Expresar solidaridad con el martirizado pueblo palestino o tratar de contener la masacre de Israel contra Gaza, desplegando la piratería en el Mar Rojo o el Golfo de Adén, recuerda el empeño por apagar un fuego arrojándole gasolina.
De ese modo se puede perjudicar la economía global, poner en riesgo a las tripulaciones que suelen ser internacionales, incrementar las crisis económica y energética, generar inestabilidad o ampliar las guerras, pero no alcanzar la paz que Palestina necesita.
El Mar Rojo entró en la historia ligado a judíos y palestinos. Según el relato bíblico “Éxodo”, perseguidos por los egipcios, los hebreos llegaron a la costa del Mar Rojo rumbo a Palestina, momento en que Dios obró el milagro de separar sus aguas para darles paso, arrojándolas después sobre los perseguidores.
Luego aquel espejo de agua se tornó irrelevante hasta que, en 1969 se inauguró el Canal de Suez, otro milagro, esta vez de la ingeniería, que convirtió sus aguas en puente entre el Mar Mediterráneo y el Océano Índico, Asia y África del Norte que, con el crecimiento del papel del petróleo en la economía global, se transformó en una vía trascendental por la cual circulan más de 22 mil buques al año los cuales operan cerca del 15 por ciento del comercio mundial y el 40 por ciento del referido al petróleo.
El Mar Rojo recuerda un canal de 2.000 km de largo y 355 de ancho con acceso, al norte es el canal de Suez y por el sur el estrecho de Bab el-Mandeb, una garganta de apenas 30 kilómetros de ancho.
En sus riberas conviven 10 estados (Djibouti, Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Etiopía, Eritrea, Sudán, Somalia, Israel y Yemen), ninguno de los cuales está interesado en lanzarse a la guerra contra Israel ni en sufrir consecuencias por brindar apoyo a la piratería. Estos países ejercen soberanía en los respectivos tramos de costa y sobre alguna de las 90 islas existentes en su curso.
Los supertanqueros procedentes del Golfo Pérsico, de diversas banderas y pertenecientes a todas las grandes compañías navieras, cargados con alrededor del 40 % del petróleo que se consume en el mundo, salen por el Estrecho de Ormuz y ponen rumbo a todos los mares del mundo.
Los que llevan crudo a Europa y Estados Unidos giran a la derecha, navegan unos 3 mil kilómetros por el Océano Indico, transitan por el golfo de Adén (controlado por Yemen y Somalia), ingresan al Mar Rojo por el estrecho de Bab el-Mandeb, remontan sus 2 mil kilómetros y, por el canal de Suez, salen al Mar Mediterráneo, cruzan el Estrecho de Gibraltar y por el Atlántico llegan hasta las refinerías del Golfo de México al cual ingresan cruzando entre la península de La Florida y Cuba. Este recorrido suma unos 17 mil kilómetros.
Si, debido al actual auge de la piratería, las grandes compañías navieras evaden la ruta del Mar Rojo, los buques están obligados a tomar por el Océano Índico y bordear el continente africano, doblar por el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica y tomar el Atlántico hasta el Golfo de México lo cual suma unos 8 mil kilómetros, varios días de navegación y costos al recorrido.
Los buques procedentes de Asia, incluidos los de bandera de China, India, Japón, Corea, o que transportan cargas de esos países hacia Europa, Estados Unidos o América Latina, transitan por el Mar Rojo en busca del Canal de Suez, el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.
Según se afirma, los ataques más recientes, han sido realizados por combatientes hutíes de Yemen en solidaridad con Palestina. ¿Quiénes son los hutíes?
El movimiento Ansar Allah, (Partidarios de Dios), conocidos como hutíes, son una entidad tribal, confesional de matriz musulmana chiita, liderados por la familia Al Huthi, de la que toman su nombre. En 2004 se declararon en rebelión contra el Gobierno de Yemen. Desde entonces, con apoyo extranjero, ha crecido hasta sumar 100 mil efectivos militares, los cuales disponen de armamento moderno, incluso embarcaciones artilladas y misiles, lo cual los convierte en el ejército no estatal más grande del mundo.
No obstante, su armamento y apoyo extranjero no son suficientes para enfrentar el poderío naval de diez países, varios de ellos potencias navales miembros de la OTAN que, convocados por Estados Unidos, se disponen a enfrentar la amenaza pirata y mantener abiertos a la navegación el Mar Rojo y las rutas aledañas.
Abrir un nuevo foco de conflictos que puede involucrar a varios estados en una región sobrada de tensiones, no parece ser una buena idea, sobre todo cuando no puede tener un desenlace favorable a ninguna causa popular, patriótica ni antiimperialista. Allá nos vemos.