La península de La Florida apareció para los europeos gracias al mito de la eterna juventud. Corría el año 1513. Digo corría por convención, porque en realidad es ahora que los años corren, en aquel momento duraban muchísimo. Después de haber escuchado un par de historias que le contaran los nativos de Puerto Rico, no sabemos si para quitárselo de encima o para hacerse los interesantes con su primer gobernador, Don Juan Ponce de León decidió embarcarse (literalmente) en una expedición en busca de la famosa Fuente de la Juventud.
Llegó a las costas de esta tierra el día de la Pascua Florida, por lo que decidió darle ese nombre a la península, una vez que puso ambos pies en tierra en un punto que todavía no se conoce bien y que los historiadores sitúan entre la playa de Melbourne por Cabo Cañaveral y las costas de Jacksonville, de manera bastante imprecisa si tenemos en cuenta que entre un punto y otro hay una distancia de casi 180 millas.
Con el tiempo se ha cuestionado que el motivo del viaje de Ponce de León fuera ese exactamente, pero no me negarán que es mucho más heroico pensar que navegaba en busca de un mito y no sólo de un simple pedazo de tierra.
Lo cierto es que Ponce no encontró nada parecido a una fuente o manantial que tuviera algo que ver con las historias que ya había escuchado en la Isla del Encanto, similares a las que contaba siglos atrás Heródoto o un tiempo después el Evangelio de Juan, sobre las aguas rejuvenecedoras. “Agua de la vida” como la que buscaba Alejandro Magno, ahora a Don Ponce le llegaba de las leyendas de los arahuacos acerca de la isla de Bimini en las Bahamas, a donde se contaba que un jefe arahuaco de Cuba se había marchado con algunos seguidores. Habría encontrado allá la fortuna, por lo que nunca más regresó, con lo cual vamos viendo que esto de emigrar hacia el norte en busca de prosperidad es más antiguo de lo que se suponía.
Pero lo que vale es la intención. Nunca se encontró la fuente pero sí las ganas de ser joven eternamente, y en recompensa al sacrificio y la temeridad de Ponce de León en su búsqueda de la eterna juventud, unos siglos después se fundaría la ciudad de Miami, la cual se convertiría poco a poco una de las capitales de la cirugía estética y de cuanto procedimiento para rejuvenecer inventara la humanidad.
La “capital de la silicona”, la han llamado algunos, para referirse sobre todo a la cantidad de personas que hoy día lucen esa y otras sustancias más sofisticadas debajo de una piel que ahora hace lo imposible por no reventar ante tanta presión.
Según estadísticas, Miami es la tercera ciudad de Estados Unidos con mayor número de cirugías plásticas per cápita, superada por San Francisco en segundo lugar y Beverly Hills en primero. En Miami existen 10 cirujanos plásticos por cada 100 mil personas, lo cual es una estadística considerable.
Los procedimientos más populares son la rinoplastia (operación para cambiar la forma o dimensiones de la nariz), la lipoescultura corporal y el aumento de senos, y desde hace ya unos años se ha convertido en una moda transmitir o subir a las redes los videos en vivo de estos procedimientos, al punto de que algunos cirujanos ya cuentan con millones de viewers y cientos de miles de seguidores.
No se sabe exactamente cuánto genera el mercado de la cirugía cosmética en Miami, pero está claro que son cifras millonarias y el negocio sigue teniendo tendencia al aumento, aun cuando también se ha podido conocer su lado negativo a través de las historias de pacientes que han fallecido o quedado en muy mal estado.
Pero eso no parece importarle a la mayoría de los habitantes de esta ciudad, preocupados más por la forma que por el contenido –tal y como Miami lo exige–, en toda esa belleza y alegría superficial que muchas veces esconde la verdadera complejidad de la naturaleza humana.
En cuanto a Ponce, no hubiera creído si alguien le hubiera dicho que la eterna juventud se buscaría siglos después, no en un manantial, sino en un quirófano, donde artistas del bisturí darían forma y relleno a lo que la naturaleza ha corrompido u olvidado. Pero sin duda le hubiera quedado algo de satisfacción al saber que esa tierra “descubierta” por él haría realidad el mito de la juventud infinita.
sr. Camejo: no es nada inmoral,ni deshonesto tratar de mejorar la apariencia personal,en principio.Cada persona tiene su cirscunstancia y no siempre se hacen los procedimientos correctamente y hay secuelas,pero : cual es su queja ?? Que le molesta ??
Perdón, pero no sé en qué parte del texto dice que es inmoral o deshonesto, y tampoco veo ninguna queja mía ¿usted está seguro que ese comentario va aquí?