En los desbordados hospitales de Shanghái, los ancianos enfermos de COVID colman los servicios de emergencia. Tres años después de la aparición de los primeros casos mundiales de coronavirus en su territorio, China enfrenta una ola de enfermos desde el levantamiento de las medidas de su política “cero COVID” el mes pasado.
En Shanghái la situación sanitaria es especialmente crítica. Aproximadamente el 70 % de la población (es decir, unos 18 millones de personas) habrían contraído el virus, según medios de comunicación oficiales.
Distintos medios de prensa documentan en los hospitales a cientos de pacientes, en su mayoría ancianos, tumbados sobre camillas en medio de servicios de emergencia saturados.
Ante la afluencia de enfermos, médicos infectados con COVID siguen trabajando sin descanso, según testimonios recogidos en los hospitales de todo el país.
Las autoridades reconocen que la magnitud de la epidemia es “imposible” de determinar, ya que las pruebas de detección del coronavirus ya no son obligatorias y los datos son fragmentados.
En poco tiempo el sistema de salud se ha visto desbordado. Las farmacias carecen de medicamentos para bajar la fiebre. Los crematorios no dan abasto debido a la excesiva afluencia de cuerpos.
La Comisión Nacional de Salud (NHC), que tiene carácter ministerial, dejó de publicar las cifras diarias de casos y muertes. Actualmente, es el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) el que se encarga de esa tarea, pero a partir de la próxima semana lo hará solamente una vez por mes.
Las autoridades también revisaron los criterios para atribuir una muerte al COVID. Desde principios de diciembre, solo se registraron 15 decesos relacionados con el virus en el país de 1 400 millones de habitantes.