Fuerzas de seguridad colombianas capturaron al narcotraficante más buscado del país, que se mantuvo huyendo durante más de una década corrompiendo a funcionarios estatales y alineándose con combatientes de izquierda y derecha.
Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, fue presentado ante los medios de comunicación en una base militar en Necoclí ayer sábado 23 de octubre. Es el jefe del temido Clan del Golfo. Su ejército de asesinos ha aterrorizado a gran parte del norte de Colombia para hacerse con el control de las principales rutas de contrabando de cocaína mediante las selvas al norte de América Central y hacia los Estados Unidos.
Úsuga ha sido durante mucho tiempo uno de los fugitivos más buscados por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), por cuya captura había estado ofreciendo una recompensa de 5 millones de dólares.
Fue acusado por primera vez en 2009 en un tribunal federal de Manhattan por cargos de tráfico de narcóticos y por brindar asistencia a un grupo paramilitar de extrema derecha identificado como organización terrorista por el gobierno de Estados Unidos.
Las acusaciones posteriores en los tribunales federales de Brooklyn y Miami lo marcaron por importar a Estados Unidos al menos 73 toneladas de cocaína entre 2003 y 2014.
Las autoridades dijeron que inteligencia proporcionada por Estados Unidos y el Reino Unido llevó a más de 500 soldados y miembros de las fuerzas especiales de Colombia a su escondite en la selva.
Úsuga y su hermano, eliminado en una redada en 2012, comenzaron militando en el ahora desaparecido grupo guerrillero Ejército de Liberación Popular (ELP). Luego cambiaron de bando y se unieron a los enemigos de los rebeldes en el campo de batalla.
Úsuga se negó a desarmarse cuando esa guerrilla firmó un tratado de paz con el gobierno en 2006. Una red de casas rurales seguras le permitieron resistir durante años redadas de los militares contra el Clan del Golfo.
Su arresto deviene un impulso para el presidente Duque, cuya retórica de la ley y el orden no ha sido rival para la creciente producción de cocaína.
La tierra dedicada a la producción de coca, el ingrediente crudo de la cocaína, saltó un 16% el año pasado a un récord de 245 000 hectáreas, nivel nunca visto en dos décadas de esfuerzos de erradicación de Estados Unidos, según un informe de la Casa Blanca.