El déficit del presupuesto federal de EE.UU. se ha venido abultando durante el mandato del presidente Donald Trump, pero pocos en Washington parecen preocupados.
Y aunque lo hicieran, la dinámica política que hace décadas permitió acuerdos bipartidistas para reducir el déficit ha desaparecido, y ha sido reemplazada por un amargo partidismo y una disfunción crónica.
Esa es la realidad que acogerá el nuevo presupuesto de Trump, que será aplazado inmediatamente después de aterrizar con un ruido sordo el lunes. Al igual que los proyectos de gasto anteriores, el plan del mandatario para el año fiscal 2020 propondrá recortes a muchos programas nacionales favorecidos por los legisladores de ambos partidos, pero dejará en paz a los programas de jubilación políticamente populares, como Medicare y el Seguro Social.
Washington probablemente dedique meses a borrar los últimos remanentes de un acuerdo presupuestario fallido para 2011 que, de lo contrario, reduciría las operaciones básicas del Pentágono en 71,000 millones de dólares y las agencias nacionales y la ayuda exterior en 55,000 millones de dólares.
Los principales legisladores están presionando para que se repitan tres acuerdos anteriores a fin de utilizar recortes de gastos o ingresos nuevos y apuntalar el gasto adicional en lugar de sufragar déficits que de nuevo se acercan a un billón de dólares.
Todo esto tiene a los legisladores en un estado de ánimo sombrío.
“Al presidente no le importa. A la dirección del Partido Demócrata no le importa”, dijo el exsenador republicano Judd Gregg. “Y las redes sociales están en estampida”.
El presupuesto llega en un momento en que las últimas cifras del Departamento del Tesoro muestran un aumento del 77% en el déficit durante los primeros cuatro meses del año fiscal, impulsado por la caída de los ingresos y el crecimiento constante del gasto.
El recorte de impuestos de Trump en 2017 tiene gran parte de la culpa, junto con fuertes aumentos en el gasto, tanto para el Pentágono como para las agencias nacionales y los crecientes costos federales de jubilación de la generación del “baby boom”. Las promesas de que el recorte de impuestos estimularía tanto el crecimiento económico que en su mayor parte se amortizaría por sí mismo han resultado ser lamentablemente equivocadas.
Sin embargo, el próximo presupuesto de Trump no abordará ninguno de los principales factores detrás de los crecientes e intratables déficits que han llevado a la deuda estadounidense a superar los 22 billones de dólares. Los recortes propuestos más llamativos –a las operaciones de las agencias nacionales– fueron rechazados cuando los republicanos del movimiento Tea Party controlaban la Cámara de Representantes, y se enfrentan a perspectivas igualmente sombrías ahora que los demócratas son la mayoría.