El querido y reconocido actor cubano Jorge Cao está celebrando en estos días nada menos que seis décadas de labor ininterrumpida sobre la escena. En 1994 comenzó su vida en Colombia, justo cuando recién terminaba en el teatro cubano la primera temporada de Manteca, la resonante obra de Alberto Pedro Torriente con Teatro Mío donde interpretaba a Celestino —antes lo disfrutamos en Delirio habanero y Desamparados— y, para el cine, Derecho de asilo, coproducción cubano mexicana dirigida por Octavio Cortázar.
Cao acumula unos ciento cincuenta espectáculos y mucho más de un centenar de personajes protagónicos en un repertorio amplio y balanceado que incluye clásicos, contemporáneos, musicales, comedias, dramas.
Desde Colombia ha tocado el cielo varias veces con producciones televisivas como Pecado santo, de 1995, que le valió el Premio al Mejor Actor Latinoamericano, en el Primer Festival Iberoamericano de Televisión y Video, celebrado en La Habana, y el Premio INDIA CATALINA al mejor actor extranjero, en Cartagena de Indias, Colombia, entre otros.
También ha sido reconocido por La mujer del Presidente (1997, Venezuela) con el Premio Mara al primer actor; Gran Águila de Oro y El gran sol de México al mejor actor de telenovela extranjera; La venganza ( 2002), Premio ACE 2003 de la Asociación de Cronistas de Nueva York a la Mejor coactuación masculina; Premio MARA INTERNACIONAL al Mejor actor extranjero, y Pasión de gavilanes (2003), Premio Canal Caracol al Mejor Actor de Reparto; Premio Victor Awards por mejor actor de carácter 2004, entre muchos otros que celebran la trayectoria profesional y la intensidad y calidad de un intérprete de su calibre.
Los directores de aquí y de allá lo califican como un actor dúctil, versátil y sumamente creativo, con un cuerpo entrenado y plástico, buena figura, excelente voz, capacitado para cantar, bailar y desempeñarse también como mimo y titiritero.
Sin embargo, un mensaje de What’s App, en respuesta a las felicitaciones, sería el detonante de la conversación que sigue:
“Son 30 años de trabajo en Cuba y 30 en Colombia. He transitado por cuanta cosa puede hacer un actor: cantante, director, maestro de teatro, cine y TV, pero el maná nunca me cayó del cielo, lo he trabajado con sudor y sangre. He estudiado mucho, me he entrenado en todas las disciplinas y puedo decir que no me han regalado nada. Lo he debido ganar con esfuerzo y talento. Y sigue siendo así con 52 premios internacionales, 25 producciones para la televisión,12 para el cine, 14 como productor-director teatral, dos discos de música que me han llevado a cien recitales, clases en todas las instituciones culturales de renombre en el país y todavía debo ganarme los personajes a punta de casting.
La actuación, el actor
Desde que me gradué en la Academia de Artes Dramáticas de La Habana, en 1964, donde el joven de dieciocho años, nacido en Caibarién había logrado una beca en un concurso de oposiciones, he estado más tiempo en un escenario, en un set de televisión o de cine que en la sala de mi casa. Eso quiere decir que para mí la actuación es mi vida.
El actor es un artista capaz de cambiarse, transformarse, imaginar infinidad de mundos con el único propósito de comunicarse con los demás. La mayoría de las veces no es simple y tampoco divertido. Al final, cuando logras esa comunicación con tu público sientes un alivio y luego una alegría, la que te produce el aplauso.
Un ser imprescindible
Un actor… no sirve para nada, pero para el mundo en que vivimos es imprescindible que exista. Que exista esa persona que nos hace reflexionar, reír o llorar, que nos conmueve. Un actor —la historia lo ha demostrado— es un ser imprescindible para la vida.
De una realidad a otra
En Cuba, durante mi etapa de trabajo en el teatro, la televisión, el cine, las cosas estaban como establecidas. Yo pertenecía a una agrupación teatral, tenía un salario mensual para hacer mi trabajo y tenía una serie de exigencias.
En diciembre de 1994 me radiqué en Colombia. Comencé a vivir de lleno otra realidad: el mundo de la competencia. Cada personaje, cada actuación te puede llevar o no a un nuevo trabajo, a una nueva producción y siempre estás en esa conquista del logro.
Es totalmente competitivo y eso va a intervenir en tu vida privada, en tu vida económica y en la proyección de tu existencia. Estás siempre en una cuerda floja porque un actor acá siempre va a ser escogido y muy pocas veces uno tiene la posibilidad de escoger. En mi caso, soy un privilegiado, después de sesenta años de trabajo yo decido qué hago o no, a expensas de mi existencia y de mis necesidades de vida o de mis necesidades económicas.
La esencia del actor no cambia por la región donde trabaje ni por el medio en el cual lo haga. Lo que necesita el actor es adecuar su mundo creativo y el mundo de la expresividad; el mundo vocal, por ejemplo.
En Cuba hice mucho teatro universal y para hacerlo se exigía una dicción lo más cercana a la perfección y fue lo que aprendí en la academia. Cuando interpreté algún personaje popular traté de hablar de la manera en que se hablaba en el momento en que construía ese personaje.
Entonces, cuando llegué a Colombia o a Perú o a Venezuela o a España traté de hablar diciendo todas las letras de manera correcta y, gracias a Dios, eso me ha servido para batirme en más de veintitrés producciones televisivas y unas catorce películas que se ven en muchas partes del mundo.
La televisión colombiana
Cuando yo llegué me encontré una televisión sumamente contemporánea. Sus realizadores eran directores que habían salido antes a estudiar cine a Europa; algunos a Moscú, otros a Checoslovaquia, y que cuando regresaron a Colombia se encontraron que no había mucha posibilidad de hacer cine, entonces entraron a la televisión.
La televisión colombiana se hacía en las calles y solo algunas cosas en estudio, aunque había magníficos estudios.
En estos treinta años he tenido el privilegio de trabajar con las mejores cadenas televisivas de Colombia: Caracol, RCN, TVCINE, pero también he trabajado con Disney, Prime video, Telemundo.
En determinado momento he tenido contrato para hacer cinco o seis productos con una televisora, en otras ocasiones dos o tres productos. Ahora que puedo escoger prefiero historias de interés que contar y un personaje que me permita decirle algo al público y, preferiblemente, algo distinto a lo que ya he hecho.
Cuba
Las relaciones con Cuba están intactas en mi pensamiento y en mi corazón. Pienso que soy Cuba adonde quiera que yo vaya. Ese sentimiento de cubanía, que es espiritual e idílico, se ve mucho en mis puestas en escena cuando dirijo teatro. El resto… tengo relación con algunos amigos en Cuba que siguen siendo mis colegas y amigos y con la familia que me queda en la isla.
No es que yo haya roto nada, es que la distancia se ha hecho muy larga. En un principio yo necesitaba caminar por las calles de mi Habana querida, sentarme en el muro del Malecón. Cuando tenía un gran éxito en la televisión me hubiera interesado que el público cubano hubiera visto ese producto. A estas alturas Cuba son mis familiares, algunos de mis amigos y los recuerdos más profundos que conforman mi propio ser.
Cine cubano
Me encantaría volver a hacer cine en Cuba con los jóvenes directores cuyos filmes no me pierdo. Nunca he recibido una propuesta de Cuba, excepto de Juan Carlos Tabío, en una sola ocasión, pero en ese momento mis compromisos de trabajo no me lo permitieron: tenía un contrato de exclusividad y no me podía ir a Cuba a hacer Guantanamera. Pero si hay una propuesta interesante y valiosa, me agradaría muchísimo. No tengo ningún inconveniente en trabajar en el cine cubano.
Siempre el teatro
La realidad es que yo no puedo estar sin hacer teatro. Entre una producción televisiva y otra cinematográfica he tratado de producir teatro, dirigirlo y actuarlo y así es como he hecho teatro en Colombia; sin patrocinios, costeado por el dinero que he ganado en televisión.
He podido recuperar la inversión, pero casi nunca he ganado nada en el teatro colombiano, excepto cuando voy directamente a una producción del Teatro Nacional. El resto es hacer teatro como mismo se hacía en Cuba en la etapa de las salas privadas, en los años 50 y principios de los 60.
Un eterno estudiante
Tengo sesenta años de experiencia, pero pienso que voy a ser un eterno estudiante de mi profesión. Cada vez que llega a mis manos la construcción de un nuevo personaje, se abre una interrogación y salgo a buscarlo, y para eso hay que estudiar, desde diferentes aristas, cómo crearlo, cómo incorporarlo, cómo tener un ser vivo, creíble y, además, darle categoría estética.
Por Colombia han pasado los actuales grandes maestros del teatro universal, como es el caso de Peter Brook, y he tomado talleres con todos ellos. Eso me ha permitido abrir un diapasón amplio que me facilite hacer el teatro dramático, el sicológico, el de texto, el de improvisación, el musical, el de imagen… pero es que esa fue mi formación desde Cuba, buscando siempre otras maneras, géneros, estilos.
Recuerdo cuando la gente me veía trasladarme de un grupo a otro y pensaban “pero, cómo si le iba tan bien en ese grupo…” y sí, yo me saltaba para otro conjunto, y era por la necesidad de búsqueda, de encontrar nuevos recursos para nuevas interpretaciones. Creo que eso es lo que me mantiene vivo tras tanto tiempo.
Ganarse los personajes a punta de casting
En el mundo el casting es la orden del día, se hace en México, en Hollywood, en Colombia… Muchas veces me han llamado de manera directa porque se ha escrito una obra de teatro, o una telenovela o una película pensando un personaje para mí pero, generalmente, el Director de Casting y el Manager son imprescindibles para un actor en este territorio donde yo me desenvuelvo en Hispanoamérica.
Cada vez que le piden a tu manager la posibilidad de que tu estés en un producto, uno sabe que tiene por delante un casting para ver qué visión tiene el actor de ese material. En ocasiones, la competencia es tan dura que puedes hacer tres e incluso cuatro sesiones de casting hasta ser seleccionado. No importa que seas reconocido como un primer actor, que tengas una trayectoria extraordinaria, cada producción es una nueva producción, es una nueva historia para tu trayectoria como actor.
La producción más reciente
Desde el 7 de Julio de este año el filme Los Iniciados (2023), con guion de Nicolás Serrano y Carlos Esteban Orozco, a partir del libro de Mario Mendoza (AG Studios y Amazon Studios; Distribuye Amazon Prime Video) está en la plataforma Amazon, y en los primeros tres meses ocupó el primer lugar entre las películas más vistas. Se está consumiendo en unos 80 países y se está doblando a varias lenguas. En febrero o marzo de 2024 se estrenará la segunda parte y posiblemente vayamos a la tercera.
Varios productos en donde intervengo están en Netflix, algunos se han mantenido por varios años. Pero esto de ahora es entrar en otro circuito. Es el alcance mayor que he podido tener en mi carrera, gracias a todo el avance tecnológico que estamos viviendo. Para el actor supone nuevas oportunidades y, a la vez, nunca olvidarlo, nuevos retos.