En las primeras dos escenas del documental Get me Roger Stone, el estratega político republicano de 66 años se define a punta cabal. “Yo soy un agent provocateur”. Y levanta los dos brazos haciendo la señal de la victoria, un gesto que tomó del momento de la despedida del ex presidente Richard Nixon cuando tuvo que renunciar envuelto en las llamas del mayor escándalo de corrupción de Estados Unidos: el Watergate.
Uno de los que seguramente casi lloró ese día fue Roger Stone, porque para él Nixon fue más que un padre, fue su gran educador y mentor. “Todo se lo debo a Nixon”, dijo en el documental. De él aprendió todo tipo de trucos sucios de la política y a ello se ha dedicado casi toda su vida. Y lo asegura sin complejos: “Es mejor ser infame que no tener fama. Lo peor es que no nos hagan caso. Yo quiero que me hagan caso”.
Su última intervención política ha terminado con su arresto el 25 de enero en Fort Lauderdale, Florida, en el marco de la investigación federal sobre la penetración rusa en la campaña de Donald Trump.
Como si de un peligroso narcotraficante se tratara, un escuadrón del FBI entró de madrugada de su casa y lo sacó de la cama. El asalto fue filmado por la CNN, lo cual le sirvió para acusar al FBI de querer montar una escena porque si le hubieran avisado se hubiese voluntariamente.
Experto en el arte de sacar partido a cualquier situación, Stone se quejó amargamente de que el FBI “asustara a sus perros”, una salida colateral para intentar aplacar los ánimos. Pero lo cierto es que tiene de qué preocuparse.
Dos días después, Stone se declaró “no culpable” ante un juez de Nueva York, donde su caso está radicado porque, al parecer, allí se dieron los supuestos delitos de que es acusado.
Un jurado de instrucción convocado por el fiscal especial Robert Mueller, alega que Stone, en coordinación con elementos de la campaña de Trump, gestionó acceso a los correos electrónicos robados de la sede del Comité Nacional Demócrata en poder de WikiLeaks, con el objetivo de desprestigiar a la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.
Las autoridades creen que los correos fueron realmente robados por los rusos, quienes los habrían entregado a la organización de Julian Assange.
Stone también está acusado de manipular testigos, obstaculizar una investigación oficial y tiene cinco cargos adicionales de mentir a los investigadores.
El acta de acusación no especifica qué miembros de la campaña de Trump están involucrados en el asunto, pero precisa que son varios elementos de la dirección de la campaña y próximos al mandatario.
“Después de que el 22 de julio de 2016 fueron revelados los contenidos de los correos electrónicos demócratas por la Organización 1, un miembro de alto rango de la campaña de Trump contactó a Stone sobre la posibilidad de revelar correos adicionales o todo tipo de información prejudicial hacia la campaña de Clinton que la Organización 1 tenía en su poder. Stone confirmó que pudiera haber más revelaciones por parte de la Organización 1”, dice el acta.
Y agrega que, “durante el verano de 2016, Stone habló con uno de los directores de la campaña sobre la Organización 1 y la información a la cual pudiera tener acceso que fuera prejudicial para la campaña de Clinton.
Tras enterarse de lo que hay para él, Stone alardeó que “después de una inquisición de dos años, las acusaciones de hoy no están en modo alguno relacionadas con una colusión rusa, una colaboración con WikiLeaks u otro acto ilegal durante la campaña de 2016. Y, con los brazos alzados estilo Nixon enfatizó que jamás iba a testimoniar con el presidente Trump. “Tendría que mentir si lo hiciera”, subrayó.
En noviembre pasado, el The New York Times publicó algunos correos electrónicos intercambiados en 2016 entre Stone y el entonces director de la campaña de Trump, Steve Bannon, asegurando que el alto funcionario con quien Stone negoció la entrega de los correos robados por los rusos fue el mismo Bannon. A esta conclusión el rotativo llegó tras estudiar el estilo de la escritura y el lenguaje usado.
La relación con Trump
Según Donald Trump, los dos se conocen hace más de 40 años cuando él estuvo explorando la posibilidad de postularse a la presidencia. En el documental, Stone asume la paternidad de la idea porque le pareció el candidato ideal para suceder al ex presidente Ronald Reagan. Pero Trump desistió de la idea, hasta que la retomó en 1999. Roger Stone estaba nuevamente a su lado.
Por una razón que nunca fue debidamente aclarada, quizá porque Stone vivía en el sur de Florida, el comité de exploración de la candidatura hizo su primera aparición pública en Miami, de la mano de la Fundación Nacional Cubano Americana. Trump se reunió varias veces con miembros de la comunidad cubano-americana en un hotel de la ciudad y, en vez de una rueda de prensa general, concedió entrevistas una decena de periodistas en habitaciones separadas.
Durante esas entrevistas, Stone estaba cerca y le pasaba tarjetas con indicaciones de lo que debía contestar pero intentó de todos modos pasar inadvertido.
La campaña no prosperó pero desde entonces el estratega republicano es visto como un “asesor informal” del actual mandatario. Cuando el año pasado comenzaron las filtraciones de que Stone estaba siendo investigado por Mueller, Trump dijo a CNN que ambos se conocen desde hace años.
“Dicen que es un rufián, pero yo lo conozco hace mucho tiempo y sé que es una buena persona”, afirmó.
Ahora, tras la acusación formal Trump se ha limitado a atacar al FBI por el asalto a la casa de Stone la madrugada del arresto. Pero no lo ha defendido con tanta pasión como antes. A eso contribuye el hecho de que el Comité Nacional Republicano nunca vio a Stone con buenos ojos por sus métodos poco ortodoxos de hacer política. Sin embargo, la verdad es que Trump no puede separarse mucho del estratega republicano porque fue el más hábil movilizador de la opinión pública a favor del mandatario.
Fue Stone quien inventó la expresión “que la encarcelen” para atacar a Hillary Clinton durante la campaña cuando se supo que la ex secretaria de Estado había destruido miles de correos electrónicos gubernamentales y usó un correo electrónico personal para asuntos de Estado, lo cual constituye una seria violación de seguridad.
También se le atribuye a él la recuperación de una frase de Ronald Reagan que se transformó en la consigna principal de la campaña y mandato de Trump: “Let’s make America great again”. Stone fue clave en la movilización de las mujeres a favor del presidente.
La relación con Nixon
Stone logra salir incólume del escándalo Watergate (aunque fue el testigo más joven en ser llamado ante un panel senatorial) porque no trabajaba en la Casa Blanca. Pero era uno de los hombres que tenía el oído de Nixon. Y estaba totalmente “enamorado de él”, a punto de haberse tatuado en la espalda una imagen suya y tener en su apartamento del Bronx, en Nueva York, la mayor colección privada de objetos relacionados con la vida política del ex presidente.
La aproximación de los dos hombres se da en 1972, durante la campaña de reelección de Nixon, donde se dedica a organizar recaudaciones de fondos en el medio oeste, pero también comienza a desarrollar tácticas que lo harían posteriormente famoso, al punto de recibir apodos como “el hombre de los trucos sucios”, “un practicante experimentado de políticas de riesgo” o, sencillamente, “manipulador político”.
Uno de sus trucos sucios consistió en dar dinero a las campañas de los rivales de Nixon a nombre de una inexistente Alianza de los Jóvenes Socialistas, para después filtrar el recibo de la contribución a la prensa. Llegó a contratar a un espía y lo infiltró en la campaña del demócrata Hubert Humphrey, quien fuera vicepresidente durante el mandato de Lyndon Johnson.
El espía llegó a ser chofer de Humphrey.
El año pasado, Stone dijo a la revista Weekly Standard que por el día oficialmente era el hombre que le llevaba la agenda a Nixon, pero “por la noche traficaba en artes negras (porque) la gente de Nixon vivía obsesionada con (cosas) de inteligencia”. Pero, aclaró que nunca hizo nada ilegal durante Watergate, cuando cinco hombres penetraron ilegalmente en la sede del Partido Demócrata y fueron atrapados, provocando el derribo posterior de Nixon.
Al día siguiente del arresto en el sur de la Florida, la Fundación Richard Nixon envió un comunicado a la prensa donde dejó establecido que durante la campaña presidencial de Nixon, Stone era apenas un veinteañero que llevaba la agenda de la campaña de reelección y que es un “error garrafal” caracterizarlo como un asesor o ayudante del ex presidente.
“La razón porque soy nixoniano es porque él era indestructible y persistente. Nunca desistía de nada”, explicó en el documental de Netflix.
Una colorida vida privada
Stone es un anciano atlético con una vida privada bastante colorida. Según el Daily Mail, su apariencia juvenil se debe a unas hierbas chinas que consume regularmente, al hecho de practicar el Tai Chi, y levantar pesas. Ahora se pinta el pelo de blanco, después de décadas de hacerlo en rubio porque odia del castaño natural.
En 1996, cuando todavía orientaba políticamente a Donald Trump, pero andaba ya en su propio entorno, un periódico de escándalos publicó un reportaje ilustrado donde revelaba que Stone y su segunda esposa, Nydia Bertran, acostumbraban frecuentar clubes de intercambio de parejas, se anunciaban en revistas especializadas en la práctica solicitando una mujer o un hombre pasar tiempo juntos, asistían a desfiles gay y tenían una vida sexual muy pública.
En esos momentos Stone era un militante republicano y, pese a que negó las acusaciones, el partido decidió expulsarlo. Sin embargo, en una entrevista realizada en 2008 con la revista The New Yorker, lo admitió todo explicando que cuando el escándalo reventó la década anterior, sus abuelos todavía estaban vivos y no quería darles un disgusto. “A mí no me pueden acusar de hipócrita. Yo soy un libertario y un libertino”, explicó.
En Get me Roger Stone fue aún más preciso sobre su vida íntima: “Soy try-sexual. Lo he probado todo”.
Roger Jason Stone es así. Un hombre que dice no ocultar nada. Incluso sus trucos sucios. Como un buen agent provocateur.