiamiento gubernamental.
En tales circunstancias, la inflación se acelera, llegando incluso a convertirse en hiperinflación, y el valor de la moneda local se deprecia aceleradamente. El resultado es, inevitablemente, que los agentes económicos rechacen esa moneda como medio de cambio, unidad de medida y reserva de valor. Por tanto, la demanda de dinero local se reduce y tiende a anularse.
La caída en la demanda de dinero local va acompañada por una creciente dolarización de los precios, de las transacciones (sustitución monetaria), y de los activos y pasivos financieros (dolarización financiera). La creciente dolarización puede ser reconocida oficialmente o desarrollarse de facto. En algunos casos, el dólar (u otra divisa) sustituye totalmente a la moneda nacional, mientras que en otros circulan simultáneamente la moneda nacional y las divisas (economías bimonetarias o parcialmente dolarizadas).
La propuesta inicial de Milei ha sido dolarizar plena y oficialmente la economía Argentina. Para darle más credibilidad al logro de este objetivo, ha propuesto, además, eliminar al banco central.
Los riesgos de dolarizar la economía
Dolarizar la economía no es una condición necesaria, ni suficiente, para alcanzar la prosperidad y, menos aún, la dolarización puede considerarse un sustituto de las necesarias reformas económicas estructurales que Argentina debe realizar para salir de la prolongada crisis que la afecta. Aunque con la dolarización puede reducirse la inflación a corto plazo, hay otros efectos que pueden tener implicaciones muy negativas a mediano y largo plazo.
Siendo más específicos, la dolarización dificulta la respuesta a los choques externos, dada la imposibilidad de aplicar políticas de estabilización efectivas (fiscales, monetarias y cambiarias). Al reducirse la capacidad del Estado de diseñar y gestionar políticas de estabilización económica, los choques externos tienen que ajustarse a través de los mercados de bienes y de factores de producción (tierra, trabajo, capital), elevando los costos sociales de estos choques.
Los procesos de ajuste son, por tanto, aún más prolongados y dolorosos, afectando, ante todo, al empleo y el ingreso de los sectores y regiones menos favorecidas. La situación puede empeorar si la economía no cuenta con un sistema financiero desarrollado y bien regulado.
Desde la perspectiva de la política fiscal, uno de los efectos más relevantes de la dolarización es la pérdida de la capacidad de generar ingresos mediante la puesta en circulación de moneda nacional (señoreaje). Si el señoreaje es generado por un incremento de la demanda real de dinero, estos recursos ayudan a sostener el gasto público, e incluso expandirlo, sin necesidad de crear presiones inflacionarias.
Con la dolarización y la eliminación del banco central, el sistema financiero se vuelve más vulnerable a las crisis de solvencia y liquidez y, sobre todo, a los movimientos súbitos de capital, al no contar con un prestamista de última instancia. Este es un aspecto de especial importancia en una economía tan abierta como lo es Argentina.
Con la finalidad de reducir los riesgos, los bancos se ven obligados a mantener altos niveles de liquidez, inmovilizando una parte significativa de los recursos disponibles y, con ello, afectando la capacidad de expandir el crédito interno.
Reformar para dolarizar
Milei ha prometido bajar la inflación dolarizando la economía, pero a un costo elevado: perder las herramientas para hacer política económica. Este costo lo considera mínimo ya que, en su opinión, en Argentina no existe la madurez institucional para gestionar la política económica de manera responsable. Pero no se avanza mucho con este solo reconocimiento. Poder dolarizar eficientemente una economía exige el cumplimiento de un conjunto de requisitos previos. En primer lugar, es necesario un compromiso nacional de las autoridades e instituciones para frenar el gasto ineficiente. Los mercados, en especial el laboral, deben ser muy flexibles para responder con rapidez a los choques externos y a los cambios cíclicos propiciados por la política monetaria implementada por el banco de la Reserva Federal de los EE UU.
Dada la situación actual de la economía argentina, avanzar en la dolarización tendrá un fuerte impacto sobre los precios de los bienes nacionales e importados. Habrá que ajustar considerablemente el tipo de cambio, debido al bajo nivel de las reservas internacionales en relación al tamaño de los agregados monetarios y financieros –la suma del dinero en circulación– en moneda nacional que deben ser sustituidos por dólares. Esto, necesariamente, repercutirá reduciendo no solo los ingresos y salarios reales, sino también la valoración de las empresas y los activos generales de la economía. Mientras más rápido se avance hacia la dolarización, más probable es prolongar y profundizar la recesión económica. Milei ya ha declarado que el programa que pretende aplicar no será gradual.
Dolarizar la economía es un proceso muy difícil de revertir. Es probable que, en el caso de Argentina, la transición desde la situación actual a una economía plenamente dolarizada sea bastante más prolongada de lo que Milei ha pensado.
Una pregunta que aún no tiene una clara respuesta es si tendrá el musculo político suficiente para lograr imponer sus propuestas y si la sociedad argentina podrá soportar los costos de un ajuste tan dramático. En todo caso, Milei necesita respaldo político y social, paciencia y muy buena suerte, todos recursos que no suelen ser abundantes.
Luis Zambrano-Sequín, Profesor – Investigador, Universidad Católica Andrés Bello
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.