Una nueva caravana de migrantes centroamericanos partió el lunes de Honduras con el objetivo de llegar a la frontera con Estados Unidos, siguiendo la misma ruta que recorrieron miles de personas el año pasado en al menos tres caravanas.
Unos 600 migrantes se congregaron bajo una incesante lluvia en la estación de autobuses de San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo, y decidieron partir en la oscuridad, horas antes de la salida prevista inicialmente para el martes.
Alrededor de 300 personas, principalmente mujeres y niños, subieron a 30 buses pequeños con la intención de ir hasta la frontera con Guatemala. Otras 300 se echaron a andar hacia la localidad fronteriza de Agua Caliente. Uno de los integrantes le pidió el paraguas a un periodista diciendo que temía que su hija enfermase por la lluvia.
Durante su marcha, algunos migrantes pidieron a propietarios de tiendas que les diesen comida o agua para el viaje.
A la estación de autobuses siguió llegando gente, por lo que es posible que el tamaño de la caravana aumente el martes.
Una mujer que se negó a dar su nombre por seguridad contó que su hija de 9 años había sido violada de forma violenta y que sufría graves problemas médicos. La madre, que trabajaba en una panadería, dijo que llevaba a la menor y a su hijo de 13 años a Estados Unidos.
Una vez allí, añadió, solicitará asilo o estatus de refugiado ante las autoridades estadounidenses porque “ya no se puede vivir en Honduras”.
Con toda probabilidad, la nueva caravana generará tanto tensiones como simpatías a medida que avance por Guatemala y México hacia suelo estadounidense.
No estuvo claro si el contingente tenía previsto llegar a Tijuana, la ciudad fronteriza mexicana donde miles de migrantes de tres caravanas anteriores están prácticamente abandonados desde noviembre.