No pocos tenemos recuerdos de la abuela, madre, o cualquier otro familiar sentado en una Singer, lo mismo en plena creación que remendando alguna pieza de ropa. Pero quienes han practicado ese oficio, quizás nunca se han preguntado cómo funciona una máquina de coser.
Entre el bullicio permanente de Centro Habana, en la calle San Rafael número 574, cerca de un agromercado encarecido y poco abundante, radica el taller improvisado de alguien que jamás ha cosido, pero es todo un experto por cuenta propia en lo referido a reparaciones.
Orismey Martínez labora justo en la entrada de su edificio, aprovechando al máximo el breve espacio que le dejan su desmejorada escalera y los relojes contadores de la electricidad. En un pequeño rincón de paredes grises, donde el clima se torna engañosamente húmedo, pone manos a la obra cada día.
“Yo estudié técnico medio en explotación del transporte, porque siempre me gustó la mecánica. Un día me enfoqué en las máquinas de coser y seguí en ese rumbo hasta hoy”, dice mientras limpia el interior de una Singer copia china.
“Las mejores son las originales, las estadounidenses, aunque algunas de las más modernas también son buenas sin importar la marca. El rendimiento de estos equipos depende en gran medida del uso que le dé su dueño. A veces me he encontrado con personas que no cuidan, e incluso no conocen la manera en que deben trabajar para alargar la vida del aparato. He visto también que generalmente no dominan todas las funciones y los tipos de puntadas que pueden lograr”, afirma Martínez.
No pasaron ni cinco minutos tras nuestra llegada a la guarida de este virtuoso del metal (aunque no hablamos del género musical), para que empezaran a arribar uno tras otro los fans de Orismey, o más bien sus clientes. “Por suerte mis vecinos me apoyan, incluso para poder probar las máquinas eléctricas me hacen el favor de conectármelas, porque no tengo un tomacorriente cerca. Siempre se me acumulan personas en la escalera, aunque ahora con la COVID-19 tratamos de mantenernos distanciados físicamente”, acota mientras la vecina de los bajos asiente con la cabeza.
Le preguntamos cuáles son sus necesidades como trabajador o, más precisamente, cómo pueden mejorar las condiciones de su negocio. Martínez solo se refirió al espacio como una prioridad, pensando sobre todo en poder brindar un mejor servicio a la gente, que “viene desde cualquier municipio de la capital y no tiene ni donde sentarse a esperar por el arreglo”.
“La mayoría de las piezas que tengo aquí se las he comprado a personas que ya no utilizan las máquinas y las tienen tiradas al olvido, casi siempre en un cuarto de desahogo o en un patio, incluso con macetas y plantas encima. He reparado equipos que estaban en tan malas condiciones que cualquier otra persona los hubiese desechado sin pensarlo dos veces”, confiesa el mecánico.
Lo cierto es que, apenas sin percatarse, este descendiente de un sinfín de Martínez se ha convertido en exclusivo gracias a su talento como restaurador, en una especialidad muy poco frecuente, pero tan popular y necesaria como las ausentes viandas del agromercado colindante.
Y es que esta marca de máquina de coser es tan fuerte y posee tantas prestaciones que quienes se dedican al tapizado de muebles o autos las prefieren tanto como los que bordan delicadas canastillas.
Entre el saludo jocoso de todo el que pasa por la acera o sube y baja del edificio, en medio de ese vaivén constante del indetenible movimiento habanero, el joven de origen camagüeyano ha construido con un arsenal de piezas conservadas de antaño, un espacio para salvaguardar esta tradición de las garras del tiempo y su arco fatal.
Mientras todo un Estado naufraga en la falta de tornillos, o si no de tuercas, este humilde “reparador del pasado” sale a flote con poco aire y sobre todo, con el coraje forrado en hierro fundido, el mismo material de las máquinas Singer, fabricadas con toda la intención de perdurar.
Por cierto, fue Isaac Merritt Singer el creador del que está considerado uno de los productos más vendidos de la historia, quien junto a su socio comercial Edward S. Clark implantaron lo que se convirtió en un imperio comercial internacional. Después de que patentaran aquel novedoso artefacto en 1851, las ventas se elevaron en el primer año hasta las 25 000 unidades, y doblaron la cantidad en los siguientes 12 meses, apoyados sobre todo en una excelente gestión de marketing, pues las máquinas podían pagarse a plazos.
Estamos tan lejos en el tiempo que, cuando rebuscamos, a veces solo encontramos ligeras señales con las cuales bordamos una historia, hasta crear nuestra propia versión de cuanto pudo acontecer en aquel entonces. Pero lo cierto es que al aterrizar en el presente, descubrimos que el espíritu emprendedor de varios de aquellos personajes no pocas veces se encuentra reflejado en una historia contemporánea, como la de Orismey Martínez. Él, casi desde el anonimato, mantiene vivo el motor que impulsa en Cuba la tradición de coser al ritmo del pedal de una Singer, tan oportuna en época de nasobucos hechos en casa.
Oye pero hay que ver que usteds son cobardes, mediocres, oportunistas, pusilanimes, y cuanto calificativo quepa para un profesional que de dedique su talento a escribir sobre maquinitas viejas en lugar de abrir un debate honesto sobre lo que más afecta al pueblo de Cuba, me producen asco.
A mi me pareció un artículo excelente, muestra del talento y la perseverancia en el pueblo anónimo q día a dia muestra claros ejemplos d lo que se puede lograr si se libera al pueblo de las ataduras y frenos de los que gobiernan
También conozco de costura. Por mucho tiempo me dediqué a remendar zapatos, mochilas, etc. En fin cocer en una máquina plana,aunque también tuve una de cañón. Muy antiguas la verdad pero muy útiles. Admiro a la gente que se sobrepone a las dificultades, que son capaces en medio de las dificultades en buscar alternativas en vez de andar criticando. Son ésa gente los que en verdad tienen carácter, madera de líderes, que impulsan el desarrollo y el bienestar de cualquier nación o familia. Dios bendiga a todos ustedes.