Desde antes de su toma de posesión, Donad Trump había incursionado en el tema de la OTAN.
Por ejemplo, el 21 de marzo de 2016 tuvo una reunión con el Consejo Editorial del Washington Post, en la que describió la OTAN como un anacronismo: “La OTAN se creó en un momento diferente. La OTAN se creó cuando éramos un país más rico. Ya no somos un país rico. Estamos pidiendo prestado, estamos pidiendo prestado todo este dinero… La OTAN nos está costando una fortuna y sí, estamos protegiendo a Europa con la OTAN, pero estamos gastando mucho dinero. En primer lugar, creo que hay que cambiar la distribución de los costos”.
Mas adelante complicó un poco más la madeja al lanzar la idea de que la alianza atlántica se había vuelto obsoleta porque no estaba haciendo lo suficiente para luchar contra el terrorismo, lo cual no solo podía causar perplejidad en el plano interno, sino además en distintas capitales europeas, dada la presencia de fuerzas de la organización durante más de quince años, nada menos que en Afganistán.
En un tercer momento fue más allá, al cuestionar una de las bases del tratado, el artículo 5, es decir, salir en defensa de cualquier aliado que fuera atacado. Dijo, básicamente, que dependería de si ese aliado había o no “cumplido con sus obligaciones [financieras] con nosotros”, y específicamente si había cumplido el objetivo de la OTAN de destinar el 2 % del Producto Interno Bruto (PIB) de cada miembro para el gasto en defensa.
En abril de 2016, en un en un mitin de campaña en Racine, Wisconsin, reiteró lo más ruidoso: “este es el problema de la OTAN, es obsoleta. Es una gran declaración cuando no sabes mucho al respecto, pero aprendo rápidamente”.
Y el 15 de enero de 2017, poco antes de tomar posesión, en una entrevista con el Times de Londres y el Bild de Alemania, volvió sobre la palabreja “obsoleta”: “Me sentí muy criticado cuando dije que la OTAN era obsoleta. Obsoleta porque no se ocupaba del terror. Recibí mucho fuego durante dos días. Y luego empezaron a decir que Trump tenía razón”.
Finalmente, menos de un mes después, 6 de febrero de 2017, ya como presidente y comandante en jefe, se dirigió a militares de alto rango en la Base de la Fuerza Aérea MacDill, en Tampa, Florida. Entonces matizó: “Apoyamos firmemente a la OTAN, solo pedimos que todos los miembros de la OTAN hagan su contribución financiera completa y adecuada a la alianza de la OTAN, lo que muchos de ellos no han estado haciendo”.
Dada la naturaleza del tema, altos funcionarios suyos se vieron varias veces en la necesidad de modular aquellas declaraciones. La punta de ese iceberg la marcó el vicepresidente Mike Pence durante su discurso ante el Consejo de Seguridad de Munich, en febrero de 2017, en el que fue enfático: “Estados Unidos de América apoya firmemente a la OTAN y seremos inquebrantables en nuestro compromiso con esta alianza transatlántica”.
Los aliados y las voces pro-OTAN en el Congreso y el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, así como el Pentágono, tomaron nota de aquellas salidas. De pronto, el presidente daba un paso atrás al declarar que la OTAN ya no era obsoleta. Fue una noticia bien vista por los aliados europeos, pero la facilidad con la que Trump daba un giro de 180 grados, en otro de sus característicos flips-flops, levantó sospechas.
II
En febrero de 2024 Trump lo ha vuelto a hacer, concitando de nuevo la atención e incluso el escándalo entre líderes europeos que reaccionaron a sus palabras en un mitin de campaña el pasado día 10 en Conway, Carolina del Sur. Allí vociferó que una vez le había dicho al presidente de un país “grande” de la OTAN (presumiblemente Alemania) que si no pagaba sus “facturas”, él no lo protegería de una invasión rusa e incluso que los “alentaría a hacer lo que demonios quieran”.
Cabría anotar, en primer lugar, que la raíz misma del reclamo basado en afirmaciones de que varios miembros de la OTAN no han pagado sus “facturas”, “cuotas” o “honorarios de la OTAN”, que “nos deben una enorme cantidad de dinero” o que “le deben a la OTAN miles de millones de dólares”, es falsa. Como han subrayado distintos analistas y medios:
Si bien la mayoría de los miembros de la OTAN no cumplen el objetivo de la alianza de que cada miembro gaste un mínimo del 2 % del Producto Interno Bruto en defensa, el objetivo del 2 % es una “directriz” que no genera facturas, deudas u obligaciones legales si no se cumplen. De hecho, la directriz no exige ningún pago a la OTAN ni a Estados Unidos. Más bien, simplemente requiere que cada país gaste en sus propios programas de defensa.
Eso explica que cuatro días después de esa boutade, en el fondo reiterativa hasta el aburrimiento, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tuviera a bien subrayar que desde el fin de la Guerra Fría, Berlín alcanzará este año por primera vez ese objetivo del 2 %; que el Gobierno alemán estaba asignando 76 800 millones de dólares para gastos de defensa; y que en 2023 once aliados de la OTAN cumplirán el objetivo del 2 %: Polonia, Estados Unidos, Grecia, Estonia, Lituania, Finlandia, Rumania, Hungría, Letonia, Gran Bretaña y Eslovaquia.
Jefe de la OTAN critica comentarios provocadores de Trump sobre la alianza militar
En segundo, llama la atención que utilice al “coco” Rusia como apoyatura para infundir miedo, obviamente una expresión de bravuconería, pero sobre todo de sobrestimación de su poder e incidencia sobre otro populista que bien baila: Vladimir Putin. Además, lo hace un individuo que en el pasado reciente ha invertido buena parte de su tiempo desmarcándose de la acusación de haber tenido “lazos de singular intimidad” con el Oso.
El Premio Nobel de Economía Paul Krugman tiene toda la razón. Se está en presencia de un sujeto “al que no le gusta aceptar la realidad cuando esta no es como él quiere que sea”.
Queda en pie entonces la pregunta que nos hizo : “¿Y alguien piensa que ha mejorado en ese aspecto en los últimos tres años?”.