El fracaso de la reelección de Donald Trump ha provocado una profunda depresión entre los evangélicos, quizá el grupo religioso más sólido en el apoyo al ex presidente de los Estados Unidos.
El pastor evangélico estadounidense Jeremiah Johnson lamentaba este viernes haber decepcionado a sus seguidores y que las predicciones sobre la reelección fallaran miserablemente. En una carta a sus seguidores, el pastor admite: “Me arrepiento de haber profetizado equivocadamente que Donald Trump ganaría un segundo mandato como presidente de Estados Unidos”, y prosigue: “me he equivocado y lo lamento mucho y les pido que me perdonen”.
A la usanza de los antiguos profetizadores del futuro, Johnson basa sus postulados en las profecías, asumiéndolas como una filosofía de pensamiento que logra nuclear a su alrededor a miles de seguidores que creen firmemente en su infalibilidad.
Según el diario The New York Times, en Estados Unidos siempre hubo predicadores anticipando el futuro, pero muy pocos encuadrados en una iglesia. Este estado de cosas comenzó a acelerarse con la llegada de Trump a la política, galvanizando al electorado evangélico que se transformó en una base de apoyo político con una fuerza nunca antes vista.
El diario apunta hacia los evangélicos con inclinaciones proféticas como el grupo religioso de más rápido crecimiento dentro del movimiento cristiano en Estados Unidos: “Un movimiento suelto pero ferviente dirigido por cientos de personas que creen que pueden canalizar poderes sobrenaturales y que tienen conocimientos espirituales especiales sobre los acontecimientos mundiales. Muchos son evangelistas independientes que no dirigen iglesias u otras instituciones. Operan principalmente en línea y a través de presentaciones en conferencias o como oradores invitados en iglesias, ganando dinero a través de la venta de libros, donaciones y honorarios por conferencia”, refleja el rotativo.
Y continúa: “Son parte del creciente atractivo de las teorías de la conspiración en entornos cristianos, que se refleja en la popularidad de QAnon entre muchos evangélicos y la resistencia a las principales fuentes de información. Muchos profetas advierten a sus seguidores que no confíen en lo que leen en las noticias, pero en su lugar ofrecen una especie de ciclo de noticias alternativo, refractando e interpretando eventos en el mundo real a través de una lente sobrenatural”.
Lo anterior lleva al refuerzo de los seguidores que necesitan algo en qué creer y consecuentemente a la existencia de, por ejemplo, emisoras de radio dispuestas a servir esa necesidad. “En mi vida de 49 años como seguidor de Jesús, nunca había visto este nivel de interés en la profecía”, dijo el pastor Michael Brown, locutor de radio y comentarista evangélico, que cree en las profecías pero ha pedido mayor responsabilidad cuando éstas no se demuestran: “Es algo lamentable porque es una vergüenza para el movimiento”.
Este fenómeno asociado a las creencias parte del principio de la “confianza” en el comunicador. “Existe la idea de que no se puede confiar en nadie excepto en estas personas de confianza”, ha comentado Brad Christerson, sociólogo de la Universidad evangélica de Biola en California. En su opinión, “es un síntoma de nuestro tiempo. La gente no confía en las instituciones y la gente piensa que todas las instituciones principales son corruptas: universidades, ciencia, gobierno, medios de comunicación”.
Según una encuesta publicada en enero de 2021 por la publicación Lifeway Research, que está afiliada a la Convención Bautista del Sur, en Estados Unidos, casi la mitad de los pastores protestantes escuchan frecuentemente a miembros de sus congregaciones repitiendo teorías de conspiración sobre eventos actuales. La cuestión, no obstante, es que muchas congregaciones están inundadas de información errónea.
En algo la mayoría de los estudiosos del fenómeno evangélico parecen estar de acuerdo: la gente solo cree en lo que quiere creer, aunque sea mentira. Con Trump, esto se profundizó en la política en Estados Unidos. Ojalá no haga metástasis.
“Ojala no haga metástasis”… Lo siento, Rui, ya la hizo…
Los dioses no existen. El dios Yavé-Elohim en el que creen judíos, cristianos y musulmanes es una sofisticada construcción cultural derivada de la creencia en los dioses cananeos.
Las raíces de ese sincretismo religioso que asumió al dios cananeo El dentro de la tradición hebrea se pueden distinguir fácilmente en la abundancia de nombres hebreos que incluyen la partícula “el”, por ejemplo Migu-el, Isma-el, Emmanu-el, o el mismísimo nombre del país Isra-el. De hecho, en los textos bíblicos escritos en hebreo se puede leer la frase El-ohim (אֱלֹהִים), que significa “dioses” en el sentido ordinario, pero que se usa específicamente en su forma plural con un sentido mayestático para referirse al “dios de todos los dioses”. Los cananeos creían que el dios El tenía esposa y concubina. Su esposa era Asera, que los babilonios llamaban Ishtar y los fenicios llamaron Astarté. La esposa de Yavé-Elohim es mencionada en las biblias:
“Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera.” (Jueces 3:7)
En su afán por defender un supuesto carácter monoteísta del judaísmo, los sacerdotes de Yavé-Elohim trataron de borrar todo nexo entre la religión de las tribus hebreas y el politeísmo cananeo. Pero la tarea no resultaba nada fácil y por eso aún se conservan en las biblias fragmentos como el siguiente:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” (Génesis 1:26)
Vuelvan a leer el versículo que acabo de citar con mucha perspicacia. Notarán que la frase está escrita en primera persona del plural, como si un grupo de deidades estuviera expresando un deseo colectivo. Para todo aquel que pretenda argüir el pretexto de que se trata de una mala traducción, aquí les dejo el texto original en hebreo:
וַ
y
יֹּ֣אמֶר
dijo
אֱלֹהִ֔ים
Elohim
נַֽעֲשֶׂ֥ה
hagamos
אָדָ֛ם
hombre
בְּ
en
צַלְמֵ֖נוּ
imagen nuestra
כִּ
como
דְמוּתֵ֑נוּ
semejanza nuestra
El otro nombre del dios de las tribus hebreas está asociado a unas siglas conocidas como tetragrámaton, cuya variante en castellano sería YHWH, que se pronuncia Yavé. Lamentablemente no podemos saber con total seguridad si la expresión YHWH se refería a una deidad cananita asociada con el caos y las tormentas, porque la mojigatería de los rabinos provocó que quedara en el olvido el significado completo de dichas letras. Los sacerdotes evitaban pronunciar el nombre completo de dicha deidad para que no se pudiera cometer el pecado de blasfemia. De tal forma, el nombre completo fue cayendo en el olvido. No obstante, aún sobreviven en los textos hebreos algunas pistas sobre lo que pudo ser la variante original del tetragrámaton. En muchos versículos se emplea la contracción Yaj (יָהּ) en alusión a YHWH. Dicha versión corta del nombre Yavé está implícita en la expresión “aleluya” que sería la transliteración de “jalál Yaj”.
Los sacerdotes hebreos combinaron durante el período postexilio babilónico las creencias en el dios Elohim de la tribus de Israel con los elementos mágicos asociados al dios YHWH del reino de Judá. También se borraron intencionalmente los elementos politeístas que se manifestaban en la creencias mágico-religiosas de las tribus hebreas primitivas. Así se fue gestando en la imaginería colectiva ese dios tan afamado que ha sometido durante siglos a la humanidad que lo creó.
En el capítulo 18 del libro Génesis se narra una interesante historia en la que se involucra Yavé directamente al visitar la tienda de Abraham para obrar el milagro de sanar la infertilidad de la esposa del patriarca.
Yavé se presenta acompañado de dos ángeles, materializándose las tres deidades bajo una apariencia humana: “Ese día hacía tanto calor que Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña. De pronto, levantó la vista y vio a tres hombres cerca de donde él estaba.” (Génesis 18:1-2)
Abraham los recibe con efusión, los convida a sentarse a la sombra de un árbol y los agasaja con el ritual de bienvenida del lavado de pies. Los versículos que siguen nos narran que: “Abraham entró corriendo a la tienda donde estaba Sara, y le dijo: «¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina, y ponte a hacer pan». Luego fue al corral, tomó el más gordo de sus terneros, y se lo dio a un sirviente para que lo preparara enseguida. Además del ternero, Abraham les ofreció a sus invitados mantequilla y leche. MIENTRAS ELLOS COMÍAN, Abraham se quedó de pie bajo un árbol, atento para servirles.” (Génesis 18:6:7)
He resaltado con letras mayúsculas una frase medular en la que basaré mi crítica textual. En el versículo se aclara que Abraham observaba a sus invitados MIENTRAS ELLOS COMÍAN.
Dicha frase nos invita inexorablemente a reflexionar sobre el aspecto de la digestión de los dioses. Los autores anónimos del libro Génesis no conocían en profundidad el funcionamiento del metabolismo de los seres vivos, ni siquiera sabían por qué los humanos experimentan hambre y/o deseos de comer. No es de extrañar entonces que a la hora de describir a sus deidades cometieran el desliz de representarlos en la realización de actividades mundanas y típicamente sociales. Pero en la actualidad se sabe que los seres vivos se nutren para obtener las moléculas que sustentan el funcionamiento de la maquinaria bioquímica celular. Por tanto, no tiene ningún sentido construir narraciones mágico-religiosas en las que las deidades se alimentan de sustancias materiales, dado que un dios inmortal existe per se, un dios no metaboliza, el cuerpo de un dios no está obligado a degradar proteínas, lípidos y carbohidratos para reparar sus tejidos o para fabricar energía en forma de ATP.
Los estructuras biológicas de los organismos vivos han evolucionado hasta conformar sistemas de órganos especializados en la digestión. Si, como afirman las biblias, los humanos estuviéramos hechos a imagen y semejanza de un dios Yavé que se recuesta deleitosamente para comer, entonces tendríamos que asumir la hipótesis de que dicho dios posee internamente esófago, estómago, hígado e intestinos para procesar los alimentos deglutidos. Y a partir de esa hipótesis eclosionan las siguientes preguntas: ¿Dónde defecó Yavé las heces que se formaron en sus intestinos a partir del pan y la carne digeridos? ¿Qué uso les da Yavé a sus intestinos en el reino de los cielos?
Génesis 18
Dios visita a Abraham
18 Ésta es la historia del día en que Dios se le apareció a Abraham cerca del bosque de Mamré. Ese día hacía tanto calor que Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña. 2 De pronto, levantó la vista y vio a tres hombres cerca de donde él estaba. Enseguida corrió a su encuentro, y se inclinó ante ellos en señal de respeto, 3 y les dijo:
—Señores, estoy para servirles. Si creen que merezco su visita, no se vayan. Quédense aquí un rato. 4 Voy a ordenar que traigan un poco de agua, para que se laven los pies y puedan descansar bajo este árbol. 5 Voy a traerles también un poco de pan, para que recobren las fuerzas y puedan seguir su camino. ¡Ésta es su casa, y estoy para servirles!
Los tres visitantes le contestaron:
—Está muy bien. Haz todo lo que dijiste.
6 Abraham entró corriendo a la tienda donde estaba Sara, y le dijo: «¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina, y ponte a hacer pan».
7 Luego fue al corral, tomó el más gordo de sus terneros, y se lo dio a un sirviente para que lo preparara enseguida. 8 Además del ternero, Abraham les ofreció a sus invitados mantequilla y leche. Mientras ellos comían, Abraham se quedó de pie bajo un árbol, atento para servirles.
9 Los visitantes le preguntaron:
—¿Y dónde está tu esposa?
Abraham les respondió:
—Está dentro de la tienda.
10 Uno de ellos le dijo:
—El año que viene volveré a visitarte, y para entonces tu esposa ya será madre de un hijo.
Sara estaba a la entrada de la tienda, detrás de Abraham, escuchando lo que decían. 11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara no estaba ya en edad de tener hijos, 12 así que ella se rió y dijo entre dientes: «Eso sería muy bonito, pero mi esposo y yo estamos muy viejos para tener un hijo».
13 Entonces Dios le dijo a Abraham:
—¿De qué se ríe Sara? ¿Acaso no cree que puede ser madre, a pesar de su edad? 14 ¿Hay algo que yo no pueda hacer? El año que viene, por estos días, volveré a visitarte, y para entonces Sara ya será madre.
15 Al oír esto, Sara sintió miedo. Por eso mintió y aseguró:
—No me estaba riendo.
Sin embargo, Dios le dijo:
—Yo sé bien que te reíste.