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La administración de Donald Trump presentó el pasado viernes su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, un documento de 33 páginas que marca un giro radical en la política exterior estadounidense y coloca a América Latina en el epicentro de sus prioridades geopolíticas por primera vez en décadas.
El elemento más polémico del plan es la creación del llamado “Corolario Trump” a la histórica Doctrina Monroe de 1823, formulada por el presidente James Monroe y cuyo lema fue “América para los americanos”.
En esta recuperación de esta doctrina, ya anunciada durante el primer mandato de Trump por su Secretario de Estado Rex Tillerson, el nuevo lema es “América primero”.
El primer párrafo revela en síntesis su enfoque: “Para garantizar que Estados Unidos siga siendo el país más fuerte, más rico, más poderoso y más exitoso del mundo durante las próximas décadas, nuestro país necesita una estrategia coherente y enfocada sobre cómo interactuamos con el mundo”.
Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, Washington busca “restaurar la preeminencia estadounidense en el Hemisferio Occidental” y alejar la influencia de potencias extranjeras, particularmente China y Rusia.
Los pilares del “Corolario Trump”
El documento oficial establece que Estados Unidos “reafirmará y hará cumplir la Doctrina Monroe” para garantizar que el hemisferio occidental permanezca “razonablemente estable y bien gobernado” con el fin de “prevenir y desalentar la migración masiva” hacia territorio estadounidense. Al mismo tiempo, pone distancias en cuanto a su participación en otros conflictos extrahemisféricos y “responsabilidades globales”.
Tras el final de la Guerra Fría, las élites de política exterior estadounidenses se convencieron a sí mismas de que la dominación permanente de Estados Unidos sobre el mundo entero redundaba en el mejor interés de nuestro país. Sin embargo, los asuntos de otros países solo nos conciernen si sus actividades amenazan directamente nuestros intereses.
Nuestras élites calcularon gravemente mal la disposición de Estados Unidos a cargar indefinidamente con responsabilidades globales para las cuales el pueblo estadounidense no veía conexión alguna con el interés nacional. Sobreestimaron la capacidad de Estados Unidos para financiar simultáneamente un enorme Estado de bienestar-regulatorio-administrativo junto con un vasto complejo militar, diplomático, de inteligencia y de ayuda exterior. Apostaron de manera profundamente equivocada y destructiva por el globalismo y el llamado “libre comercio”, lo que vació la misma clase media y la base industrial de las que dependen la preeminencia económica y militar estadounidenses.
Permitieron que aliados y socios trasladaran el costo de su propia defensa al pueblo estadounidense y, en ocasiones, que nos arrastraran a conflictos y controversias centrales para sus intereses, pero periféricos o irrelevantes para los nuestros. Y ataron la política estadounidense a una red de instituciones internacionales, algunas impulsadas por un abierto antiamericanismo y muchas por un transnacionalismo que busca explícitamente disolver la soberanía de los Estados individuales.
En resumen, nuestras élites no solo persiguieron un objetivo fundamentalmente indeseable e imposible, sino que al hacerlo socavaron los mismos medios necesarios para alcanzarlo: el carácter de nuestra nación, sobre el cual se construyeron su poder, riqueza y decencia.
Reajuste militar hacia el sur
El documento anuncia una reconfiguración de la presencia militar global estadounidense. Washington “reajustará su presencia militar global para hacer frente a amenazas urgentes en nuestro hemisferio, y alejarnos de escenarios cuya importancia relativa para la seguridad nacional estadounidense ha disminuido en las últimas décadas”.
La estrategia incluye “despliegues específicos para asegurar la frontera y derrotar a los cárteles, incluyendo cuando sea necesario el uso de fuerza letal para reemplazar la fallida estrategia basada únicamente en aplicación de la ley de las últimas décadas”.
Todo esto implicará mayor despliegue de la Guardia Costera y la Marina en aguas del Caribe y Latinoamérica; establecimiento o expansión de acceso a ubicaciones estratégicas; operaciones transfronterizas contra el narcotráfico y control reforzado de rutas marítimas utilizadas para migración y tráfico de drogas.
La contención de China en el hemisferio
Según la estrategia, Washington negará a “competidores de fuera del hemisferio la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales” en la región, una clara alusión a las inversiones chinas en infraestructura crítica como puertos, redes energéticas y telecomunicaciones. Como señala un artículo de Newsweek, China es considerado más que como un contrincante ideológico, como un depredador económico.
El Center for Strategic and International Studies (CSIS) analiza que “Beijing rechazará los llamados para que salgan de América Latina”, señalando que se trata de “posiciones políticas necesarias y excelentes”.
Washington busca acceso a recursos y ubicaciones estratégicas en América Latina, asegurando que los países sean “razonablemente estables y bien gobernados”.
La estrategia advierte que inversiones como el megapuerto controlado por China en Chancay, Perú, ya no se consideran desarrollos comerciales, sino “cabezas de playa estratégicas” que violan la Doctrina Monroe, según un análisis de GovFacts.
Competidores no hemisféricos han realizado importantes incursiones en nuestro hemisferio, tanto para perjudicarnos económicamente en el presente como de maneras que podrían perjudicarnos estratégicamente en el futuro. Permitir estas incursiones sin una respuesta firme es otro gran error estratégico estadounidense de las últimas décadas.
Estados Unidos debe tener preeminencia en el hemisferio occidental como condición para nuestra seguridad y prosperidad, una condición que nos permita afirmarnos con confianza donde y cuando sea necesario en la región. Los términos de nuestras alianzas, y los términos bajo los cuales brindamos cualquier tipo de ayuda, deben estar condicionados a la reducción de la influencia externa adversaria, desde el control de instalaciones militares, puertos e infraestructura clave hasta la compra de activos estratégicos en sentido amplio.
(…) Estados Unidos ha logrado reducir la influencia externa en el hemisferio occidental al demostrar, con precisión, cuántos costos ocultos —en espionaje, ciberseguridad, trampas de deuda y otros— están implícitos en la supuesta asistencia exterior de bajo costo. Deberíamos acelerar estos esfuerzos, incluso utilizando la influencia estadounidense en finanzas y tecnología para inducir a los países a rechazar dicha asistencia.
En el hemisferio occidental —y en todo el mundo—, Estados Unidos debería dejar claro que los bienes, servicios y tecnologías estadounidenses son una inversión mucho mejor a largo plazo, porque son de mayor calidad y no conllevan las mismas condiciones que la asistencia de otros países. Dicho esto, reformaremos nuestro propio sistema para agilizar las aprobaciones y licencias, para convertirnos, una vez más, en el socio predilecto. La disyuntiva que todos los países deberían afrontar es si quieren vivir en un mundo liderado por Estados Unidos, con países soberanos y economías libres, o en uno paralelo, influenciado por países del otro lado del mundo. Todo funcionario estadounidense que trabaja en la región debe estar al tanto del panorama completo de la influencia externa perjudicial, a la vez que presiona y ofrece incentivos a los países socios para que protejan nuestro hemisferio.
Para proteger con éxito nuestro hemisferio, también se requiere una colaboración más estrecha entre el gobierno de Estados Unidos y el sector privado estadounidense. Todas nuestras embajadas deben estar al tanto de las principales oportunidades de negocio en su país, especialmente de los grandes contratos gubernamentales. Todo funcionario del gobierno de Estados Unidos que interactúe con estos países debe comprender que parte de su trabajo es ayudar a las empresas estadounidenses a competir y tener éxito.
Comercio condicional y fin de la era de “migración masiva”
El documento prioriza la “diplomacia comercial”, pero con condiciones políticas. Estados Unidos promete recompensar a gobiernos, partidos políticos y movimientos “ampliamente alineados con nuestros principios y estrategia”, mientras que presionará a otros países para rechazar asistencia de potencias rivales mediante incentivos financieros y tecnológicos.
Como recuerda Al Jazeera, Trump ya ha puesto en práctica este enfoque al respaldar públicamente a políticos conservadores en América Latina y particularmente al rescatar la economía argentina del presidente de ultraderecha Javier Milei, con 40 mil millones de dólares.
Un análisis de NYC Foreign Policy Association concluye que “los gobiernos de los países latinoamericanos esperan un aumento en el control estadounidense sobre inversiones extranjeras y relaciones de seguridad en la región. Es un pivote hemisférico que está cambiando la naturaleza del orden global”.
La estrategia declara que “la era de la migración masiva debe llegar a su fin” y que “la seguridad fronteriza es el elemento principal de la seguridad nacional”.
PBS News señala que el documento vincula directamente la estabilidad hemisférica con el control migratorio al presentar la gobernanza regional como una barrera contra flujos migratorios hacia Estados Unidos.
Queremos un mundo en el que la migración no sea meramente “ordenada”, sino uno en el que los países soberanos trabajen juntos para detener, en lugar de facilitar, los flujos de población desestabilizadores, y tengan control total sobre a quién admiten y a quién no.
(…) Nuestras metas para el Hemisferio Occidental se resumen en “Reclutar y Expandir”. Reclutaremos a nuestros aliados en el Hemisferio para controlar la migración, detener el tráfico de drogas y fortalecer la estabilidad y la seguridad terrestre y marítima. Nos expandiremos cultivando y fortaleciendo nuevos socios, a la vez que reforzamos el atractivo de nuestra nación como socio económico y de seguridad predilecto del Hemisferio.
Críticas desde la izquierda y la derecha
Esta nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que sustituye a la precedente, definida en 2022 durante el gobierno de Biden, ha suscitado varias reacciones preliminares desde posiciones polarizadas: desde fuertes críticas a encendidos apoyos.
Newsweek señala que desde la izquierda, The Nation califica el enfoque como una idea “descaradamente del siglo XIX” que trata a América Latina como “una esfera subordinada”, mientras el analista Ben Norton lo describe como un “plan neocolonial”.
“La estrategia es algo que Washington no ha visto en décadas: un proyecto hemisférico explícito de poder. Para sus admiradores, es la tan esperada decisión de dejar de respaldar un orden global en decadencia. Para sus críticos, es una licencia para la diplomacia de cañoneras del siglo XXI en el exterior y una emergencia permanente en el interior”.
Desde la derecha nacionalista, el Center for Security Policy aplaude el “Corolario Trump” como un plan “positivo, vecinal, productivo y mutuamente edificante” para el hemisferio, tratando las amenazas “desde Groenlandia hasta la Antártida” como un teatro estratégico coherente.
Michael Rubin, del American Enterprise Institute, critica severamente la aproximación de Trump, argumentando que “flirtea con el aislacionismo del siglo XXI justo cuando China se afianza en toda América Latina y el Caribe”, advirtiendo que retirarse ahora “entregaría Europa a Rusia, el Golfo a Irán y el mundo a Beijing”.
“A pesar de toda su prosa grandilocuente, una Estrategia Nacional de Defensa (NSS) es un manual de instrucciones burocrático”, afirma Newsweek. “El siguiente paso es una revisión de la postura de defensa que movilizará buques, tropas y fondos hacia el hemisferio occidental y el Pacífico occidental, alejándolos de lugares que la estrategia considera distracciones: partes de Europa, Oriente Medio y África. Se espera un mayor número de patrullas de la Guardia Costera y la Armada en aguas del Caribe y Latinoamérica; más incentivos económicos vinculados a la aplicación de la normativa migratoria; y un flujo constante de mensajes de la ‘Doctrina Donroe’ para convencer a los votantes de una esfera de influencia hemisférica decidida”.
“Mi primera reacción es que esto es como una publicación de Truth Social”, dijo Jay Sexton, director del Instituto Kinder sobre Democracia Constitucional de la Universidad de Missouri. “Es mucha fanfarronería y grandilocuencia. Es una administración a la que le encanta invocar símbolos nacionales”.
“Obviamente, hay un régimen en Venezuela que no le gusta a la administración”, dijo Sexton. “Así que no sé qué pensar. ¿Será esto simplemente otro ejemplo de teatro político o será una señal de un giro más agresivo en la política exterior hemisférica de la administración?”
La Estrategia de Seguridad Nacional 2025 marca la reorientación más significativa de la política exterior estadounidense en décadas, con América Latina pasando de la periferia al centro de las preocupaciones de seguridad nacional de Washington. Los próximos meses determinarán si el “Corolario Trump” se traduce en políticas concretas o permanece como retórica estratégica.
“En casa”, señala Newsweek, “la verdadera apuesta es si una estrategia basada en poner fin a la ‘era de la migración masiva’, priorizar la ‘patria’ por encima de cualquier otra prioridad y tratar las ciudades propensas a la disidencia como problemas de seguridad puede conciliarse con una república liberal. Un futuro se presenta como una superpotencia simplificada que finalmente ha decidido qué le importa y dónde. El otro se presenta como un país que ha cambiado el alcance global por un imperio más rígido y frágil: uno que comienza en la frontera y termina, incómodamente, en sus propias calles”.
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