El panorama parece favorecer a Andrés Manuel López Obrador, y para sorpresa de la prensa y muchos mexicanos, sus contrincantes ya reconocieron sus derrotas.
Una primera encuesta de salida dada a conocer la noche del domingo tras el cierre de casillas en todo el país, indicó que López Obrador va a la cabeza con aproximadamente 20 puntos porcentuales por encima de sus rivales.
El sondeo de Mitofsky difundido en Televisa, sin embargo, no dejaba claro si el segundo lugar sería para el conservador Ricardo Anaya o el oficialista José Antonio Meade.
En un gesto inusual en la política mexicana en la cual los candidatos suelen agitar el fantasma de los fraudes, Meade y Anaya salieron pocos minutos después, aún sin los resultados oficiales del Instituto Nacional Electoral (INE), a reconocer que la tendencia no los favorece.
“Por el bien de México le deseo el mayor de los éxitos”, aseguró Meade, representante de la coalición a la cual pertenece el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que actualmente detenta el poder.
Palabras similares tuvo el candidato Anaya, quien también felicitó a López Obrador. “Ninguna democracia funciona sin demócratas”, aseguró ante la prensa, y agregó que ya se había comunicado con AMLO para compartirle el mensaje.
El hartazgo y la necesidad de un cambio fue el principal sentimiento con el que los mexicanos acudieron a las urnas en unas elecciones que podrían suponer el giro a la izquierda de un país cansado de los partidos políticos tradicionales que fueron incapaces de contener la corrupción y la violencia.
El sondeo estimó que López Obrador ganaría las elecciones con un porcentaje de entre el 43% y el 49%, el segundo lugar iría para el conservador Ricardo Anaya con un entre 23% y 27% y en tercer lugar el oficialista José Antonio Meade con un entre 22% y 20%.
Lejos el independiente Jaime Rodríguez, alias el Bronco, quien se llevaría solo entre 3% y 5%.
Los partidarios de López Obrador comenzaron a concentrarse en el Zócalo y la Alameda de la Ciudad de México y se expresaron orgullosos del resultado reconocido por sus contrincantes.
“Es un gran triunfo que por fin haya habido elecciones limpias”, dijo a la AP satisfecho Agustín Mendoza, un chofer de 54 años para quien “no se había visto nunca” que los postulantes contrarios salieran a felicitar al triunfador a los pocos minutos. “Es un ejemplo que la democracia mexicana va en ascenso”.
A las seis de la tarde hora del centro comenzaron a cerrar las primeras casillas pero aquellas en las que todavía había votantes permanecieron abiertas hasta que todos ejercieron su derecho debido a las diferentes zonas horarias en México.
Las primeras encuestas de salida difundidas por medios locales predecían victorias claras también en gobernadores para la coalición encabezada por AMLO en cinco estados además de la capital.
“México tiene muchos años repitiendo errores. La gente ya está cansada, harta”, dijo Carlos Cueva, un cirujano dental nativo de Guadalajara que votó en la Ciudad de México y optó por darle su sufragio al izquierdista López Obrador, conocido como AMLO.
De acuerdo con estos sondeos no oficiales, los aliados de MORENA de López Obrador –que conformó la coalición “Juntos Haremos Historia”– tendrían ventaja en Chiapas, Morelos, Tabasco, Veracruz, Puebla y la Ciudad de México.
Sólo parecería que el conservador Partido Acción Nacional (PAN) obtendría la victoria en el estado de Guanajuato.
A lo largo de la jornada, tras emitir su voto, los ciudadanos salían con el pulgar entintado, signo indeleble de su participación cívica. En muchos puntos hubo largas filas. En otros, el desorden causó molestias y quejas de la población.
“Este país está muy revuelto. Hay que romper el esquema de ejercicio del poder… hay mucha desigualdad, mucha violencia y esa cosa hay que cambiarla”, señaló en un centro de sufragio Hugo Carlos, de 73 años, que también apoyó al favorito.
El ansia de cambio también era una expectativa de quienes apoyaron otras opciones.
“La situación no puede seguir así pero, definitivamente, lo que no quiero es que gane López Obrador”, explicó Nayarí López, originaria de Monterrey pero que votó en la capital. “Nos lo jugamos todo”, agregó tras asegurar que su voto iría para el conservador Ricardo Anaya porque le parecía lo más “útil” con el fin de contrarrestar al izquierdista.
Incluso los que se dijeron simpatizantes de Meade, aseguraban que ese era el candidato del cambio porque no está afiliado al partido. “Meade es el mejor preparado”, decía Lourdes Hernandez, enfermera y maestra jubilada. “Lo que tenemos que hacer es estar controlando al que gane para que no robe”.
En un lejano cuarto lugar estuvo el independiente Jaime Rodríguez “El Bronco”.
Además de presidente, el domingo se elegía el jefe de gobierno de la capital, ocho gobernadores, se renovaba la Cámara de Diputados y el Senado y se votó por miles de cargos locales.
La jornada transcurrió con relativa calma aunque no faltaron algunos incidentes aislados. En la zona serrana de Veracruz, por ejemplo, una casilla fue cerrada durante unas horas debido a la presencia de hombres armados
AMLO, de 64 años aseguró que su victoria supondrá una transformación tan profunda y radical como la independencia o la revolución, pero sin derramamiento de sangre. Sus rivales lo acusan de ser un populista y querer regresar a las políticas proteccionistas, y las grandes empresas desconfían de él.
Sin embargo, uno de los factores que han alimentado su apoyo es la creciente desconfianza de la gente hacia los partidos tradicionales. La presidencia del país sólo ha estado en manos del PRI, durante la mayor parte del siglo XX y el que gobierna actualmente, y del PAN (de 2000 a 2012) y a ambos los llama López Obrador “la mafia del poder”.
Las palabras y carisma de este político para quien este era el tercer, y según dijo, último intento de llegar a la presidencia –se postuló en 2006 y 2012– le consiguieron mucho apoyo pero algunos de los que dijeron que votarían por él y lo vitoreaban en sus mítines, como Juan Carlos Enríquez, un joven de 30 años de la capital, no le dieron un cheque en blanco.
“Claro que quiero que gane, pero tiene que cumplir sus promesas y no convertirse en uno como los demás”, indicó Enríquez.
El fantasma del fraude también estuvo presente en el pensamiento de los ciudadanos y de algunos políticos.
“No voy a votar. ¿Para qué?”, se preguntó Marisa López, una enfermera en una farmacia de Ecatepec, en el Estado de México. “Para que ir y que te estén sobornando o luego anulen tus votos o los pierdan”.
El INE había pedido a los candidatos y partidos actuar con responsabilidad desde el cierre de las casillas previsto para las 6 de la tarde (2300 GMT) y no pronunciarse sobre eventuales victorias hasta que se ofrezcan los primeros resultados oficiales, en torno de las 11 de la noche (0400 GMT), pero los presidenciables no le hicieron caso.
Por encima de ideologías, los comicios se convirtieron en una suerte de referendo popular sobre la corrupción de funcionarios que desviaron recursos del Estado y sobre la violencia, que mantiene su goteo diario de muertos y los altos índices de violencia política contra políticos locales previos al día de las votaciones.
La tendencia parecía irreversible del norte al sur del país. Desde Tijuana, en la frontera norte, Jorge Serrano, un ingeniero de 29 años, quería dar una oportunidad a alguien nuevo. “Voté por AMLO. Leí que hizo buen papel en su gobierno de la capital, no está ligado a ningún acto de corrupción y tiene un historial de luchador social”.
“Creo que es el menos corrupto de todos y el más honesto”, agregó.
Andrea Rodríguez / AP / OnCuba