Cuando las grandes mansiones de Newport Beach donde los ricos van de vacaciones quedaron vacías después del Memorial Day, Molly Munger decidió que era hora de que el gobierno empezase a considerar un impuesto a la riqueza.
Mientras su familia se ocupaba de su embarcación en el muelle hace algunos años, Munger, cuyo padre es un inversionista multimillonario, vio que muchas casas vecinas estaban vacantes, a oscuras. Sabía bien por qué: Sus propietarios tenían tanto dinero que podían irse a otra de las mansiones de lujo de su propiedad. Y le pareció que algo no funcionaba.
“Me impactó ver lo que pasa con los de arriba y lo que sucede con los de abajo”, comentó Munger, una abogada de 71 años, de California, especializada en derechos civiles, cuyo padre, Charlie, se hizo rico como vicepresidente de la firma de Warren Buffett.
Munger es ahora parte de un puñado de multimillonarios que promueven un impuesto a su riqueza y que se están desprendiendo de algunos de sus intereses. De hecho, alientan a los aspirantes a la nominación presidencial demócrata que promueven un nuevo impuesto a la riqueza, no a los ingresos.
“Creo en el mercado libre. Soy la hija de un capitalista. Pero no libre en el sentido darwiniano, sin regulaciones y despiadado”, manifestó Munger.
El principal argumento de estos millonarios es que el gobierno puede gastar su dinero más eficientemente que ellos en la mejoría de escuelas y de la infraestructura, y en la protección del medio ambiente. Va en contra de la vieja creencia de que los impuestos bajos para las empresas y los inversionistas son la mejor forma de generar crecimiento y distribuir la riqueza.
La idea contradice asimismo la postura del multimillonario que ocupa la Casa Blanca, Donald Trump, quien alguna vez apoyó un impuesto a la riqueza pero en el 2017 impulsó una pronunciada reducción de impuestos que benefició a los ricos.
Veinte personas, incluida una que permaneció anónima, firmaron hace poco una carta en la que básicamente piden pagar más impuestos. El grupo incluyó al financista George Soros, al cofundador de Facebook Chris Hughes y a la heredera Abigail Disney, así como otras figuras involucradas en causas liberales. Bill Gates, la segunda persona más rica del mundo, no la firmó, pero ha dicho que “no me opondría a un impuesto a la riqueza” sobre patrimonios superiores a los 100.000 millones de dólares.
Los demócratas siempre postularon impuestos más altos para quienes más ganan, pero las últimas iniciativas van más allá: Lo que se discute es si fijar impuestos anuales sobre lo que la gente posee, no solo sobre lo que gana.
La senadora Elizabeth Warren, una de las favoritas de las primarias demócratas, apoya un impuesto a los patrimonios superiores a los 50 millones de dólares que podría generar 2.750 billones de dólares en diez años. Otro aspirante a la nominación demócrata, Bernie Sanders, propone un impuesto a los patrimonios de al menos 32 millones de dólares. En el debate presidencial de la semana pasada, Pete Buttigieg, Amy Klobuchar y Beto O’Rourke se mostraron receptivos a la idea de un impuesto a la riqueza, en tanto que Tom Steyer habló de pagar más impuestos sobre su patrimonio de 1.600 millones de dólares.
El empresario Andrew Yang, por su parte, sostuvo que los impuestos a la riqueza aprobados en otras naciones no generaron los ingresos esperados. Joe Biden sostuvo que las propuestas de Warren y Sanders “demonizan la riqueza” y dijo que sería mejor enfocarse en los impuestos a las ganancias y en un aumento de las tasas que se cobra a las ganancias derivadas de inversiones.
Buena parte del establishment apoya la propuesta de Biden.
Larry Summers, exsecretario del Tesoro y presidente de la Universidad de Harvard, dijo que es imposible hacer pagar un impuesto a la riqueza ya que los ricos siempre encontrarán formas de burlarlo. Promueve en su lugar cambios por los cuales los impuestos a las ganancias podrían generar más de 2.000 billones de dólares en diez años.
Hay quienes dicen que la noción de que es imposible hacer que los ricos paguen impuestos está equivocada. Los ricos pagaron impuestos en el pasado, señala Emmanuel Sáez, economista de la Universidad de California de Berkley que ha estudiado el impuesto a la riqueza como herramienta para combatir las desigualdades.
“El sistema impositivo refleja los valores de la sociedad”, manifestó.
Un 1% de la población es dueña del 40% de la riqueza del país y un 50% no ejerce control alguno sobre la riqueza de la nación, de acuerdo con World Inaquality Database, un índice que Sáez ayudó a crear. Según sus cálculos, muchos de los estadounidenses que más ganan pagan impuestos proporcionalmente más bajos que el resto debido a la forma en que se gravan sus ingresos.
Ian Simmons, de 43 años, es uno de los súper-ricos dispuestos a pagar más impuestos.
Tiene un fondo de inversiones llamado Blue Haven Initiative junto con su esposa, Liesel Pritzker Simmons. Y se sumó a una campaña para reclutar familias adineradas que apoyan el impuesto a la riqueza.
La idea de cobrar impuestos que pueden generar billones de dólares encaja con lo que aprendió en la Universidad de Harvard, en una clase de Martin Feldstein, quien fue asesor económico del presidente Ronald Reagan.
“Esta es realmente una postura conservadora sobre cómo aumentar la estabilidad de la economía a largo plazo y tener una fuente eficiente de ingresos impositivos”, expresó.
La fortuna de la familia de Simmons se hizo en parte con un servicio de ventas con entregas por correo, iniciado en 1872, que fue posible gracias al servicio postal. La cadena de hoteles Hyatt que ayudó a cimentar la fortuna de la familia de su esposa fue posible gracias a la construcción de una red de carreteras.
Esa es una de las razones por las que respalda un impuesto a la riqueza: Porque la fortuna de su familia se deriva en parte de programas del gobierno.
Cuando Simmons llamó a Robert Bowditch, dueño de una fortuna inmobiliaria, para que apoyase la idea, el octogenario calculó qué impacto tendría ello en su estilo de vida. Decidió que tendría que sacrificar algunas donaciones a obras caritativas, pero que los dividendos serían muy superiores porque el público podría decidir de una forma democrática cómo gastar el dinero.
“Las obras caritativas en sí mismas no ofrecen suficiente dinero para apoyar las obras y servicios públicos, cosas como la educación pública, las carreteras y puentes, un aire limpio”, dijo Bowditch. “Para eso están los impuestos”.
Los ricos que promovieron impuestos más altos tuvieron poco éxito hasta ahora. La declaración de Buffett de que pagó impuestos a una tasa más baja que sus empleados en el 2011 hizo que el presidente Barack Obama propusiese aumentar los impuestos de las personas que ganaban más de un millón de dólares. La “regla de Buffett”, sin embargo, se hundió en el Congreso.
En 1999, cuando consideraba una candidatura a la presidencia por el Partido de la Reforma, Trump propuso pagar por única vez un impuesto del 14,25% sobre las fortunas superiores a los 10 millones de dólares que podían eliminar la deuda nacional.
“Todos salen ganando”, dijo Trump en esa ocasión. Cuando se le preguntó si el mandatario sigue apoyando esa propuesta, la Casa Blanca no respondió.