Trump opera en el contexto de una sociedad dividida y polarizada. Irrumpió en el ejecutivo gracias al mecanismo del colegio electoral, cuestionado por la oposición popular (y sus alrededores) por desfasado y, en última instancia, antidemocrático. El presidente y sus orgánicos entraron al poder con un rosario de órdenes ejecutivas en la mano, la primera para empezar a desmontar el Obamacare, y una de las últimas para bloquear la entrada a los Estados Unidos de personas con visas o residencia permanente, procedentes de siete naciones de mayoría musulmana, todo bajo el manto de la seguridad nacional. Fue el primer gran fuetazo, una medida que les paró en seco el poder judicial y que alimenta, entre otras cosas, las alegaciones de inconstitucionalidad que de entonces a la fecha reverberan en la sociedad norteamericana.
El resultado de esas y otras movidas redunda en una violentación del contrato social en un abanico de actores económicos, sociales, culturales y políticos que reaccionan desde sus respectivos ámbitos con declaraciones o actos contra la autoridad presidencial, más allá de los medios de comunicación, nuevos satanes que sin embargo no hacen sino amplificar las voces y cumplir con una de sus tareas como instituciones / reflejo de la clase política, o de sectores dentro de esta.
Los trumpistas son como una fractura en la cadera o un disparo, y en ello radica el efecto bang de sus políticas, consecuencia de la “deconstrucción del estado administrativo”, del desmontaje del legado de Obama –estuvieron esperando ocho años con impaciencia– y del choque con historia, prácticas, valores y tradiciones norteamericanas, como esa del país de inmigrantes, estampada en el famoso poema de Emma Lazarus al pie de la Estatua de la Libertad.
Las ciudades tiemblan con protestas y movilizaciones mientras las bases de Trump, energizadas por el propio Presidente, aprueban y vitorean a un individuo que se considera a sí mismo portavoz del pueblo y los olvidados, pero con índices de aceptación en plena caída libre; los más bajos en la historia moderna de los Estados Unidos. De acuerdo con una encuesta de NBC / The Wall Street Journal, cerca de la mitad de los norteamericanos (48 por ciento) desaprueban su gestión a poco más de treinta días de inaugurada su presidencia.
Esta administración, por otra parte, discurre en medio de manifestaciones de crisis internas e incluso violaciones de normativas federales que no son, en modo alguno, noticias falsas (fake news). Y con problemas atípicos, por decir lo menos. Una comunidad de inteligencia con recelos y contradicciones con su Presidente, en quien no confían.
Renuncia de Michael Flynn debido al affaire telefónico con el embajador ruso, punto en el que, como se sabe, hubo saetas encontradas: en menos de 24 horas el asesor de seguridad nacional pasó de tener la absoluta confianza del Presidente (según Kellyanne Conway, consejera) a no tenerla (según Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca). Y también renuncias de candidatos antes de llegar a la meta. Primero Robert Harward, el reemplazo de Flynn, por no querer participar del caos de esta administración –de acuerdo con trascendidos, el vicealmirante retirado la caracterizó como un shit sandwich.
Ahora mismo acaba de salir del juego Philip Biden, hombre de negocios y funcionario de inteligencia de la reserva militar que dirigiría la Marina: arrojó los guantes alegando razones de privacidad y conflicto de intereses (a buen entendedor, pocas palabras, reza el refrán). Crisis en ciertas agencias del Gobierno Federal, una de ellas el Departamento de Estado, hoy con problemas existenciales: salidas, despidos y bloqueos a funcionarios de nivel –algunos en sus puestos bajo administraciones republicanas o demócratas– por no compartir las presunciones del Presidente o, simplemente, por disentir en público o privado. El colofón es una Casa Blanca anunciando que se registrarían los teléfonos de sus empleados en busca de leaks o filtraciones, un evidente indicador de discrepancias internas. Lo acaban de hacer y han quedado en ridículo.
Por todas estas circunstancias, más otras omitidas por puro espíritu de síntesis, hay tres palabras claves incorporadas de manera creciente a la conversación cotidiana, y que implican en particular al Presidente: conflicto de intereses, impeachment y Enmienda 25. Los paralelos con Richard Nixon empiezan a tomar cuerpo. Uno de los primeros –y ciertamente no el único– en boca del periodista Carl Bernstein, quien junto a Bob Woodward contribuyó a destapar la caja de Pandora de Watergate.
Se está tal vez en la antesala de una crisis de alcances imprevisibles. Los trumpistas no van a parar, y parecen dispuestos a todo. El flamante estratega en jefe Steve Bannon ha hecho una declaración inusual en la cultura norteamericana, incluso a nivel de códigos: “la lucha ideológica es día a día”. Por su parte, la oposición popular, el Partido Demócrata y en específico sus sectores más radicales, no se quedarán cruzados de brazos. Carteles con la palabra “guerra” han aparecido en manifestaciones y plazas, de Nueva York a San Francisco. No se veía nada similar desde la época de Vietnam.
Pero uno de esos actores llama la atención por su carácter inédito: las brujas. En consonancia con ese espíritu desafiante, y con la atmósfera de tensión con que se vive en lo cotidiano, la convocatoria a un conjuro transnacionalizado para detener a Donald Trump, y finalmente hacerlo caer, está ganando terreno en distintos espacios y redes sociales. Un peculiar impeachment.
No se trata sin embargo de las tradicionales, como aquellas tres famosas mujeres de Macbeth, ni como la Tituba de Salem, que dio pie a la histeria colectiva bajo sombrilla del puritanismo, sino de wiccas, una re-visión y re-semantizacion de las brujas iniciada en la Inglaterra de los años 50 por Gerald Gardner y desarrollada por el feminismo norteamericano a fines de los 60 e inicios de los 70.
Para ponerlo en síntesis apretada, ni esclavas de Satán, ni viejas con verrugas ni manzanas envenenadas, ni la malvada de cara verde con sombrero negro que pinta Hollywood en El mago de Oz. Son mujeres que despuntan por su espiritualidad, conciencia social y humanismo:
Escúchenme, espíritus
Del Agua, Tierra, Fuego y Aire
Anfitriones divinos
Y espíritus de los ancestros
Los llamo para detener
A Donald J. Trump
Para que fracase totalmente
Para que no haga daño
A ningún alma humana.
Wicca significa, etimológicamente, vivir en armonía con el mundo natural. Es una religión que vuelve a los orígenes; de ahí su sentido ecologista, puesto en alarma ante órdenes ejecutivas que dan luz verde a los oleoductos de Keystone y Dakota, así como a recortar, en favor del gasto bélico, el presupuesto de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA).
Se trata de una entidad dirigida por Scott Pruitt, individuo con comprobados vínculos con la industria del petróleo y el gas. Elección letal, se ha dicho, equivalente a poner al Chapo Guzmán frente a la Drug Enforcement Administration (DEA). El conjuro apela entonces a que no puedan dañar…
A ningún árbol
Animal
Roca
Arroyo
O mar.
Y a detener a Trump para…
que no destruya la política
Usurpe la libertad
Ni llene nuestras mentes de odio.
Y a su anillo interior de burócratas:
Y detén también
A todos los que le permiten hacer el mal.
Y a sus fanáticos:
Y a todos aquellos cuyas bocas
Pronuncian sus mentiras ponzoñosas.
Les imploro, espíritus, deténganlos a todos
Con cadenas de hierro
(…)
Los invoco en mi nombre
En el nombre de todos los que caminan
Gatean, nadan o vuelan.
De todos los árboles, los bosques
Ríos y mares
En el nombre de la justicia
Y la libertad
Y el amor
Y la igualdad.
Mientras, en un lago de Hanahan, Carolina del Norte, acaba de aparecer un cocodrilo color naranja. Los vecinos lo llamaron Trumpgator.
Dos fantasmas se desvanecen en Europa y en América. Son los fantasmas del Comunismo y del Neo-liberalismo. ¿Por que? Por anteponer sus ideologías a los intereses del pueblo y sus naciones.
Debe de ser duro aceptar que el devenir de la historia no fue como ellos tenían previstos. Pero así fue. No obstante no hay forma que quieran aceptar sus derrotas. Entre las cosas mas curiosas que han pasado últimamente con esto de Trump, es la convergencia existente entre publicaciones oficialistas cubanas como Juventud Rebelde y neo-liberales como Carlos Alberto Montaner. Pudieron haber formado un Frente Común contra Trump durante la campaña. Ninguno de los dos se han dado cuenta que el mundo ha cambiado. Que la mentalidad de la clase trabajadora ha cambiado, que ambas burundangas ya no tiene ninguna credibilidad.
Siento decirles que hay Trump para rato. Ocho años. Sus argumentos aunque algo extravagantes y chocantes son correctos en su base y cada día son mas aceptados. Trump no es mas que la verdad exagerada.
El presidente “menos popular en la historia de los estados Unidos” en su primera presentación de su programa televisado al Congreso de Estados Unidos según encuesta de CBS, las opiniones de los oyente, tantos Demócratas como Republicanos FUERON FAVORABLE:
Presidencial: 82%
Mas optimista sobre el y su administración: 61%
Aprobaron fuertemente el discurso 59%
aprobaron algo 17%.
Desaprobaron algo 14%,
fuertemente desaprobaron el discurso 10%
Como describieron el discurso:
Muy positivo 61%
Algo positivo 15%
Ni positivo ni negativo 11%
Algo negativo 8%
Muy negativo 4%
Sobre la presentación de sus planes todos fueron a su favor:
Inmigración ilegal 70% a favor.
Mejorar la economía 75%
Planes sobre combatir el crimen ( Law and order ), 75%
Política Exterior 66%
Construcción de infraestructuras 78%
Presupuesto y déficit 65%
Defensa 75%
Combatir el terrorismo 74%
Lidiando con el Obamacare 65%
Impuestos 64%
Comercio 72%
En política hay que tener mucho cuidado con las pasiones del corazón o con las “Fake News”.
Este columnista no tiene ni idea sobre que bases y tradiciones se asientan los EE.UU.AA. Querido: no es sobre la inmigración, es sobre los principios de Dios, el Dios de la Biblia, el único y verdadero. Entonces, lo apócrifo ha sido todas las medidas de Obama: proabortista, pro gay, pro guerra, anti cristiano y un largo etcétera que va contra los fundamentos de este país. Los progres como este comumnista creen que tienen la verdad y siento decepcionarlo: no, you don’t.
Para Stella. Su vision, tan respetable como otra, olvida el secularismo de la sociedad norteamericana, y princpios fundacionales como la separacion Iglesia-Estado. Hay, por otra parte, varios Dios verdaderos, no es ni sano si aconsejable descalificar de un plumazo al resto de las religiones, en eso consistio no solo la Santa Inquisicion. Tambien el fundamentalismo cristiano y el yihaddismo se posesionan de igual manera ante el Otro– los “infieles” e idolatras. Las bases y tradiciones sobre las que se sientan los EU son multiples… no un bloque monolitico. Gracias a Dios, uno de los rasgos que nos definen como nacion.