La economía estadounidense está actualmente en buen estado, pero los aranceles del presidente Donald Trump van en aumento y podrían amenazarla seriamente.
Hasta ahora, la economía ha permanecido mayormente incólume a pesar de las guerras comerciales de Trump. Pese a que el mandatario ha impuesto aranceles a todo de tipo de importaciones –acero turco, aluminio canadiense, alarmas chinas– el mercado laboral sigue fuerte y el desempleo sigue en su punto más bajo en medio siglo. En julio, la expansión económica posterior a la crisis económica mundial será la más dilatada en la historia estadounidense desde 1854.
Pero en las últimas semanas, Trump ha tomado medidas mucho más riesgosas. Ha aumentado en 200,000 millones dólares los aranceles sobre las importaciones provenientes de China y está preparando un impuesto adicional por valor de 300,000 millones que apunta a todos los productos que Beijing le vende a Estados Unidos.
Y en una gestión que alarmó a sus propios asesores y sorprendió a inversionistas, Trump avisó que a partir del 10 de junio impondrá un arancel de 5% sobre los productos mexicanos y que el gravamen aumentará a 25% para el 1 de octubre si el gobierno mexicano no frena el flujo de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos.
Combinadas, estas medidas confirman una aguda intensificación de las guerras comerciales de Trump. Los aranceles contra China y México podrían ascender a 190,000 millones en nuevos impuestos que tendrían que ser pagados por importadores estadounidenses y que podrían ser traspasados al consumidor.
Para el estadounidense común, esto significa precios más altos de frutas y vegetales, vehículos, componentes electrónicos y otras necesidades. Aparte de eso, los exportadores, particularmente los agricultores, posiblemente sufrirán el efecto de los aranceles que China y México impondrán a Estados Unidos como represalia.
Los aranceles conllevan otros efectos perniciosos que son difíciles de medir. Generan incertidumbre entre el empresariado sobre dónde adquirir suministros, vender productos o ubicar fábricas y oficinas. Aparte de eso, causan nerviosismo en los mercados e inhiben la confianza de consumidores y negocios.
Expertos de UBS calculan que un arancel de 25% sobre todas las importaciones chinas le quitaría al crecimiento estadounidense un punto porcentual en el año próximo. La economía creció 2,9% en el 2018 y probablemente será más débil en 2019. Pero con un arancel de 25% a los productos mexicanos, dicen los analistas, Estados Unidos podría caer en recesión por primera vez desde 2009.
La Reserva Federal está al tanto de la situación y su titular Jerome Powell indicó esta semana que el banco central estadounidense está listo para intervenir, probablemente mediante reducciones de las tasas de interés, si se estima que las guerras comerciales están perjudicando a la economía.
Aun así, no hay absoluta certeza de que los conflictos comerciales afectarán a la economía. Pinelopi Goldberg, economista principal del Banco Mundial y los economistas Pablo Fajgelbaum de UCLA, Patrick Kennedy de la Universidad de California en Berkeley y Amit Khandelwal de la Universidad de Columbia calculan que las pérdidas económicas por las guerras comerciales del año pasado ascendieron a apenas 0,04% del producto interno bruto (la cifra no incluía la más reciente amenaza de aranceles a México).
Una razón de esto es que la actividad comercial comprende una porción sorprendentemente pequeña de la economía: apenas el 27% del PIB, según el Banco Mundial. Sólo en otros siete países la actividad comercial ocupa una proporción menor del PIB, y ninguno de ellos es una potencia industrial como lo es Estados Unidos.
A pesar de ello, el comercio tiene un protagonismo desproporcionado en la política estadounidense. Como ejemplo está la nueva versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que Trump negoció el año pasado con Canadá y México. El mandatario prometió que la nueva versión generaría empleos y restauraría el estatus de Estados Unidos como una “potencia manufacturera” al atraer de nuevo los empleos fabriles que se fueron a México.
Sin embargo la Comisión para el Comercio Internacional, un organismo estadounidense independiente, analizó el pacto y llegó a la conclusión que apenas agregaría 68,000 millones de dólares a la economía y crearía 176,000 empleos en seis años, cantidades ínfimas en una economía de 21 billones de dólares y un mercado laboral de más de 150 millones de personas.
Igualmente Jason Furman, quien fue jefe del Consejo de Asesores Económicos del entonces presidente Barack Obama, estima que “hasta la fecha, los efectos de las guerras comerciales de Trump han sido muy pequeños como para tener un sustancial impacto económico”.
A pesar de ello, Furman advierte que si los aranceles contra China llegan a abarcar todos los productos de ese país, y si además de eso se imponen gravámenes a los productos mexicanos “el efecto podría comenzar a sentirse en pérdidas de empleos, reducción del PIB y otros aspectos de la economía”.
Furman, quien actualmente enseña en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard, duda que los aranceles “hagan a Estados Unidos caer en la recesión… pero podrían empujarnos en esa dirección”.