En la última semana el único día en que la Bolsa de Nueva York cerró en alza fue este miércoles, precisamente la jornada en que el presidente Donald Trump no se encontraba en el país. Lo demás fue un desastre.
Los analistas ya bautizaron estas Navidades como “negras”, cuando la bolsa comenzó por perder 200 puntos el viernes y bajó aún 470 puntos más en las vísperas de Navidad: la cifra más baja en los últimos 14 meses.
Todo este bajón coincidió con dos hechos significativos. En el plano político la Cámara de Representantes se negó a aprobar el presupuesto de continuación de las actividades del Gobierno, porque rehúsa aprobar los 5.000 millones que Trump quiere para construir el muro en la frontera con México. El presidente se mantuvo en sus trece y cerró el Gobierno.
En el plano económico la Reserva Federal subió apenas un cuarto por ciento la tasa de interés. Esto la ubicó entre el 2,25% y 2,50%, con lo que se sitúan en un nivel nunca visto en la última década. Al presidente no le gustó para nada. Con mentalidad de empresario inmobiliario, el asunto no es bueno para su negocio.
De hecho, Trump se encerró durante tres días en sus aposentos, mientras su esposa lo esperaba en Florida para las Navidades, y disparó una ráfaga de tuits donde critica al presidente de la Reserva, Jerome Powell. Llegó al punto de sugerir la posibilidad de despedirlo; algo para lo cual no tiene autoridad puesto que le correspondería al Senado.
“El único problema que tiene nuestra economía es la Reserva Federal. Ellos no tienen una noción del mercado, no entienden la necesidad de guerras comerciales, dólares fuertes o (la importancia) del cierre (de Gobierno) de los demócratas por encima de las fronteras. La Reserva Federal es como un golfista que no marca puntos porque no sabe manejar el taco”, escribió antes de la cena de Nochebuena.
Pero casi al mismo tiempo, y sin coordinación previa, el asunto entró al rojo vivo cuando, a raíz de otro tuit donde Trump aseguró que la economía “está más fuerte que nunca”, su secretario de Tesoro hizo una revelación insólita. Dijo que días antes, cuando la tasa de interés subió, había “estado al habla con los directores de los principales seis bancos y me dijeron que no tienen problemas con los fondos (disponibles para pedidos de crédito o préstamos)”.
Esta declaración de Steven Mnuchin, hecha sin que nadie le preguntara, mientras estaba de vacaciones en México, lo único que hizo fue disparar las sospechas y revolverle el estómago a Trump.
“Si el presidente dice que está todo bien y las tasas de interés apenas movieron la bolsa [una fluctuación negativa de 200 puntos], ¿por qué Mnuchin llamó a los bancos?”, se preguntó esa noche la analista financiera de la cadena CNN, Michelle Dowson. La interrogante es lógica.
De momento Trump se quedó callado. Al menos no manifestó disgusto público. En otro tuit alabó a su secretario del Tesoro como un ministro muy competente con quien comparte el pensamiento. Pero al día siguiente a alguien se le fue la lengua en la Casa Blanca y pronto se descubrió que el presidente estaba denostando a Mnuchin.
Según el diario The Washington Post, el mandatario se sintió sobrepasado porque las palabras del secretario, en el fondo, lo que hicieron fue desautorizarlo.
“Decir que está furioso es una cosa suave. Quiere literalmente asarlo en una parrilla. Habla de despedirlo. Lo responsabiliza por la caída de la Bolsa, por todos los males financieros y lo acusa de complicidad con el presidente de la Reserva Federal”, dijo la fuente anónima al Post.
Como amplía Diane Swonk, la jefa de Economía de Grant Thornton, sexta compañía mundial de accesoría financiera, “el pánico alimenta el pánico y parece que hay pánico en esta administración. La simple sugerencia de que se sabe algo que los demás no sepan, o no les preocupa, solo crea mayor inestabilidad”. No hay mejor descripción para el escenario financiero monetario en los tiempos de Trump.
Este miércoles el Dow Jones cerró en alza. Ganó casi 5% al subir 1.080 puntos. Lo único diferente que hay en el escenario financiero, es que hoy Trump se fue a Iraq junto a Melania a ver a las tropas allí estacionadas.
Cuando el presidente de Estados Unidos se ausenta, todo vuelve a la normalidad.