Lo vitorean en bastiones tradicionales del PRI, como Atlacomulco y San Felipe del Progreso: ¡Presidente! ¡Presidente! –le grita la multitud. Andrés Manuel López Obrador (1953), también conocido por AMLO, quien tiene en la lucha su modo de ser, podría ratificar la validez de un viejo adagio: a la tercera va la vencida.
Después de fracasar dos veces en su camino hacia la presidencia de México –que él sigue considerando un medio y no un fin–, las encuestas lo sitúan como amplio favorito para llevarse el gato al agua en las elecciones del próximo 10 de julio.
Y si lo logra, llegaría con una propuesta de cambio radical: “Hay solo una salida para México, cambiar el régimen, este está podrido”.
O: “Tengo la fórmula. Acabar con la corrupción. Ese es el principal problema de México. Se roban 500 000 millones de pesos al año. El robo más grande. La gente está despertando como nunca antes en la historia reciente”.
Y también algo que suena a tesis alemana: “Para mí, ser de izquierda, además de tener amor al pueblo y ser honesto, implica luchar para transformar. Eso es ser radical, lo contrario es conservadurismo. El que no actúa para cambiar un régimen de injusticias y opresión, aunque sea buen teórico y viva criticando, no deja de ser conservador”.
AMLO ha llegado hasta ahí a base de principios y enfrentamientos desde antes de graduarse de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM), lo cual pospuso durante varios años por apoyar la candidatura a senador por Tabasco del poeta Carlos Pellicer (1899-1977) y por otros menesteres políticos y tareas sociales del momento.
Dice de Pellicer: “Era un candidato priísta bastante peculiar, con defensas apasionadas en favor de los chontales y del nacionalismo, en contra de las dictaduras. Así lo recuerdo, con su espíritu latinoamericano, sobre todo exaltando a Bolívar”. Finalmente, López Obrador se licenció en 1987 con una tesis cuyo enunciado denota su pensamiento mismo, marcado por Benito Juárez y Lázaro Cárdenas: “Proceso de formación del Estado nacional en México, 1821-1867”.
Entre 1977 y 1982 dirigió el Instituto Nacional Indigenista, experiencia que le valió no solo para una mayor conexión y empatía con las aspiraciones y anhelos del México popular y profundo, sino también para reafirmar su condición cultural misma, es decir, su pertenencia sin ambages a lo que una vez el cubano José Martí llamara “nuestra América mestiza”: “En España” –dijo una vez — “los nombres antiguos tenían que ver con el oficio de la gente; por eso los apellidos Zapatero, Carpintero, Pescador, Obrador. Mi bisabuela materna, originaria de Cantabria, se llamaba Felipa Revuelta. Mis abuelos paternos eran veracruzanos, corría por sus venas sangre blanca, india y negra. A mucho orgullo, jarochos de la cuenca del río Papaloapan”.
Un testimonio de entonces lo describe así:
La persona del director del Instituto Nacional Indigenista se hizo un poco mítica en la región. Todos saben que se le puede encontrar en su oficina solo entre las siete y las ocho de la mañana. Después sale a supervisar las actividades en el campo. Tuve la oportunidad de observar su ritmo de trabajo. Estaba sentado en su despacho en medio de una multitud y así atendía a las personas. Cada quien le iba entregando un papelito en el que estaba expuesto su problema.
De esa época data su inserción en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que había ingresado en 1976 hasta involucrarse, en 1989, en la escisión que daría lugar al Partido de la Revolución Democrática (PRD), encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Roberto Robles Garnica y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros.
AMLO fue su líder nacional entre 1996 y 1999. En 2000 lo eligieron gobernador del DF, ocasión más que propicia para impulsar reformas, promover programas de apoyo a la tercera edad y las madres solteras, remodelar el centro histórico y un largo etcétera. Una encuesta de City Majors (2004) lo haría merecedor del título “segundo mejor alcalde del mundo”, solo después del de Albania, aun cuando durante su mandato varios colaboradores suyos se vieran implicados en escándalos de corrupción.
Con toda esa energía positiva, en 2006 se postuló por primera vez a la presidencia mediante la Coalición para el Bien de Todos, una alianza entre el PRD, el Partido del Trabajo y Convergencia, autodefinida como “un proyecto alternativo de nación que busca cambiar la política neoliberal que se ha desarrollado en México desde mediados de los años 80”.
Según Horacio Duarte Olivares, era la hora de la izquierda; pero Obrador no ganó en esas elecciones, las más complicadas y turbulentas de la historia reciente de México: quedó segundo, después del panista Felipe Calderón. Volaron alegaciones de fraude electoral. AMLO y sus seguidores llevaron entonces a cabo jornadas de protestas masivas y de desobediencia civil, las más famosas en el Paseo de la Reforma y el Zócalo del DF.
Un sexenio después se postuló de nuevo, pero volvió a ocupar el segundo puesto con el 31,57 por ciento de los votos vs. el 38,20 por ciento del vencedor, Enrique Peña Nieto (PRI), en medio de problemas tales como violaciones de la ley electoral, compras de votos, robos de urnas en sitios como Monterrey y Guerrero y personas que no pudieron ejercer su derecho ciudadano. Pero AMLO no abandonó su estilo y convicciones: “En México domina una mafia de poder. No tengo la menor duda. No quieren perder el privilegio de mandar”.
Desencantado con el apoyo del PRD a las políticas económicas de Peña Nieto, en 2014 fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), nuevo partido de izquierda que para las elecciones de 2018 integró la coalición Juntos Haremos Historia con el Partido del Trabajo y el Partido Encuentro Social. Una fuerza política que se proyecta como la triunfadora, y que ha sabido capitalizar el nacionalismo mexicano y la ola de indignación ante los graves problemas y realidades del país. Y con un programa concreto para sacarlo del hueco.
“Este arroz ya se coció porque la coalición Juntos Haremos Historia ganará la elección presidencial”, ha declarado AMLO. De ocurrir, sería eso que en inglés se llama un turning point al cabo de doce años de PAN y seis de PRI. El primer gobierno de izquierda en el poder en México, después de Lázaro Cárdenas (1934).
Dos proyectos en colisión. Un choque de trenes.
América Latina y el mundo miran hacia México.
Aunque la inscripción oficial de MORENA como partido, en efecto ocurrió en 2014, el surgimiento del movimiento se remonta a 2011. Creo que AMLO puede ganar, no obstante la va a tener complicada para poder gobernar sin mayoría parlamentaria y con la corrupción inherente a cargos intermedios. Segundo, hay un pacto no declarado entre los empresarios para quebrar e gobierno desde lo económico y acusarlo de ser el importar en México “el modelo de Venezuela”.
Tiene muy buenos planes, pero corre el riesgo que sean irrentables desde el punto de vista económico. Lo que ha hecho de por si es loable, se ha enfrentado a la mquinaria electoral del PRI, a operadores politicos, medios de prensa y el copón divino.
Mucha suerte!!
Aprovechar el nacionalismo mexicano es una proposición rimbombante y extrañísima. Cuando un mexicano habla de la raza se refiere a la de ellos, su hisoanoamericanismo tiene inmensas limitaciones.
Un país sumido en la violencia y la corrupción, dependiente en gran medida de la remesa americana, lo que menos necesita es una revolución nacionalista. Muy pocos países necesitan una revolución; México va a ver más de todo lo que ahora lo agobia y menos riqueza, que es la primera víctima. Cuando MALO solicita que lo pongan en la lista, está rimando con comunista, no con populista.
Lo que más necesita México hoy día es trabajo y eso lo crea el rico nada más. En segundo lugar necesita la oena de muerte: usted mata y no va para una cárcel a esperar que su dinero compre a la justicia.
Mexico, que te aproveche MALO
oye Rey del Mundo… hip… ese tipo… hip… ese tipo es superrecontrapeligroso… hip…
Cállate chico…
Al machete!!…
viste… te lo dije… hip… ese tipo no tiene na en la cabeza…
Yo tengo la hipótesis que cada cierto periodo de tiempo a los pueblos les entra un espíritu suicida. De querer ver hay mas allá, no del arcoiris, sino del abismo y probar suerte si lanzándose despeñadero abajo al final encuentra el paraíso. Creo que ese tiempo ha llegado para México.
Es el unico político creíble hoy en Mexico. El unico que piensa en el pueblo, y no en su bolsillo. Qué hemos tenido hasta ahora?…Corrupción, crímenes , trabajo infantil…. eso, hay que cambiarlo, y este hombre ha demostrado al menos honradez.