Altos funcionarios de Estados Unidos y China volverán a reunirse el viernes luego de ofrecer puntos de vista totalmente distintos en sus primeras conversaciones cara a cara desde la llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca.
Tras la primera jornada del jueves, las dos partes intercambiaron reproches: Estados Unidos acusó a la delegación china de “grandilocuencia” para consumo interno en China, y Beijing respondió el viernes diciendo que había un “fuerte olor a pólvora y drama” en la sala y que solo era culpa de los estadounidenses.
En unas declaraciones inusualmente duras en una reunión diplomática de alto perfil, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el responsable del Partido Comunista chino para asuntos exteriores, Yang Jiechi, atacaron las políticas del otro. El tono contencioso de sus declaraciones públicas sugirió que las conversaciones privadas podrían ser aún más complicadas.
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La cumbre de Anchorage, que continuará con una sesión a puerta cerrada el viernes, fue una nueva prueba en las cada vez más conflictivas relaciones entre la dos naciones, que están enfrentadas por una serie de asuntos, desde comercio a los derechos humanos en Tíbet, Hong Kong y en la región china de Xinjiang, a Taiwán, los reclamos de Beijing en el Mar de la China Oriental y la pandemia de coronavirus.
Blinken dijo que el gobierno de Biden está unido a sus aliados en el rechazo al creciente autoritarismo chino y a su agresividad tanto en su territorio como en el extranjero. Más tarde, Yang presentó un listado con las quejas de Beijing sobre Estados Unidos y acusó a Washington de hipocresía por criticar a su país por derechos humanos y otras cuestiones.