El primer debate presidencial comenzó con un tono suave. Desde la distancia, el presidente Donald Trump saludó a su rival, Joe Biden, con un saludo con la mano y el demócrata le contestó de manera afable: “¿Cómo estás, hombre?”.
A partir de ahí, el diálogo, si se le puede llamar así, fue cuesta abajo. Devino a menudo un verdadero intercambio de insultos, una gritería que eventualmente impedía escuchar lo que se decía.
Tal vez el tema más al rojo vivo fue el de la violencia en las calles. Trump se negó a condenar a los supremacistas blancos. “Este problema no lo creó la derecha, fue la izquierda”, dijo. Contrariamente a la narrativa de Trump, los expertos en terrorismo doméstico, incluyendo al director del FBI, Christopher Wray, y al secretario interino de Seguridad Nacional, Chad Wolf, han testificado ante el Congreso que la violencia de los supremacistas blancos constituye la amenaza terrorista doméstica más persistente y peligrosa que enfrenta el país.
Pero también salió el tema racial, en el que Trump resultó hiperbólico, según lo usual. “Nadie ha hecho más que yo por la comunidad negra. Yo estoy soltando gente que tú pusiste en la cárcel y trataste mal”. El presidente se refería a una reforma jurídica que Biden promovió en 1993 en el Comité Judicial del Senado y que la comunidad afroamericana recibió muy mal. Trump aprovechó el momento para cuestionar si el exvicepresidente apoyaba o no a las fuerzas policiales.
“Tengo a mi lado casi todos los departamentos de policía” porque “creemos en la ley y el orden. Tú no, Joe. No quieres hablar de ley y orden. No eres libre ni siquiera para decirlo, pierdes el apoyo de la izquierda”, dijo el presidente mientras Biden intentaba terminar una frase: “claro que creo en la ley y el orden”.
Hizo falta que el moderador, el presentador de Fox News, Chris Wallace, interviniera para que Biden pudiera explicarse. “Hay una injusticia sistemática en este país, en la policía y en la forma como la ley es impuesta. Hay policías buenos y manzanas podridas. Necesitamos un sistema en que se responsabilice de la gente. La paz debe prevalecer siempre, la violencia no es apropiada”.
Cuando Wallace preguntó si el vicepresidente apoyaba el movimiento Black Lives Matter, Biden trajo a colación que la violencia en las calles tiene que ver con la falta de capacidad de diálogo del presidente. “He sido claro que la violencia debe ser perseguida. Pero él nunca ha llamado [a conversar] a los líderes de los disturbios. No ha unido a la gente y constantemente le echa gasolina al fuego. La gente de tu campaña dijo que los disturbios ayudan a tu causa”, dijo Biden, mirando a la cámara, lo que hizo en reiteradas ocasiones durante el debate.
Trump negó la aseveración del exvicepresidente, pero este atribuyó la expresión a su exasesora Kellyanne Conway, quien solía aparecer en los programas de televisión asumiendo la defensa del mandatario y quien, ciertamente, dijo la frase.
Otro aspecto candente fue la pandemia de la COVID-19, que se ha convertido en el punto débil de Trump en términos políticos. Una mayoría de estadounidenses han estado constantemente en desacuerdo con su insistencia en una reapertura rápida. Muchos votantes no creen que pueden confiar en él.
Biden hizo un recuento de cómo Trump se desdijo y cambió de postura desde febrero hasta hoy, y recordó que no informó al público sobre la gravedad de la pandemia porque no quería provocar el “pánico” en la ciudadanía cuando “él era quien estaba en pánico. Ni siquiera mandó nuestra gente a China a averiguar lo que pasaba”.
Según Trump, los demócratas querían cerrar el país “hasta después de las elecciones. Él quiere cerrar y yo abrir”. Es más, “teníamos la mejor economía y tuvimos que cerrarla cuando llegó esta plaga china. Miren lo que ha pasado [con el aumento de consumo] con las drogas y alcoholismo. No necesitamos que alguien nos diga que cerremos”, agregó el presidente.
Esto pareció incomodar ligeramente a Biden, quien frunció el ceño y miró directamente a la cámara con el dedo en ristre. “La idea de abrir con casos en aumento es un error. No se puede arreglar la economía mientras no se resuelva la COVID. Nunca lo consideró una emergencia nacional. No ha hecho nada por proteger los pequeños negocios. Uno de cada seis ha cerrado”, afirmó el exvicepresidente.
Sobre la validez del resultado electoral, Trump dijo que hay una conspiración para arrebatarle la presidencia, que el resultado va a tardarse mucho en saberse, y dijo querer que sus partidarios vigilen el trabajo de los centros electorales. “Le digo a mis seguidores que vayan a las urnas y vigilen todo el proceso. Si es una elección estoy a bordo, si veo miles de boletas regadas no lo voy a aceptar”, y agregó que en Virginia miles de boletas fueron arrojadas a un río.
No aportó pruebas ni dijo el nombre del río.
Biden fue más ecuánime. “Desde los 1700 los militares votan por boletas ausentes”, dijo.
Al final de la jornada, en opinión de varios analistas caos es la palabra que caracterizó al primer debate presidencial. Sin dudas, lo distintivo fue la violación de las normas del debate, negociado por ambos bandos durante meses.
Wallace criticó a los candidatos por sus interrupciones, pero quedó claro que el presidente llevaba la voz cantante en ese departamento. Trump desobedeció las reglas básicas acordadas y se negó a permitirle a Biden sus dos minutos para responder preguntas. Hizo incluso que Wallace exclamara en un momento determinado: “¡Déjelo responder!”.
Wallace hizo algo inusual en un moderador presidencial: detener el debate. “El país estaría mejor servido si permitiéramos que ambas personas hablen con menos interrupciones”, le dijo a Trump. “Le estoy pidiendo, señor, que lo haga”.
“¿Y a él también?” —el presidente respondió, desafiante.
“Bueno, francamente, usted ha estado interrumpiendo más”, respondió el moderador.
El historiador de la Universidad de Princeton Julian Zelizer tuiteó: “Por primera vez en la historia, Estados Unidos pide una pausa comercial”.
“Sin lugar a dudas, el peor debate que he cubierto en mis dos décadas de hacer este trabajo”, dijo por su parte el comentarista político de CNN, Chris Cillizza.
Lo más interesante, sin embargo, fue que los estadounidenses pudieron constatar algo que puede ser peligroso: por primera vez en elecciones presidenciales se han presentado dos candidatos con visiones totalmente opuestas sobre lo que debe ser Estados Unidos.
No se puede dialogar, mucho menos debatir, con el representante de un partido (en este caso un presidente de gobierno) que no respeta las normas acordadas y que hace todo lo posible por impedir, mediante burdas y constantes interrupciones, a cual más grosera, que su rival político exponga su proyecto. Si esto es lo que gobierna Estados Unidos, urge que se acabe de marchar cuanto antes. Y con un buen puntapié electoral en las posaderas.