El cuerpo de Madonna (su rostro) ha sido un mapa social, depositario de anhelos, fantasías, después de ser objeto de admiración, de ser idolatrado, de convertirlo en mito, ahora es vapuleado con la misma fiereza con la que antes se amaba, también con el placer de ver caer algo que deseabas porque en esa caída se acerca a ti y se iguala.
Madonna es denostada hoy por quienes la encumbraron por su belleza y juventud, por quienes presumían de ella cuando estaba extremadamente delgada, por quienes la hubieran preferido muerta (siempre viva en el recuerdo) a “ridícula”, por quienes se han enfadado con ella por no envejecer con “dignidad” (al parecer la dignidad de las mujeres es algo que no incumbe particularmente a las mismas sino que es algo colectivo que pasa por enseñar poca piel y tener muchas arrugas).
Y es que a Madonna se le exige un imposible: por un lado se la insulta como vieja, pero a la vez se la castiga por no dejarse envejecer (como si aceptarlo fuera una obligación). El caso es cuestionar las decisiones con respecto a su apariencia física para hacerla sentir culpable, por mostrar su vulnerabilidad al querer aferrarse a algo, como si eso no fuera humano.
El cuerpo de Madonna (su rostro) es la cartografía actual de una barbarie, la de una época que es incapaz de mirar con compasión, con la posibilidad de ver y ponerte en el lugar del otro, de entender sus motivos aunque no sean los tuyos, de ver las exigencias estructurales de un sistema que hace desaparecer a las mujeres infollables.
No hay una forma correcta de envejecer. No es mejor la belleza natural que la artificial. Podemos cambiar de rostro e incluso desfigurarlo y seguir con vida. Tu cara es tuya y de nadie más y no es un órgano vital. Como máscara está sujeta a cambios, accidentes y modificaciones. No es un deber que los demás te reconozcan. No podemos responsabilizar a la gente por intentar sobrevivir y que se le note.
Lo que sí podemos es relajar las expectativas y el ideal. Porque tal y como dice Virginie Despentes en “Teoría King Kong”: “(…) el ideal de la mujer blanca, seductora pero no pu** (…) delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética (…) esta mujer blanca, feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos (…) nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista”.
A pesar de que se le pida que se retire, que se tape o que se respete.
Madonna.
Existe a pesar de ti.
“Una vez más quedo atrapada en el resplandor del edadismo y la misoginia que impregnan el mundo en que vivimos. Un mundo que se niega a celebrar a las mujeres de más de 45 años y siente la necesidad de castigarla si continúa siendo empeñada, trabajadora y aventurera”, escribió Madonna en Instagram como respuesta al aluvión de críticas por su imagen.
La artista lamentó que la atención se centrara en ella y no en el contenido de su discurso al presentar a Kim Petras, primera mujer trans en actuar en los Grammys. “¡Un momento histórico!”, añadió.
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Excelente apoyo a Madonna