Por , Universidad de Granada
El poeta Jacques Roumain escribió hace 80 años que en Haití uno se acostumbra a todo. Incluso a la tristeza. Los habitantes de este país legendario parecen condenados a no conocer nunca otra realidad.
La temprana independencia de Haití (1804) marcó un hito en la historia de los pueblos oprimidos. La rebelión de los “jacobinos negros” frente al colonialismo francés dejó una huella imborrable con profundas implicaciones en el tiempo. Haití se convirtió en un modelo de inspiración para revolucionarios del mundo entero que trataron de seguir su ejemplo.
El precio a pagar por su osadía histórica demostró ser, sin embargo, demasiado alto de asumir. El aislamiento internacional y el legado colonial arruinaron el país. La “deuda de la independencia” arrastró a un Estado incapaz de subsistir por sí solo (menos de un 15% del la tierra es cultivable en Haití). Esta herencia imborrable engendró monstruos mucho más allá de los cuentos de Mackandal.
El legado de “Papa Doc”
En el año 1957 llegó al poder François Duvalier más conocido como “Papa Doc”. Este dictador haitiano puso rostro a una de las etapas más sombrías en la historia del país. Su gobierno se caracterizó por la corrupción y la represión política. En un contexto de Guerra Fría Duvalier se acercó a Estados Unidos para erigir un Estado autoritario y anticomunista.
En esta misión “Papa Doc” hizo uso de elementos novedosos en la región. El dictador legitimó su régimen mediante la práctica activa del vudú y la instrumentalización de esta religión mayoritaria le otorgó cierta popularidad en el país. Junto al vudú, Duvalier utilizó las imágenes del pasado. El dirigente haitiano se presentó como heredero de los héroes de la independencia como Dessalines o Toussaint Louverture.
De la mano de estos factores, “Papa Doc” empleó de forma muy particular la violencia. En 1959 creó una milicia inspirada en los “camisas negras” del fascismo italiano para afianzar su poder. Este cuerpo paramilitar fue llamado oficialmente: Voluntarios de la Seguridad Nacional (VSN). A diferencia del Ejército profesional, del que Duvalier desconfiaba, este grupo nació exclusivamente para servir a los designios personales del régimen.
Los hombres del saco
Mediante el uso de amenazas y desapariciones, los hombres de “Papa Doc” sembraron el pánico entre toda la población. En las calles del país fueron llamados Tonton Macoutes (hombres del saco) a causa de sus atrocidades. Haciendo uso del vudú y el folklore haitiano los Macoutes desataron una oleada de violencia sexual, torturas y asesinatos contra todo sospechoso de ser un opositor político.
La ausencia de remuneración salarial entre sus miembros incentivó todavía más su carácter represivo manifiesto en continuos robos y extorsiones contra la población. De esta forma, François Duvalier consolidó su poder en las calles mediante la propagación del terror hasta convertir el país en un “gran cementerio”.
A la muerte de “Papa Doc” en el año 1971, su hijo Jean-Claude Duvalier “Baby Doc” fue designado sucesor. A modo de una monarquía hereditaria el régimen haitiano recayó en manos de un joven de 19 años de edad. “Baby Doc” estableció un culto cuasi religioso en torno a la figura de su padre fallecido. De este modo el nuevo dictador dejó claras sus intenciones de continuar con su legado de terror.
Continuidad del aparato represor por vía sanguinea
Jean-Claude Duvalier se mantuvo en el poder durante 15 años mediante el aparato de represión heredado de su predecesor. Las nefastas políticas económicas de su gobierno terminaron de sumir en la miseria al país. Sin embargo, la lealtad de los Tonton Macoutes le permitió seguir reinando sin oposición.
En el año 1986, después de perder el respaldo internacional de Estados Unidos, el régimen de “Baby Doc” fue derrocado y tuvo que huir del país. Tras de sí dejó una huella indeleble en el imaginario colectivo haitiano.
Durante más de treinta años los Tonton Macoutes fueron responsables del asesinato de entre 100 000 y 150 000 personas (en un país de alrededor de 5 millones de habitantes en esa época).
Un genocidio silencioso
Las conexiones de estos grupos con líderes locales del vudú otorgaron un carácter simbólico de inmenso impacto psicológico entre la población. Como resultado de este “genocidio silencioso” se forjaron multitud de trayectorias aterradoras, como la de Luckner Cambronne, líder de los Tonton Macoutes hasta 1971. Este siniestro personaje estuvo envuelto en oscuras redes de tráfico de cadáveres hacia Estados Unidos que recogen el dramático sentir de una época reciente.
El final de los Duvalier no supuso el cierre del fatídico destino político haitiano. La sucesión de golpes de Estado ha marcado la tónica del país desde los años noventa hasta la actualidad. En este plano, la larga sombra de la dictadura todavía mantiene una gran influencia en nuestro tiempo.
El caos en que se encuentra sumido el territorio desde el asesinato de Jovenel Moïse en 2021 entronca con su pasado nacional. Las bandas criminales y pandillas de Puerto Príncipe se han hecho con el control total de Haití mediante el uso de la violencia y el miedo. Algunos de estos grupos se consideran herederos de los legendarios Tonton Macoutes.
Mediante la grabación de torturas y violaciones las bandas de Puerto Príncipe tratan hoy de despertar el pánico entre sus adversarios. Como en sus tiempos más sombríos, Haití ha vuelto a los años del paramilitarismo y la violencia por las calles. Esta vez sin Duvalier. Pero sí con un legado de terror heredado de su pasado.
Los intereses imperiales en el país han contribuido de forma decisiva a perpetuar esta dramática situación actual. El futuro de Haití se presenta hoy más incierto que nunca. ¿Podrán los haitianos algún día, como decía el escritor Jacques Stephen Alexis (asesinado por “Papa Doc”) en Mi compadre el General Sol’, ver un nuevo amanecer?
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.