El rey Carlos III, del Reino Unido, aterrizó este lunes en Ottawa en una visita destinada a subrayar la soberanía de Canadá frente a las reiteradas amenazas expansionistas del presidente Donald Trump de convertir a su vecino del norte en el estado 51 de la Unión Americana.
La presencia del monarca británico, que es el jefe de Estado de Canadá, fue interpretada por autoridades y ciudadanos por igual como una muestra de apoyo incondicional a la identidad y la independencia de la nación perteneciente a la Mancomunidad de Naciones, conocida en inglés como Commonwealth of Nations.
Canadá es uno de los 56 países miembros de este foro internacional conformado, en su gran mayoría, por antiguas colonias y territorios británicos y reconoce al monarca de Reino Unido como su jefe de Estado, aunque funciona como una monarquía parlamentaria independiente.
Protocolo y simbolismo
La llegada de Carlos III, acompañado por la reina Camila, fue recibida con una ceremonia solemne en el aeropuerto internacional de Ottawa. Allí, el primer ministro canadiense, Mark Carney, y la gobernadora general Mary Simon, representante del monarca en el país, dieron la bienvenida a la pareja real.
Una guardia de honor de 25 miembros de los Dragones Reales Canadienses, de los cuales el rey es coronel en jefe, añadió un toque de solemnidad militar a la ceremonia.
La visita del rey Carlos III a Canadá no es una mera formalidad protocolaria. Su presencia en la capital canadiense coincide con la reapertura del Parlamento y la lectura del discurso del trono, que tradicionalmente realiza el gobernador general en representación de la Corona británica.
Sin embargo, en esta ocasión el primer ministro Carney invitó expresamente al monarca para que asumiera este rol, un gesto inédito desde que la reina Isabel II, madre de Carlos, pronunció el discurso en 1977.
La decisión de Carney fue una respuesta directa a las declaraciones de Trump, quien en los últimos meses ha insinuado en varias ocasiones la posibilidad de anexar Canadá a Estados Unidos.
Esas afirmaciones, aunque consideradas poco realistas por muchos expertos, han calado hondo en la opinión pública canadiense y puesto en alerta a la clase política, que ve en ellas una amenaza a la soberanía nacional.
“Este honor histórico coincide con el peso de nuestros tiempos. Habla de nuestra tradición y amistad perdurables, de la vitalidad de nuestra monarquía constitucional y nuestra identidad distintiva, y de los lazos históricos que las crisis solo fortalecen”, afirmó Carney en un comunicado previo a la llegada del rey.
“La presencia de Carlos y Camila en este momento crucial de nuestra historia tiene un profundo significado. Reafirma el vínculo constitucional duradero que ha moldeado el camino de Canadá hacia una nación orgullosa e independiente. Su visita nos invita a reflexionar sobre quiénes somos y a celebrar nuestra identidad nacional distintiva”, declaró por su parte Mary Simon, la primera gobernadora general indígena de Canadá.
La visita real también ha servido para recordar la importancia de la diversidad cultural canadiense. En sus declaraciones, Carney enfatizó que “la fortaleza de Canadá radica en construir un futuro sólido mientras abraza sus raíces inglesas, francesas e indígenas: la unión de pueblos que forma nuestra base”.
La larga sombra de Trump
Donald Trump, quien regresó a la Casa Blanca tras las elecciones de 2024, ha insistido en su deseo de anexar Canadá, argumentando supuestas ventajas económicas y estratégicas para ambos países.
En términos porcentuales, el PIB de Canadá representa alrededor de 2 % de la economía mundial, mientras que el de Estados Unidos representa aproximadamente el 25 %.
Las declaraciones del jefe de la Casa Blanca han sido recibidas con indignación y preocupación en Ottawa, donde el gobierno de Carney ha hecho de la defensa de la soberanía nacional uno de los ejes centrales de su política exterior.
El 6 de mayo, Carney se reunió con Trump en la Casa Blanca y le dejó claro que Canadá “nunca estará en venta”, en respuesta a las sugerencias del presidente estadounidense de que la unión de ambos países sería un “maravilloso matrimonio”.
La firmeza de Carney ha sido ampliamente apoyada por la ciudadanía y por la oposición política, que ven en la visita del rey una oportunidad para reforzar el mensaje de independencia y autodeterminación.
El discurso del trono: un mensaje de unidad y determinación
El próximo martes, Carlos III abrirá oficialmente la 45ª legislatura del Parlamento canadiense con la lectura del discurso del trono, en el que el Gobierno de Carney expondrá sus prioridades y objetivos para la nueva legislatura.
El texto, redactado por el Gobierno canadiense y no por el monarca ni sus asesores británicos, será leído por Carlos en su calidad de jefe de Estado no partidista.
El discurso del trono es un momento clave en la vida política canadiense, ya que marca el inicio de la actividad legislativa y establece la agenda del gobierno. En esta ocasión, se espera que el mensaje haga especial hincapié en la defensa de la soberanía, la diversidad y la unidad nacional, en un contexto de creciente tensión con Estados Unidos.
La participación del rey en esta ceremonia es un hecho excepcional. La reina Isabel II solo pronunció el discurso del trono en dos ocasiones durante sus 70 años de reinado: en 1957 y en 1977.
La decisión de Carney de invitar a Carlos III a asumir este rol ha sido interpretada como una señal de fortaleza y determinación frente a las amenazas externas.
Además de la ceremonia en el Parlamento, la agenda de Carlos III y la reina Camila en Ottawa incluye una serie de actos simbólicos y comunitarios. El lunes, el rey participó en la tradicional ceremonia de plantación de un árbol en Rideau Hall, la residencia oficial de la gobernadora general. El árbol, un carpe americano, es el quinto que el monarca planta en ese lugar, reforzando así los lazos entre la Corona y Canadá.
También el lunes, la reina Camila fue juramentada como integrante del Consejo Privado para Canadá del rey Carlos III, un cuerpo asesor del monarca para asuntos de Estado y constitucionales. Este nombramiento vitalicio le permitirá asesorar al rey sobre cuestiones relacionadas con Canadá, subrayando el compromiso de la familia real con el país.