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Ustedes son muy jóvenes, pero hace solo 17 años que los cubanos comenzamos a tener y a utilizar legalmente un teléfono móvil. Fue el 28 de marzo de 2008, fecha en que el presidente Raúl Castro, con un mes y dos días en el cargo, ordenó a Ramiro Valdés, su ministro de Comunicaciones, levantar la restricción de que solo ciudadanos extranjeros y altos funcionarios gubernamentales hicieran uso de la telefonía móvil.
En 1991 se había creado CUBACEL, la primera empresa mixta en la rama de las comunicaciones en Cuba. Desde 1991 y hasta 2008 fue un privilegio de extranjeros, empresarios y élites. Pasaron 17 años para que nos dieran permiso, como si fuéramos niños, para acceder a la telefonía móvil. Recuerdo que allá por el 2000 tuve mi primer teléfono móvil, un viejo Motorola que estaba a nombre de un ciudadano francés, lo que me convertía en un usuario ilegal. Imaginen la cara de mis compañeros cuando aquel artefacto sonaba en medio de la redacción del periódico Granma.
A la vuelta de los años pienso en el absurdo y reconozco que nos faltaron agallas para reclamar que todos teníamos derecho a pagar por este servicio, que es necesidad, más que un lujo; o simplemente decir “o todos o nadie, sin privilegios”.
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Ustedes son muy jóvenes, pero en el año 2009 ocurrió en Cuba lo que algunos denominaron “La guerra de las antenas parabólicas”. En los aeropuertos comenzaron a decomisarse las antenas satelitales que llegaban del exterior y la persecución policial “contra el cable” desmontó un floreciente negocio ilegal que proveía a muchos hogares cubanos de televisión extranjera. Lo incomprensible es que los extranjeros residentes en el país y una élite disponía de este servicio en casa, pero era considerado un «veneno ideológico» para los cubanos comunes.
A la vuelta de los años pienso en el absurdo y reconozco que nos faltaron agallas para decir “o todos o nadie, sin privilegios”. Pasaron 16 años y todavía no se ofrece la televisión satelital como un servicio, pero la picardía popular se inventó El Paquete Semanal.
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Ustedes son muy jóvenes, pero fue en marzo de 2008 cuando los cubanos recibimos permiso gubernamental para ir legalmente a los hoteles destinados en la isla al turismo internacional. Hasta la fecha solo las parejas en luna de miel, los héroes del trabajo y las élites enchufadas al gobierno podían gozar de ese privilegio.
A la vuelta de los años pienso en el absurdo y reconozco que nos faltaron agallas para decir “o todos o nadie, sin privilegios”. Han transcurrido 17 años desde que se levantara la veda, pero todavía hay cubanos que no han podido poner los pies en Varadero, o en un cayo de ensueño, porque no todos pueden pagar por ello.
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Ustedes son muy jóvenes, pero no fue hasta el 14 de enero de 2013 que los cubanos comenzamos a viajar legalmente al extranjero, sin necesidad de pedir un permiso especial que nos autorizara a subir a un avión e irnos a donde nos diera la gana. A la vuelta de los años pienso en el absurdo y reconozco que nos faltó agallas para reclamar que esa decisión nos limitaba la libertad de movimiento, que es un derecho.
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Por todo esto, cuando veo a los estudiantes reclamar por estos días ante el tarifazo de ETECSA y la dolarización de una parte de sus servicios, reconozco que son mejores que nosotros. No solo porque tienen las agallas que no tuvimos para decir “¡Esto está mal y debe repensarse y corregirse!”, sino porque lo han asumido con el compromiso de construir un país mejor, con la participación de todos y sin ceder a la imposición, por más razones que justifiquen cualquier medida. Ustedes son muy jóvenes y los jóvenes, muchachos, no tienen nada que perder.
Victoria pírrica la que deben estar celebrando por haber logrado bajo coacción y amenazas detener las protestas de los estudiantes. Qué brutos! No se dan cuenta de que han perdido a esa generación de jóvenes universitarios que conocieron de primera mano la represión por ejercer un derecho previsto incluso en la Constitución. Si quedaban algunos de ellos “confundidos” les aseguro que ya no lo están. Como elefantes en una cristalería van destruyendo el futuro, y de otra manera, quizá no tan directa pero más imperiosa, les han gritado al igual que el ilustre decano, “EMIGRA”