Nada describe mejor un lugar como el cielo que lo cobija. El de São Bernardo do Campo, ciudad del estado de São Pablo amanece grisáceo y crujiente. Cientos de chimeneas industriales escupen una humareda que, mientras se desvanece en el aire, huye de lo terrenal. Con más oído que ojo, se distingue un puñado de helicópteros que sobrevuelan el área. Algunos pertenecen a personas que no aceptan perder tiempo en el tedioso tránsito cotidiano paulista, otros son propiedad de los dueños de la información. En Brasil, uno de los países más desiguales del mundo, hasta el cielo tiene amos.
Abajo, en el duro asfalto, hay una misa. El ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva convocó a una ceremonia religiosa “en honor a Dona Marissa”, su ex esposa fallecida el 3 de febrero del 2017.
El lugar escogido es su trinchera de ayer y hoy, el sindicato de Metalúrgicos de la ciudad de São Bernardo do Campo. El gremio que lo vio convertirse de operario semi analfabeto a secretario general, de dirigente a candidato presidencial y de primer mandatario a ex presidente condenado a 12 años y un mes de prisión. Allí, en un acto tan religioso como político, se concentrarían miles de seguidores de Lula para dar su apoyo al máximo referente del Partido de los Trabajadores, sobre el que pesa un pedido de prisión firmado por el juez Sergio Moro. La orden judicial obligaba a Lula a comparecer ante la justicia hasta el día viernes 6 de abril a las 17 horas en la ciudad de Curitiba. Pero el ex presidente brasilero, entendido en el arte de la política, decidió entregarse a su tiempo y con sus formas.
Si de misa se trata, la procesión nunca falta. A pie y desde lejos, a las 7 de la mañana, caminan miles de seguidores de Lula, con banderas, camisetas, pañuelos y paraguas rojos. Traen historias que encarnan lo que, en tiempos de gloria, se llamó “el milagro brasilero”: ascenso social, crecimiento sostenido, orgullo nacional, reducción de la pobreza, aumento del empleo, reindustrialización y ampliación de derechos para los sectores más postergados del país. Como cassette de futbolista, esos logros se repiten en una retórica militante que oscila entre la pedagogía y la convicción. Un ejemplo de ello son María, Rossana y Leticia, tres docentes del área metropolitana de São Paulo que enumeran las mismas políticas públicas que la revista Time detalló en el año 2010 cuando eligió al presidente Lula como el líder más influyente del mundo.
Pero hay otras mujeres, devotas de Lula, que cuentan el porqué de su presencia con historias narradas en primera persona. Es el caso de Lucielly y Vitoria. Ambas, madre e hija, están en una ocupación motorizada por el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, en São Bernardo do Campo. Mientras amamanta a su bebé, Lucielly me cuenta que la Bolsa de Familia, aquel programa social premiado por el Foro Internacional de Seguridad Social, le permitió seguir adelante cuando el padre de su hija las dejó a la buena de Dios.
No son las únicas mujeres agradecidas a Lula y preocupadas por el porvenir. Sentada y maldiciendo el futuro, Lais no encuentra mejor protección para su hija que una bandera roja del partido al que pertenece.
Pululan las camisetas del Corintians, el equipo de fútbol que fanatizó a Lula. Una antigua, versión retro, es la que lleva puesta André. Él no solo es corinthiano, también es miembro de la torcida organizada –algo así como la “barra brava” del equipo– conocida como Gavioes Da Fiel, un grupo de hinchas que nació en 1968 para luchar contra una doble dictadura: la que derrocó en 1964 al entonces presidente João Goulart y se enquistó en el poder hasta 1985; y la que existía internamente en el club. Las Gavioes, de tradición operaria, entendían que la dirigencia del club era la continuidad de los militares en el gobierno. Es André el que me cuenta la historia, lleva dibujado un 8 en la espalda con la inscripción “Democracia Corinthiana”, es la camiseta de Sócrates, un nombre que se hace valor, una herencia que exige resistencia.
Lula es ese hijo de puta que amas. Hay cosas para criticarle pero es tan grande… Él no solo nos dio de vuelta el orgullo de ser brasileros, cambió la vida de muchas personas. Mi papá es camionero, mi mamá ama de casa. En los 90 nosotros no comíamos carne, comer carne aquí era de rico. Con él todo eso cambió. Mi papá cambió el camión, yo estudié en la universidad, mis hermanos también. Viajé en avión; yo viajé en avión por primera vez a los 25 años, hace poco. Y hoy trabajo en un banco que creció por las políticas de Lula. Además es Corinthiano, Lula es del carajo.
Toda fe también tiene su vigilia. Desde la noche del jueves y el viernes, cientos de estudiantes, sindicalistas, militantes y trabajadores de medios alternativos transforman el interior del sindicato en un campamento. Parece una ocupación, pero nadie ocupa lo que siente como propio. El sindicato ni siquiera parece una casa, es un hogar. Entre las banderas y los afiches, la gente intenta dormir, come, lee las noticias y espera, espera a Lula. Custodiando entradas y salidas hay cuerpos entrenados, algunos contratados, otros voluntarios, son los muchachos de la CUT, la Central Única de los Trabajadores.
También hay centenas de militantes de los movimientos sociales que han sido la columna vertebral del Lulismo: Los Sin. Los Sin Techo, los Sin Tierra, los Sin Miedo. Con bombos y platillos, el movimiento estudiantil musicaliza el desvelo. Finalmente, están los trabajadores de la prensa, todos son bienvenidos, salvo aquellos identificados con la Red O Globo, el principal grupo mediático de Brasil y principal enemigo simbólico de la militancia del PT. Para esos periodistas hay insultos, cantos y algún que otro empujón. El telón de fondo es el ya clásico cantico popular: el pueblo no es bobo, abajo red o Globo.
Hablo con dos mujeres negras. La primera es joven, coordinadora del MTST. Tiene ojos aguados y voz entrecortada. Le cuesta hablar. Le ofrezco agua y primero no acepta, después, tras una pregunta, me pide un sorbo: intenta desatar los nudos de la garganta. Tiene miedo, me dice que están matando gente, que a los movimientos sociales los tratan de terroristas y que el pueblo brasilero es egoísta y que no sabe por qué no salen a la calle. Con un tono más pausado pero no menos emocionado, me habla Leone, oriunda de Mina Gerais y militante del PT desde sus comienzos. Está sentada sola, renegando con un teléfono que no domina del todo. Mi pronunciación le roba una pequeña sonrisa, quiere charlar.
Lula es un luchador que peleó para que nosotras, las mujeres negras, tuviésemos acceso a educación, cultura y que también, nosotras, conociésemos la historia de nuestro pueblo negro. Aunque no cambió la esencia de este país, no cambió. Los negros seguimos mal. Pero mi hijo consiguió estudiar, consiguió formarse. Yo trabajo con mujeres vulnerables, en condición de prostitución y algunas de ellas pudieron estudiar o acceder a una casa con el programa Mi casa, Mi vida. Hoy, no sé qué va a pasar pero… No sé, yo como militante del PT y mujer negra siempre voy a estar con Lula, que Dios me lo proteja.
Faltando 10 minutos para las 11 de la mañana, Lula sube a un camión de sonido ubicado en la calle principal del sindicato. Lo rodean los oradores que lo anteceden en la palabra: el Obispo Dom Angélico, los dirigentes de izquierda Guilherme Boulos y Manuela D’Ávila y la ex presidenta Dilma Rousseff. Se citan santos, apóstoles y pasajes bíblicos. Del escenario baja la palabra de Dios. La retórica religiosa solo se corta con clásicos de la música brasilera que resuenan periódicamente. Es un repertorio elegido por el mismo Lula, un Lulapalooza dirá entre risas uno de los curas evangélicos, que toma la palabra. Pero la marea roja, apretada y ansiosa, canta otras canciones que tienen un mensaje menos metafórico y un destinatario más concreto: resistencia, resistencia; Lula, guerrero, del pueblo brasilero; no se entrega, no se entrega corean los manifestantes entre gargantas roncas y lágrimas.
En 54 minutos de discurso, Lula recorre su vida política. Hace un homenaje al sindicato que lo vio nacer y crecer como figura política: los que siempre estuvieron conmigo. Se detiene en los detalles de la Huelga de 1984, cuando los sindicalistas tuvieron que negociar y él fue detenido. Avanza en el tiempo y traza puentes entre la dictadura de ayer y la democracia diezmada de hoy. Los logros de su gobierno se llevan la mayor parte de los aplausos. Para Lula, los méritos de su gestión son los crímenes por los que la derecha lo juzga.
Donde el poder escribe justicia, Lula lee venganza. También le dedica una atención especial al juez Moro, quien, autoerigido en héroe patriótico, juzga a Lula con pruebas que se asemejan más a una voluntad de deseo que a documentos o testimonios fidedignos. A los 45 minutos, al pasar, Lula comunica la decisión de entregarse. El repudio es tan generalizado como esperable. Pero Lula, de lengua filosa y carisma envidiable, ya sabe qué decir para transformar la preocupación en aplausos: yo ya no soy más un ser humano, soy una idea mezclada con las de ustedes.
Lula se despide, también a su manera. Enaltecido a fuerza de obrero y venerado como apóstol popular, abre un océano de ofrendas y lágrimas. Su cielo también es gris, pero de asfalto. Allí, en la calle, llueven flores, palabras de aliento y promesas de lucha para un Lula que se pierde por la casa de los trabajadores del metal. Posteriormente un grupo intentará, inútilmente, bloquear la salida del ex presidente para que no se entregue. Si algo caracteriza a Lula es su determinación y tenacidad. Él se va entregar como le prometió a su gente: de frente en alto y pecho erguido. Y sus fieles lo aceptarán como manda la religiosidad popular. Porque a los santos del pueblo no se les exige, se les agradece.
El texto es ingenuo e ignora totalmente lo que pasó en Brasil desde 2002, cuando Lula hacía campaña para presidente. Primero, asesinaron un alcalde del PT por denunciar la corrupción que el partido ya había comenzado a hacer. Después del alcalde, fueron asesinadas 7 personas más, que eran testigos del crimen. Hasta ahora, sigue la impunidad. En el 2003, Lula ya presidente, estalló el escándalo de corrupción “Mensalão”, cuando el PT le pagaba a empresarios y políticos para que votaran en proyectos de interés de Lula. En el mismo año, Lula liberó la producción y comercialización de transgénicos, que son cancerígenos, beneficiando las multinacionales del agronegocio. Después, fue liberando más agrotóxicos de las mismas multinacionales. El escándalo es tan descarado que la misma Monsanto ponía dinero dentro del Ministerio de la Agricultura. Cuando Dilma asumió el poder, puso de ministra de la Agricultura a Kátia Abreu, líder de extrema derecha y del agronegocio. Junto a eso, en esquemas de corrupción, los gobiernos de Lula y Dilma construyeron hidrelétricas gigantes que destruyen el medio ambiente, los pueblos indígenas, los pequeños pescadores y agricultores. Según el mismo Lula: “Nunca los ricos ganaron tanto dinero como en mi gobierno”. No es verdad que miles de familias fueron sacadas de la pobreza. Los criterios para definir quién es pobre fueron determinados por el mismo gobierno en un nivel bajísimo. Así, cualquiera podría “salir” fácilmente de la “líinea de pobreza” con las migas que el gobierno del PT les daba a esas familias. Cuando le preguntaron a José Dirceu, líder más importante del PT (ahora en la cárcel), cuál era el objetivo de la “Bolsa-Família”, él contestó: “40 millones de votos”. Los gobiernos de Lula y Dilma destruyeron más el medio ambiente, aumentaron más la desigualdad social, beneficiaron a los ricos, los bancos, las multinacionales, el agronegocio billonario. Y las “migas” eu ele gobierno daba a los pobres pronto no sirvieron más, pues el capitalismo global entró en una fuerte crisis. Todas las reformas que atacan los derechos de los trabajadores ya habían empezado en el gobierno de Dilma. Por eso, aun en los gobiernos del PT , aumentó el número de huelgas en Brasil. Todo discurso que habla del “gobierno para los pobres” sobre Lula es una mentira. Pero hay una “izquierda” (falsa izquierda, pues beneficia a la derecha) que miente a favor de Lula. Es una lástima que en un país socialista como Cuba engullan esa versión mentirosa.
Yo no veo la razón para entrometerme en esos asuntos internos de ese país.
No es problema de un gobierno justicialista en pugna con otro oligárquico; son los poderes judicial y jurídico que han investigado hasta la saciedad y unánimemente han determinado que el tío es corrupto.
En Brasil hasta el cielo tiene dueño. En Cuba el mar y la tierra también tienen dueño además del cielo y la corrupción gubernamental sólo la investiga el gobierno. ¡Qué gandinga!
Adicionando a lo que dice Renato, Lula ha sido implicado en la operacion Lava Jato, acusado de ocultar bienes personales, apropiarse de regalos que como presidente recibio y que mantenia en su casa a pesar de ser patrimonio del pais, Hay una cronologia de hechos en el periodico español El Pais que describe como empezo todo hace ya varios años. Lo que pasa es que la izquierda latinoamericana no quiere reconocer que aquel limpiabotas devenido en presidente, que decia amar mas a su pueblo que al dinero se convirtio en otro corrupto mas. Y que conste. El no es el unico corrupto en Brasil
Hasta el dia de hoy a Lula no se le ha comprobado un solo acto de corrupcion ,el apartamento por lo cual lo
llevan a prision no hay un solo papel que demuestre que es de su propiedad ni el lo ha vivido,es solo la palabra
de una persona que lo acusa,esto no es in problema de izquierda o derecha es injusticia contra una persona inocente.
Lula fue el que puso en el mapa a brasil, hay que ver que cosa era brasil en los 90 y cuando llego lula en sus gestiones el impulso que le dio a brasil en todos los sectores , no digo de que sea un santo, pero hasta ahora como proyecto politico el brasil no tiene un candidato que le pueda arrebatar la presidencia sino es a la fuerza.
Sr Renato,cuales son sus fuentes de información ?
La Globo,la Band, la Record, Veja, Época, Istoé,Moro, Gilmar o Carmen Lucia ?
No me diga que Aecio….
En que pagina del granma . Sacaron este articulo
Presidente obrero? Con el dineral que tiene? Gracias a Dios acá en Brasil los corruptos son sometidos a la justicia.Es justa su condena.
El Partido de los Trabajadores empezó bien y la gente le dieron su voto justamente. Aunque a muchos que vivimos en países desarrollados nos parezca raro, en Brasil no existía el crédito para las personas de bajos ingresos, ellos se lo dieron. El programa “Mi casa, mi vida”, las becas de estudios y hasta créditos para comprar un automóvil fuero un éxito. El argumento mas tonto que he leído es uno que decía que ahora que la clase trabajadora tiene mas carros, “hay mucho trafico” en las ciudades brasileñas.
Nunca he pensado mal de la señora Dilma Rousseff. Siempre me ha parecido una persona sencilla, como la gran mayoría de las multimillonarias. La familia Rousseff es una de las mas rica de Brasil. Son prácticamente dueños de medio estado de Matto Grosso. Si pienso que es inocente es porque pienso que esta señora no tiene la mas mínima necesidad de robarle a nadie. Su gran error fue confiar demasiado en el ex-tornero mecánico y hoy millonario Lula Da Silva.
La beatería de la izquierda ha sido una de las razones de su declive a nivel mundial Están ciegos. No tiene la mas mínima introspección de ellos mismo. La culpa de todo la tiene la “extrema derecha”, “los factores externos”, etc, etc, pero nunca ellos.
“En Brasil [la situación] es así: cuando un pobre roba, va a la cárcel; pero cuando un rico roba, lo hacen ministro”
(Lula Da Silva, 1988)
No creo que el juez Moro sea una ficha al servicio de la extrema derecha y de los monopolios imperiales, por el contrario es una persona valiente consciente de que la justicia tiene que enfrentar a la corrupción que eenlodó ese pais y al resto de Latinoamérica. Mientras afectó a politicos de derecha era muy bueno, pero cuando comenzó a denunciar a politicos de izquierda, entonces era un inmoral. El poder corrompe y Lula trasgredió los límites y se dejó embarcar. El argumento de que no hay ninguna prueba es falso y estan las propios testimonios del empresario que le facilitó el disdrute del apartamento y que Lula le ordenó desaparecer todas las pruebas que lo comprometieran. Los que vivimos en regímenes socalistas, sabemos que no es necesario aparecer el nombre en papeles en una propiedad para disfrutarla permanentemente. Ademas hay otros seis causas judiciales, entre ellas, el intento de nombrarlo ministro cuando empezaron los nubarrones en el gobierno de Dilma que lo blindarian y lo pusieran a salvo de las acusaciones del juez Moro. Asi que de obrero, lo fue un tiempo en sus inicios, de presidente, lo fue mas y no lo hizo del todo mal, pero de santo, me parece que no lo ha sido, aunque el otro dia haya ido excepcionalmente a misa
Gran hombre Lula, y gran artículo.
Lo qiue no se entiende que seam más reprimido los presidentes d eizquierda que los de derecha que tienen un gran caudal de desfalco y corrupción en América Latina y mcuhos han salido del país o siguen impunes de toda la corrupción que cometieron
Lula y Dilma, corruptos como tantos izquierdistas, haz lo que yo digo y no lo que yo hago.