Tres años después de su última actuación en Cuba, Susana Pérez regresó para subir a un escenario. Vive en Miami desde hace más de una década, y vuelve ahora de la mano de la compañía El Ingenio Teatro y su directora Lilliam Vega, como ya lo había hecho en 2015.
Vino como protagonista de Habana Café, una obra de la dramaturga Raquel Carrió en la que da vida a la Jabá, la concubina y administradora de Yarini, el célebre chulo del barrio de San Isidro. Al mismo tiempo interpreta a la actriz que encarna a la Jabá, en un juego de espejos en el que evoca a personajes como Charito y Verónica, que le ganaron una enorme popularidad entre los cubanos.
“Si algo me emociona cuando vengo a Cuba, si algo de verdad me tiene siempre con el corazón en la piel, es justamente ese reconocimiento que aquí nunca han dejado de tenerme”, asegura la actriz en diálogo exclusivo con OnCuba.
Para entrevistarla, debimos esperar una pausa en un riguroso ensayo en la sala del grupo de teatro Buendía, sede de las funciones en La Habana. (También estará durante la semana en Santa Clara, en el centro de la Isla.)
No hay extrañamiento ni afectación en sus respuestas, tampoco recelo. Sí encuentro la naturalidad y la elegancia con las que cautivó –y todavía cautiva– a los espectadores cubanos. Pareciera que no ha pasado el tiempo, que su última telenovela o función teatral apenas finalizó, y ella también lo percibe.
“Yo llego y es como si me hubiera ido ayer, como si no hicieran ya once años que estoy fuera del país –me dice–; las personas me hacen sentir así y eso particularmente me llena de satisfacción, de orgullo, de emociones”.
¿Cuánto marca la condición de emigrante a una artista como usted, que al marcharse era una figura consagrada y querida por el público?
Si eres un emigrante cubano, y además un artista, tu creación no puede desprenderse de ese hecho, como no puede hacerlo tu vida; gira de una manera u otra en torno a esa situación. Yo no puedo extrañar París, ni Moscú, ni Estocolmo; tengo que extrañar La Habana. Sigo identificada con las personas con que me encuentro en Cuba cuando vuelvo, con quienes me saludan por la calle y con los que vienen a verme a actuar otra vez.
Pero en algún momento se dijo que usted no pensaba volver…
Yo nunca dije eso. Si alguien lo dijo por mi boca, no es verdad.
No te voy a decir que soy la cubana más patriota que se encuentre. A mí no me mata la nostalgia. Vengo a Cuba cuando quiero, cuando tengo algo que hacer; prácticamente no me queda familia aquí: dos tíos, familiares lejanos. Mis padres, desafortunadamente, ya fallecieron, y el resto de mi familia está conmigo. Sin embargo, es ese vínculo con el público cubano lo que me atrae, lo que me llama para volver.
Además, Cuba es mi país y el lugar donde tuve todos mis éxitos. Yo no me fui a hacerme actriz a otra parte. Cuando me fui ya había hecho mi carrera; incluso, estaba pensando en jubilarme porque había trabajado muchos años en esta profesión, que es muy exigente y demanda mucho de los actores. Así que cuando pienso en mi trabajo artístico, lo pienso aquí en Cuba, aunque también te digo que la carrera de un actor nunca se acaba y la prueba es que hace ya varios años estoy vinculada con la compañía El Ingenio, con la que he seguido haciendo puestas en escena.
La Jabá, Charito, Verónica, Santa Camila, Susana…
Conversamos en el sótano de la sala de teatro Buendía. No es el sitio más cómodo o iluminado, pero Susana, dispuesta, no parece reparar en ello. Arriba, el resto del grupo come algo y estira las piernas antes del próximo ensayo.
Por alrededor de dos horas la he visto junto a los demás actores repetir gestos y bocadillos, cambiar su indumentaria, marcar una y otra vez sus posiciones sobre las tablas ante la exigente dirección de Lilliam Vega; sin embargo, su rostro no trasluce cansancio, aunque debe tenerlo. Se lo digo.
“Así es el teatro –me responde–. Te obliga a dar siempre el máximo, a entregarlo todo en el escenario, si es que quieres que tu trabajo valga la pena.”
Muchos en Cuba conocen de su labor en Miami fuera de la actuación, pero no de su desempeño teatral…
Pero lo tengo. Ya llevo alrededor de cuatro años o más trabajando con El Ingenio Teatro y con Lili, su directora. Con ellos he estado vinculada al Festival Casandra, que se creó hace dos años y celebra en el mes de marzo como un homenaje a la mujer: siempre se ponen obras de temática femenina, escritas por mujeres, dirigidas por mujeres, actuadas por mujeres. Pero antes había hecho ya algunas cosas con el grupo, que no tenían que ver con el festival, y en 2015 estuve en Cuba con El Ingenio con otra obra de Raquel Carrió que se llama Regreso a La Habana, así que como ves sí me he mantenido en el teatro y Cuba ha seguido presente en mi trabajo como actriz.
¿Qué puede decirnos de la obra con la que se presenta ahora en la Isla?
Habana Café la estrenamos este año. Fue justamente la obra que abrió el festival en marzo, pero quisimos traerla a La Habana, porque en definitiva su temática es habanera. Yarini es una figura que todo el mundo conoce en Cuba, si no profundamente al menos de oídas, y es un personaje muy atractivo, que ha motivado varias aproximaciones desde el arte.
Yarini fue un hombre que, a pesar de pertenecer a la más alta sociedad, de ser un muchacho –murió con solo 26 años– adinerado de cuna, se hizo célebre por llevar otro tipo de vida, mundana, como proxeneta; que perteneció al Partido Conservador, pero que siempre abogó por los pobres, que hacía cosas por los más necesitados, por las prostitutas retiradas, por su gente de San Isidro y de La Habana, esta ciudad que quiso tanto.
Es un personaje complejo, con muchas contradicciones y muy interesante, que de alguna manera –y quiero que se interprete bien esto que voy a decir– es la representación del hombre con que toda mujer sueña. Más allá del hecho de lo que hacía como proxeneta, cosa que yo no apruebo en lo absoluto, era muy amado por las mujeres, y por alguna razón sería, ¿no?
Sé que las feministas me van a caer encima como pirañas por decir esto, pero Yarini representa a ese hombre soñado en el sentido de la hombría, la galantería, la educación, los principios, la cubanía incluso, por ese carácter de caballero y hombre protector, porque por muy feministas y avanzadas que seamos, siempre en el fondo nos atrae un hombre, no que nos explote ni maltrate, sino que nos proteja y nos enamore, que nos seduzca y nos haga sentir plenas.
¿Cuál es su rol dentro de la obra y cuánto tiene de Susana Pérez?
Mi personaje es el que conduce con su narración Habana Café, que es una obra en la que se entremezclan la fantasía y la realidad. Es contada por una actriz que está interpretando al personaje de la Jabá, pero a la vez también está representado un poco su vida; o al menos así yo lo interpreto.
No es que esta Jabá sea Susana Pérez; en realidad, esta Jabá es cualquier mujer cubana que haya amado profundamente a un hombre y en algún momento de su vida lo haya perdido. Entonces, la historia de este personaje no es exactamente mi historia, pero lo es desde el punto de vista de que yo también he amado profundamente, y también he perdido a personas a las que he amado así, y esas son las vivencias que uno saca en el escenario.
En un momento, ella se pregunta “¿quién soy?, ¿soy la actriz o soy la Jabá?”, y ahí se entrelaza la ficción con la realidad, porque yo soy la actriz que camina todavía las calles de La Habana en la piel de mis personajes, que se enumeran en un momento de la puesta en escena: Charito, Santa Camila, Verónica… Si fuera otra actriz la que interpretara esta obra, enumeraría los personajes que ella hizo, pero en mi caso tengo que enumerar los que he hecho yo.
Usted ha asumido muchos personajes a lo largo de su carrera, ¿cómo convive con ellos?, ¿siente que alguno o algunos la definen?
No creo que ningún personaje te defina como persona. Creo que, por el contrario, todos los personajes de alguna manera tienen del actor o la actriz que los representa. No creo que pueda decirse otra cosa porque de qué vivencias vas a tomar si no son de las tuyas. Todos los actores y actrices, a la hora de hacer nuestro trabajo, pasamos por el filtro de nuestros sentimientos, de nuestras experiencias propias.
Ahora, qué ocurre: tú también vas tomando de otras personas, algo que ves, algo que oíste, de gente que conoces, y eso lo incorporas, lo vas tomando prestado para construir tus personajes. Porque si interpretas un asesino, no es necesario que mates a nadie, pero sí puedes utilizar lo que conozcas, lo que investigues, sobre alguien así, y también utilizar los deseos que hayas tenido de matar a alguien [se sonríe con picardía], porque todos los hemos tenido alguna vez. Entonces, cuánto hay de mí en esos personajes: pues todo, todos pasaron por mí, por dentro de mí, y todos se llevaron algún pedacito.
Cuando se marchó, ¿se le quedó algún personaje por hacer en Cuba?
Creo que como actriz pude hacer todo lo que me propuse y en la manera en que me lo propuse. No obstante, siempre quedan cosas por hacer, y quedan sensaciones sobre lo que se hizo y lo que se podrá hacer después. Cuando interpretas un personaje que tiene mucha aceptación por el público y que te reporta mucha satisfacción, piensas que no vas a encontrar otro así, como mismo sucede en el amor: cuando se termina una relación importante, sientes que se acabó el mundo y no va a haber nada más adelante. Sin embargo, la vida te da tantas sorpresas que al doblar de una esquina encuentras a otra persona que te cambia la perspectiva.
Exactamente así ocurre con los personajes: crees que no vas a encontrar ninguno mejor que los que ya hiciste, pero luego encuentras uno que te enamora nuevamente, que te impulsa a seguir. Y una de las cosas que le agradezco a Lili y al grupo es eso: que siempre buscamos algo mejor, algo superior, algo desafiante y atractivo, y también que me hayan acogido como si fuéramos familia. Más que un grupo, en El Ingenio somos una familia.
“No me arrepiento de mis decisiones”
En Cuba, Susana Pérez tuvo una intensa carrera teatral. La Gaviota, La loca de de Chaillot y Santa Camila de la Habana Vieja, son algunas de las obras en las que mostró su talento y carácter sobre las tablas. Sin embargo, fueron sus actuaciones en el cine y, sobre todo, en la televisión, las que la catapultaron a la fama.
El teatro es un arte ingrato para la popularidad, le comento y asiente. “Pero es una gran prueba para los actores y te permite una interacción única con el público –me acota–, por eso sigo. En la televisión, no, porque es una mecánica totalmente diferente, tiene otras características y exigencias, pero en el teatro sí me mantengo”.
¿Podría ser su trabajo teatral la llave para un nuevo vínculo suyo con el público de Cuba?
Ojalá pudiera serlo, siempre me da mucha satisfacción trabajar en Cuba. Cuando uno trabaja en su casa es cuando se encuentra con su gente, con el público cubano, con quienes viven acá y no te ven actuar habitualmente.
Tú puedes tener mucha afinidad en cualquier país, te puedes aplatanar mucho, puedes sentirte muy bien y asimilar incluso la cultura de ese país, pero siempre hay un momentico en que haces un chiste, o recuerdas algo, y de pronto miras a los lados y te das cuenta de que nadie lo comparte. Y en Cuba, en el teatro, uno tiene esa cercanía con el público, uno sabe que todos esos códigos se van a entender perfectamente. Existe una complicidad que siempre se agradece. Eso es muy importante.
A partir de su experiencia, ¿cree que otros actores que están en su misma situación, fuera del país, también pudieran trabajar en Cuba?
No veo nada malo en eso ni tengo nada en contra, yo misma vine ahora para trabajar, para actuar para el público cubano. Pero, eso sí, tiene que respetarse la individualidad de cada uno, la forma de pensar, la forma de proyectarse. Creo que eso es lo más importante para que pueda funcionar. Siempre que sea así, puedes trabajar donde quiera, donde te llamen, porque uno debe sentirse bien haciendo su trabajo.
Más allá de estas presentaciones en Cuba, ¿en qué proyectos artísticos trabaja en estos momentos?
Proyectos tenemos muchísimos… El próximo marzo celebraremos una nueva edición del festival Casandra, así que ya lo tenemos prácticamente arriba. Tenemos que montar otras obras, y está además la organización del evento, que es un trabajo tremendo porque hay invitados extranjeros, hay muchos detalles que atender. Así que vamos seguir trabajando y a seguir actuando.
¿Haría algo en Cuba fuera del teatro si se lo proponen; una película, por ejemplo?
Claro que me gustaría hacer una película en Cuba, siempre y cuando las condiciones fueran propicias. Lo que pasa es que una película se escucha como una cosa muy romántica, pero en la práctica se puede demorar dos meses o más, y todo el que vive fuera sabe que no se puede dar el lujo de estar ese tiempo sin trabajar, o trabajando en otra cosa diferente a lo que uno normalmente hace. En fin, son muchas cosas las que habría valorar, las condiciones que tendrían que existir, pero sí, me encantaría por lo menos oír una propuesta.
En Habana Café usted repite, desde el personaje: “¿quién soy?” ¿Quién es Susana Pérez, cómo se ve hoy?
Me veo como una mujer realizada, muy feliz por todo lo que he hecho. De todas las decisiones que he tomado, no me arrepiento de ninguna, y, además, siento un agradecimiento muy grande con la vida que me ha permitido trabajar en lo que me gusta.
Como actriz, le agradezco muchísimo al público, y en especial al cubano, el cariño y el respeto que siempre me ha mostrado. Me he esforzado por ser recíproca, por devolverle ese respeto tratando de hacer mi trabajo lo mejor posible, por darle siempre lo mejor de mí.
También agradezco tener una mentalidad positiva. Siempre trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás. Cuando uno mira hacia atrás se llena de los “ay, si hubiera hecho”, “ay, como extraño”, “ay, como sufro”. Yo miro hacia lo que toca en cada momento, porque la vida es hacia adelante, uno no puede vivir lo que ya vivió, no puede evitar los errores que ya cometió ni cambiar lo que hizo. En cambio, puede mejorar las cosas en el presente; buscar la realización, la felicidad, en lugar de lamentarse. Por eso me siento muy feliz, muy tranquila, muy satisfecha. Eso es lo que soy.
Una gran actriz cubana. Quitarle el Premio Nacional de Teatro que tan merecidamente ganó, fue una de esas canalladas por las que algunos cobardes, mediocres y sumisos diz que intelectuales cubanos tendrán que bajar avergonzados la cabeza algún día.