Juan Pin Vilar: “Debemos reconocer la existencia de los artistas y espacios independientes”

Para el realizador, "es importante que la sociedad genere pensamiento e ideas que sean favorables para construir una Cuba más diversa. Un diálogo puede aportar mucho en este sentido”.

Juan Pin Vilar. Foto: cortesía del entrevistado.

Hace varios años, fui invitado por el director de televisión y documentalista Juan Pin Vilar a un programa en el canal Cubavisión Internacional, para dialogar sobre la promoción de la música electrónica y de otras escenas en Cuba. Le adelanté que era un tema polémico y que no podía dejar nada en el tintero ni pasar por alto festivales pioneros de este género como el extinto Rotilla. Me respondió que dijera lo que pensara, que en la edición estaría incluido el núcleo duro de la conversación.

En efecto, cuando vi la transmisión del programa, me sorprendió que había salido al aire lo más trascendente del intercambio. Me sentí muy conforme con su trabajo como director y guionista del espacio.

Juan Pin ya no trabaja en la televisión cubana (ni yo en el diario Granma). Está impulsando su carrera como realizador independiente y sigue dirigiendo obras que considera que tienen algo que aportar a la diversidad cultural del país (yo trabajo en OnCuba).

La carrera de Juan Pin Vilar siempre ha estado rodeada de polémica. Es alguien que dice lo que piensa y eso le ha traído más de un enfrentamiento en diversos espacios de la cultura y la comunicación en Cuba.

Ha estado muy ligado a diversos exponentes de la Nueva Trova y de la música en Latinoamérica. Es muy cercano a Pablo Milanés, a Fito Páez, y fue manager durante muchos años de Francisco Céspedes. Ha ocupado un rol fundamental en la organización de los conciertos de Fito y Pancho en Cuba. Recuerdo que en una ocasión entrevisté al argentino gracias a su intervención. Fito estaba rodeado de amigos y músicos, en uno de los camerinos del Karl Marx, y me recibió para hablar brevemente sobre su regreso a La Habana y los afectos que comparte con los cubanos.

Juan Pin cree en las manifestaciones pacíficas como vía para defender causas que asume justas. Por eso participó en la reciente convocatoria de artistas e intelectuales cubanos que se agruparon frente al Mincult. Lo que en un principio convocó principalmente a jóvenes luego se convirtió en un encuentro donde artistas cubanos de distintas generaciones se reunieron porque tenían algo que decir y sentían que la causa también podía ser la suya.

Los manifestantes exigían hablar con el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, para exponerle sus preocupaciones y molestias sobre las barreras que a su juicio impiden una creación plena en la Isla, y el desarrollo de la sociedad cubana. Finalmente, después de casi 10 horas, fue recibido un grupo de 30 artistas en representación del resto. Se reunieron con el viceministro de cultura, Fernando Rojas. En el intercambio, Juan Pin compartió grupo con esos jóvenes y otras figuras consagradas como el director Fernando Pérez y el actor Jorge Perugorría.

“Desde muy joven, he participado en casi todo lo que me convoca como cubano. Por eso, siempre digo que en estas lides me convocan Cuba y la vanguardia creativa, que por lo general, es joven”, dice el realizador a OnCuba.

En los últimos días, los medios de difusión se han referido diariamente a las manifestaciones frente al Mincult y a uno de sus detonantes: un grupo de jóvenes agrupados en el Movimiento San Isidro (MSI) se declaró en huelga de hambre para exigir la liberación del rapero Denis Solis, miembro del colectivo, condenado a ocho meses de prisión por desacato. 

Le pregunto a Juan Pin su opinión sobre el encuentro acontecido el pasado 27 de noviembre. “Sin dudas, es histórico”, me responde tajantemente.

Algunos medios han calificado de inédito este hecho que hoy ocupa el centro del debate cultural y político cubano. En años anteriores, otros acontecimientos con cierta semejanza han puesto en la línea de tensión el centro de la cultura cubana. En la memoria aún se mantiene fresca la llamada guerra de los emails (2007), una fuerte polémica cultural nacida a partir de la aparición en televisión de dos figuras relacionadas directamente con la censura cultural en la Cuba de los años 60 y 70.

A diferencia de otros acontecimientos parecidos, en la organización del encuentro del 27N tuvieron un gran peso las redes sociales, una plataforma usada cada vez con más frecuencia por los cubanos para manifestar su malestar social, así como por activistas por diversas causas que se han unido para exigir sus derechos, como es el caso de la comunidad LGBTIQ+.

Juan Pin explica por qué, para él, resultó histórico. “Un grupo de artistas contestatarios tiene puntos comunes con una masa de creadores, no solo jóvenes, sino de diferentes generaciones, para sentarse a hablar con una institución que nunca ha querido aceptar su existencia. Ese es un hecho histórico y único dentro del espectro cultural e intelectual cubano. No ha sucedido jamás desde 1961, cuando ocurrieron las reuniones en la Biblioteca Nacional. Tiene toda la validez posible; de lo contrario, me hubiera negado a participar activamente y me hubiera concentrado en ser un mero espectador. Por eso les estoy muy agradecido a los jóvenes que me incluyeron en su agenda, como uno más de sus hermanos”.

Juan Pin tiene 57 años, tres hijos y varios cortometrajes o teleplays que no han sido exhibidos por la televisión cubana. Él ya ha aprendido a vivir con el silencio hacia su obra, lo que lo ha llevado a buscar otras maneras de insertarse en los circuitos cinematográficos internacionales. Durante su carrera, ha sido protagonista o testigo de historias que pretende plasmar algún día en blanco y negro, según me ha dicho durante algunas conversaciones. Hoy, sin empleo estatal, escribe para varios medios independientes del Estado. Hace una semana publicó una entrevista de colección al cantautor Carlos Varela en el sitio Diario de Cuba.

Siempre ha tenido contactos estrechos con los más jóvenes realizadores y artistas. A pesar de la distancia generacional que lo separó de jóvenes que en su mayoría no llegaban a los 40 años, asegura que se sintió cómodo en la manifestación. “Me sentí cómodo, tranquilo y sonriente. No conocía personalmente a la mayoría de los jóvenes, pero me impactaron la madurez de sus propuestas, el lenguaje que usaban, y el infinito amor por Cuba, esa Cuba diversa que queremos y en la cual cabemos todos. La conversación concurrió en un clima educado, frontal, de posiciones antagónicas y respeto por la opinión de cada uno. Esos muchachos, sin excepción, estuvieron geniales. Escucharlos significó una esperanza de que la Cuba martiana es posible”.

La Cuba de anoche

La entrevista con Juan Pin la hago por WhatsApp. Creo que en este momento es una ganancia para los dos, en pos de ganar tiempo para tratar de explicar un poco o profundizar en este momento de relevancia para la cultura cubana, ese universo que vive una inesperada sacudida por la entrada en juego de cuestionamientos irresueltos que permanecían latentes en los márgenes. Pretendo recopilar testimonios para ahondar en esta etapa que, para algunos, puede ser un parteaguas por la diversidad de los actores culturales y de sus reclamos. Varias de las personas con las que he conversado convergen en la necesidad de que ese debate contribuya a alcanzar un sistema cultural más abierto y participativo. Más democrático. Otros se desmarcan y prefieren mantenerse como espectadores lejos de la línea de fuego por razones propias o juicios de valor que también reconozco como válidos.

Para él, este tipo de debates deben sostenerse sobre la base del respeto y la libertad para confrontar ideas… de la comprensión. “Sin falsos liderazgos ni vanas pretensiones. Las alrededor de 300 personas que estaban ahí no pertenecen a la agenda institucional ni a la del 27N… fueron porque durante el año ha habido mucha violencia en diferentes franjas sociales, por diferentes motivos, y San Isidro fue una más de tantas. Eso debe parar. A los 300 los une la esperanza de que cualquier conflicto debe ser resuelto con el entendimiento, y cada parte o todas las partes deben ceder para que el diálogo avance”.

Juan Pin prácticamente nació en el ICRT. Se conoce al dedillo los entretelones de la institución. Guarda dolores, heridas de lo privado y lo profesional y satisfacciones. “Satisfacciones, todas, aun aquellas que debo al esfuerzo del equipo con que trabajé. Terminar una obra en las condiciones de mediocridad y exclusión que se han visto en el ICRT es una proeza. Insatisfacciones, muchas. Saber y sentir que existe una componenda dura para que personas como yo no podamos trabajar”.

Son palabras duras, pero están respaldadas por la obra de un hombre que durante décadas vivió consagrado al ICRT. En diferentes ocasiones, he hablado con periodistas o locutores sobre la obra de Juan Pin. Todos lo reconocen como polemista y enfatizan sus cualidades como ser humano. “Es una buena persona”, aseguran.

Este realizador se ha adentrado en zonas oscuras de la cultura cubana y ha criticado abiertamente la sociedad en la que vive, de acuerdo con sus dictados personales. Es, para muchos, una persona creíble. Quizá por eso estuvo en el grupo que lideró las conversaciones. “Para mí, no existen límites en el diálogo, pero yo soy uno entre 30, más dos (Fernando Pérez y Perugorría). En un diálogo, si es bueno y avanza, los límites se van estirando hasta desaparecer y convertirse en un todo. Eso lleva tiempo y madurez. En mi caso, no son negociables la independencia y la soberanía, porque no son abstracciones, son procesos de construcción de nuestra nación. Siempre están en peligro y ha costado sangre y pensamiento ganarlas”.

Al documentalista le llamó particularmente la atención la espontaneidad de los jóvenes. “Me conmovió la frescura de sus ideas, el ímpetu y el compromiso con ellos mismos y con su época. La sinceridad intelectual. El desenfado. La obra”.

No estuvo en el segundo encuentro sostenido entre un grupo de artistas y funcionarios culturales, encabezado por el ministro Alpidio Alonso, tras la ruptura inicial del diálogo con el grupo de los 30, que puso como condiciones la presencia del presidente cubano Miguel Díaz Canel, en un correo enviado a la institución. En los días posteriores al intercambio del 27N, varios artistas y participantes han denunciado acoso en las redes o descrédito en los medios de difusión. Juan Pin opina que el Mincult debe intervenir para que los artistas puedan expresarse libremente, sin la influencia de una agenda política externa que ponga en jaque la soberanía del país.

“Debe dialogarse sobre la libertad de expresión y que nadie pueda ser criminalizado por su obra. Quien se compromete con una causa es el ciudadano, no el poeta o el cineasta, aunque desarrollen, los que quieran, una obra comprometida. El poema no puede ser reprimido ni criminalizado. El ciudadano se debe a las leyes. Si no las cumple, que lo juzguen con las garantías que ofrece la Constitución y con las que falten también. Cuando las fuerzas policiales o de seguridad actúan en base a un poema, una película o una pintura, están violentando sus funciones. Esa injerencia, que existe y es habitual, no la debe permitir el Mincult. Deben aceptar que existen artistas independientes, que no quieren pertenecer ni a la Uneac ni a la AHS… Y los independientes deben deslindarse de cualquier agenda política que represente pérdida de la independencia y la soberanía. También, como es mi caso, no puedo comulgar con la agresión económica que implica el bloqueo. Cuando ambas partes comprendan esto, que son principios, entonces se producirá un diálogo. Nunca he aceptado tutelaje alguno, menos del gobierno de los Estados Unidos”.

¿Dialogar en esta Cuba?

Juan Pin cree, como muchos de los artistas e intelectuales implicados en los debates, que el diálogo es la forma más efectiva para solucionar los conflictos. “Hay que reconocer la existencia de los artistas y espacios independientes. Porque desde el mismo instante en que ellos fueron a la institución, la estaban aceptando. También, tolerar a los que son opositores porque a todo el mundo no tiene por qué gustarle el gobierno, y mucho menos, la agenda política del gobierno. Sobre todo eso se debe dialogar respetuosamente, evitando agendas interesadas desde el extranjero o desde los diferentes grupos o criterios de poder que conforman nuestro gobierno. Tampoco es justo que las fuerzas represivas le vayan encima de un modo tan desproporcionado a la ciudadanía que quiere expresarse, porque antes que artistas, intelectuales, opositores, ingenieros y cineastas se es ciudadano”.

El realizador traza un puente entre el diálogo y el amor. Cree que el ímpetu de cambio generacional siempre ha sido el mismo, pero lo único que ha cambiado son los contextos. “En eso, las generaciones todas son iguales, solo cambian las reglas del juego y el contexto que impone la época. Romeo y Julieta se amaron. Los jóvenes que estaban frente al Mincult también. La generación que triunfó en 1959 tenía motivaciones similares a nosotros: libertad, democracia, soberanía e independencia. Quien tenga una agenda interesada en otra cosa, o que conduzca a otro fenómeno, no creo que logre triunfar. A medida que más estudias, lees y profundizas en los procesos de emancipación cultural y social, estarás más preparado para este tipo de encuentros. Pero los jóvenes no son tontos y, en su mayoría, los que vi están mejor preparados que lo que estuve yo en debates anteriores. Es importante que la sociedad genere pensamiento e ideas para construir una Cuba más diversa. Un diálogo puede aportar mucho en este sentido”.

¿Cuál es para ti la solución definitiva para darle cauce a las exigencias de las nuevas generaciones de artistas?
“Que no les controlen su obra. Que les permitan financiarse a sí mismos y no los criminalicen tanto. La vida decanta el talento, el oficio, de acuerdo con el resultado de la obra. Sobran las mesas y falta espacio para los auditorios. Nadie desde un cargo está autorizado para calificarme como artista; solo mi obra”, concluye Juan Pin.

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