El dinero siempre fue un factor clave en las elecciones de Estados Unidos. Hasta hace dos décadas, las elecciones fueron bastante vigiladas y fiscalizadas para detectar irregularidades. Cada ciudadano tenía un límite a la hora de contribuir. Las empresas no podían pasarse de ciertas sumas. Los extranjeros no podían ni siquiera entrar en el esquema.
La cifra máxima eran 2.100 dólares por trimestre, y las contribuciones de empresas son desmultiplicaciones, sea 4.200, 8.400 hasta un máximo de 10.600. Pero desde hace tres círculos electorales presidenciales –el actual es el cuarto–, esas reglas fueron alteradas cuando ambas cámaras del Congreso decidieron desregular las contribuciones y autorizaron la existencia de los PACs, comités especiales de contribuciones creados por personas o por grupos de contribuyentes, casi siempre cabilderos, para introducir en las campañas una cantidad ilimitada de fondos destinados a candidatos específicos. Y hacerlo libres de impuestos.
Lo anterior permitió que se unieran empresas. Fue una decisión controversial porque las contribuciones se hacen a nombre de una institución y sus miembros todavía pueden contribuir individualmente.
“Esto ha sido muy cuestionado desde el inicio, el Congreso todavía está tratando de frenar esta ‘anomalía’, pero los dos partidos no se han puesto de acuerdo. Es que ambos se benefician”, explica a OnCuba la analista electoral Amanda Gutiérrez, quien no oculta su filiación demócrata.
En su opinión esto permite que los candidatos, incluso a la presidencia, hagan campaña con dineros que no tienen un origen muy claro. Los PACs solo tienen que identificar a la Comisión Federal de Elecciones su contribución, no el origen o los donantes de esos fondos. “En la práctica han montado un sistema de contribuciones. No me gusta la palabra, pero no se me ocurre otra mejor, que es clandestino. Ni siquiera los anuncios en los que promueven la política del candidato desglosan a sus contribuyentes”, explica.
Ello permite que las campañas se vean inundadas por una cantidad de dinero que casi siempre se utiliza en iniciativas mantenidas entre bambalinas y que permiten que un contribuyente cree un PAC …de una sola persona.
Es lo que sucede con el presidente Donald Trump, quien viene beneficiándose de esas circunstancias desde el 21 de enero de 2016. Ese mismo día, el siguiente de su toma de posesión, volvió a presentar su candidatura a la reelección en 2020. Aunque fue un gesto único, abrió las puertas para la creación de varios PACs a su favor con miras a las elecciones de este noviembre.
Uno de esos PACs individuales fue el de Sheldon Adelson, el zar del juego de Las Vegas y Macao (China), por donde han pasado, al menos, 10.000 millones de dólares. Los dos nunca fueron amigos. De hecho no se conocieron hasta este ciclo electoral, cuando Sheldon siguió con sus contribuciones, aplicadas en decenas de acciones para promover estos casi cuatro años de Trump en la Casa Blanca.
Pero en agosto hubo un problema. Trump y Adelson tuvieron un distanciamiento.
Cuando el exvicepresidente Joe Biden fue confirmado como candidato demócrata en esta primavera, salió a relucir que tenía menos fondos recaudados que Trump, quien por entonces le llevaba una ventaja de 200 millones de dólares, según The New York Times. Los demócratas fueron lentos en materia de recaudaciones y estallaron las alarmas. Como contrapartida, Trump contaba en cartera con 1.2 mil millones que comenzaron a ser recaudados en enero de 2019. La idea era hacer una campaña estilo militar. Aplastante.
Y lo fue. A través de los PACs, los aparentes éxitos políticos del mandatario comenzaron a ser promovidos en estaciones de televisión y radio, sobre todo en inglés. Toda una operación para cautivar a su base. Gastaron mucho dinero; tanto, que en julio de ese año apenas quedaban en caja unos 800 millones. Los republicanos se volvieron de nuevo hacia Adelson, quien en agosto se apareció en la Casa Blanca.
Entonces vino el desastre que ha dejado a Trump al borde de la indigencia. El presidente, que no conocía a su benefactor, lo trató como si fuera su empleado y no como el primer contribuyente. Adelson se molestó y regresó a Las Vegas. En el último reporte trimestral de contribuciones electorales su nombre no aparece. Como anticipó OnCuba, eso iba a pasar. Nadie rechaza al zar del juego.
En la recta final de la campaña electoral, Donald J. Trump está con las arcas semivacías, justamente en el momento en el que se gasta más dinero. El mandatario está apostando a la propaganda que otorgan las cadenas de televisión siguiendo sus ruedas de prensa en la Casa Blanca y sus discursos en espacios públicos. Apostando a lo que se llama el reconocimiento físico.
Trump pudiera usar su propia fortuna en la campaña, pero nunca lo hizo en 2016. Ahora, al borde de la indigencia financiera electoral, tampoco lo hará. Bien por tacañería o porque cree que otros deben pagar sus gastos o porque sabe que Biden y los demócratas tampoco han logrado recaudar mucho.
El actual circuito electoral es muy diferente. Ya no se hacen campañas como antes, pero tampoco hay presidentes como este, que se cree un intocable.
Interesante. el proceso electoral estadounidense es profundamente corrupto.